CANGAS DEL NARCEA.- Después de la Descarga

 Publicado en El Comercio, “Desde el Bajo Narcea”, por Luis Arias Argüelles

Un profesor y periodista, buen conocedor de la zona, publicaba este artículo en el diario El Comercio. Acostumbrados quizás a ver nuestra Descarga desde uno sola perspectiva, y yo en especial desde la inmediatez, la carrera contra el tiempo y la necesidad de síntesis descriptiva a realizar para el periódico durante tantos años, el artículo de Luis me ha señalado otra mirada y me ha abierto el corazón y la mente a una nueva y especial emoción.

Permíteme Luis que te robe tu artículo y lo traiga a esta página en la esperanza que llegue a muchos más cangueses y también, por qué no, a quienes no lo son. Muchas gracias.

DSC_9717“Prolongada oración de pólvora. Voladores que se vuelven nubes, de cuyos vientres salen resplandores con sus estallidos y estruendos. Cangas, 16 de julio, ceremonial de la Descarga, acaso la que todos necesitemos desahogar con un grito infinito que es vitalidad en grado sumo. Al final, una emoción intensa, grande, contenida, que aún no se acabó porque la llevamos dentro de nosotros. Un nudo en cada garganta. Es la vibración que emerge y que, mágicamente, se cuela hasta los ojos, los oídos y la boca. La Descarga, en efecto, entró, caló, nos invadió. Y no sabemos bien cómo escribir la letra de esa música que es toda ella estremecimiento. Pero que nos hizo zozobrar tierra adentro. Es el grito, es el rugido, individual y colectivo, que se conjura para poner decibelios a la vida, para que las palpitaciones se hagan tormenta interna, con su épica, con su lírica, con su arsenal onírico, con su amor, exasperado y desesperado, a la vida.

Oración de pólvora, digo. Puede que el cielo se negase a oír las imploraciones del personaje de Tirso, pero sí oye –y de qué manera- la Descarga de Cangas. La oye y la atesora. La hace suya. Oración de pólvora que sale desde la tradición del subsuelo, desde las entrañas mismas de la minería y va directa al cielo. Y, en ese viaje –no lo olvidemos–, todos los que participan del ceremonial subimos con los voladores. El cuerpo se queda en tierra, pero las ansiedades ascienden, quieren y necesitan estallar, deciden que sus afanes y desvelos se oigan. Por eso cada volador que sube los acoge y recoge. Por eso, porque hay que volar. Y esos vuelos no renuncian a dejarse oír. Cada estallido, un sueño. Cada destello, un afán. Cada nube, un anhelo.

Cielo de Cangas, destino de clamores que salen por los ojos de cuantos contemplamos el espectáculo, un espectáculo que recomiendo vivamente que nadie se pierda, al menos una vez en la vida, porque, en este caso, no hay relato que iguale la vivencia”.

 

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R. Mera

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