Tres mil cuatrocientos kilos de árbol

Cangas del Narcea cumplió la tradición de robar un árbol, trasladarlo a hombros, plantarlo en Ambasaguas y hacer que su copa llegase intacta y sobrevolase la espadaña de la ermita

Tres mil cuatrocientos kilos de árbol fueron trasladados por medio centenar de fornidos cangueses desde más allá del bodeguero barrio de San Tiso, en el Paso del Vino, hasta el barrio de Ambasaguas.


Cuando ya apuntaban a cantarlos gallos, los treinta metros de humeiro fueron izados artesanalmente entre tejados de pronunciados recovecos y salientes en un ejercicio de técnica y precisión en el que las máquinas no iban más allá de sogas, forcas y otros artesanales artilugios de los que mozos se servían para que, poco a poco, fuese subiendo hasta terminar con la copa sobrevolando la espadaña de la ermita, lugar donde se halla la imagen de la Virgen del Carmen que cada 16 de julio recibe la más estruendosa oración de pólvora que se recuerda. Poco después un joven trepaba por el mismo hasta dejar colocada cerca de la copa una corona de flores que cada año prepara la peña femenina La Mecha.
El arbolón cumplía los requisitos que la tradición demanda: había sido robado, llegó con la copa intacta y esta sobrevolaba la espadaña del campanín de la ermita.
El traslado no había sido fácil. Sacar el árbol de la margen del río, subirlo al estrecho paseo y con la copa en cabeza iniciar el camino hacia Santiso donde girar el árbol junto al Museo del Vino y las bodegas se convirtió en un ejercicio de precisión dada la longitud del mismo y la estrechez del lugar. Los vecinos agasajaron a los portadores con vino de la tierra y, animados, treparon por la empinada cuesta que comunica al barrio con Santa Catalina, ya en la villa.

Desde este momento “la arbórea presesión” se anima. Se suceden los vivas al Arbolón y a María L´Áire, extraordinaria mujer del pasado siglo que recuperó la tradición cuando estaba a punto de perderse. Ya en las calles de Cangas, bajo las órdenes de José Linares, se avanza despacio, se suceden las paradas en los bares y se repiten las invitaciones de los hosteleros.
Se sigue una ruta tradicional, desde el paso se baja a El Corral donde ,tras girar en la glorieta, se enfila la calle Mayor hasta la Plaza de Toreno, frente al ayuntamiento. Desde allí por la pronunciadísima bajada de la empedrada calle popularmente conocida como Arrastraculos se enfila hacia Ambasaguas. Aún queda un parada emblemática: en el bar Sotero. Los vivas a María L´Aire arrecian, el Arbolón está en el que fue su barrio.

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R. Mera

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