UN SÁBADO CANGUÉS 1.981 (II)

UN SÁBADO CANGUÉS 1.981 (II)

UN SÁBADO CANGUÉS 1.981 (II)

(Leer la primera parte aquí)

El Paseo

El tráfico es el reyezuelo del Paseo. Aparcar es una utopía. Dos coches han cortado el tráfico mientras sus conductores charlan tranquilamente. No quieren oír ni las protestas ni los bocinados que les dirigen. Un joven, con su utilitario repleto de multicolor cojines, cintas, colgantes y pegatinas llega a escape libre, monta el coche en la acera, para el motor, baja, cierra las puertas, mira displicente y marcha tan tranquilo.

Los autocares de línea del concejo y a Oviedo organizan unos tapones de aúpa mientras suben y bajan pasajeros. Junto a Casa Secundino el guirigay es gordo. Docenas de paisanos cruzan de aquí para allá y de allá para acá, charlando, comprando el billetes, acarreando paquetes con parsimonias desesperantes, continuos saludos y largos interrogatorios sobre familias y vecinos más propios de cotilleos de aldea que de verdadero interés personal. Pasar sin chocar con alguien o que te arrolle un vehículo es poco menos que un milagro…. Un camión quiere girar hacia la carretera del Acebo, un autocar quiere salir. Quedan los conductores riñendo entre las risas de unos y la desesperación de otros.

En las inmediaciones del “conomato” (Economato minero en Lorenzo Menéndez) la anarquía automovilística es total. Las aceras invadidas, el paso imposible, el tráfico de bultos, paquetes y personas, continuo; los tacos sonoros, las blasfemias rotundas… de nuevo esa agobiante necesidad de falta de espacio vital.

En la calle Mayor.

Está cortada al tráfico durante la mañana. El ir y venir de personas es incesante. Los comercios trabajan con ritmo. Los bares llenos. Hay que entrar con cuidado. Bolsas y paquetes de todos los tamaños y colores se hallan repartidos por mesas y suelo. Se habla de trámites administrativos y papeleos. Sabrosas palabras de aldea en la conversación. Decires cuasi perdidos en el habla. Hay que aprovecha el sábado par hacer todo. Por estos bares pasan todos los que van y vienen de recados, compras y encargos: licencias de pesca, fotos para el carné, la revisión de la escopeta, el último pleito del agua y el prao, el recibo de la contribución las paperas del neno…

En el ambiente campesino hay un eco de nostalgia cuando miran hacia las puertas del desaparecido “Café Chacón”.

-¡Adiós Pin!

-¡Hasta el sábado, ho!

Los abogadillos del agro

Al hablar del sábado cangués no podía olvidarme de estos singulares personajes que, si bien no son exclusivos de Cangas, aún perduran pese a los avances de la técnica, la cultura y las ideas.

Tienen zonas de influencia según su origen: Rengos, Naviego, Sierra, el Coto… y el despacho en las traseras del chigre, en la barra o en la misma calle. Redactan documentos privados, ( casi todos ellos bajo fórmulas tipo que desaparecieron hace ya muchos años), rellenan impresos y aconsejan, sobre todo aconsejan: líos de aguas, riegos y veceras,, caminos, prados, arrendamientos, derechos de paso, inversiones, rentas, herencias, particiones… de todo. Algunos paisanos les consideran muy influyentes en la vida local y poco menos que verdaderos expertos en leyes. La política y la economía no tienen secretos para ellos y los sábados es el día ideal para sus charlas y aleccionamientos al paisanaje. Algunos cobran por rellenar los impresos y “aconsejar”. Otros lo hacen todo de buena fe y convencidos de sus conocimientos e inmensa capacidad.

Tienen frases claves que los definen. Las repiten memorísticamente y después, al agregar las de su cosecha, marcha al garete todo el argumento. La situación no deja de tener su “aquel” y hay paisanos que siguen creyendo en ellos aunque les hayan metido en más de un pleito de los que han salido escaldados.

“Dijo la tele…” y utilizando esta introducción como argumento que no admite réplica ni duda, pontifican sobre política, deportes, economía, derecho, técnica, enseñanza, medicina o lo que venga. Aunque es especie a extinguir, hoy por hoy sigue formando parte esencial del panorama del sábado cangués.

El final.

Hacia las dos de la tarde todo ha terminado. Las calles parecen solitarias. Un par de mujeres arrastran a sus maridos que quieren tomar la última copa. Han vendido el xato y quieren seguir celebrándolo una y otra vez.

El Paseo, La Vega y Los Nogales, van clareando en huecos. Se vuelve al pueblo. Al anochecer, de nuevo afluirán los coches a la villa. Es la gente joven que baja en busca del baile, el cine o la diversión. El sábado entra en su última fase… Para algunos comienza la hora de  “los cubas”…..

 

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R. Mera

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