Cangas del Narcea: Una descapitalizada festividad de la Magdalena

El obispo auxiliar se convirtió en el protagonista

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La fiesta de la patrona, Santa María Magdalena, pasó con más pena que gloria por el concejo y su capital. Su carácter festivo sirve de puente, especialmente en este año, para que gran número de cangueses, saturados ya de festejos, aprovechen la bonanza climática para emigrar a playas y montes en busca de un merecido relajamiento y limpieza corporal de los excesos habidos.

El día amaneció espléndido tras una noche en las que las peñas de la Pólvora volvieron a colocar muy alto el listón con los aplausos y el beneplácito de los cangueses, en una noche también más floja de público que las anteriores. A las nueve de la mañana, los más intrépidos, e intrépidas, que en esto también ha llegado la igualdad, aún pululaban por las calles camino de sus domicilios.

Un poco de despiste entre el personal por el aquel de que si era antes la misa que la procesión, o la procesión que la misa, que se aclaró en cuanto que, hacia las doce y media, la cruz procesional apareció en la puerta de la basílica.

No mucha gente, la verdad. Y que me perdonen los más creyentes, pero estoy convencido de que entre muchos de los asistentes pudo más el aquel de ver al obispo, Juan Antonio, Juanín, revestido con los ornamentos propios de su nuevo cargo, que el rezar a la patrona. No en vano el hecho de que hubiese pasado unos años ejerciendo en Cangas despertaba el morbo general pero muy especialmente entre las feligresas más allegadas a los rituales y boato propios de estas ceremonias. L que quería eran ver a Juanín ejerciendo de obispo. Tras misa todos cuantos quisieron pudieron saludarlo personalmente. Se le entregó un especial recuerdo

Tras la intensidad de fuego y sonido de la noche anterior, la descarga en honor de la Magdalena quedó como la festividad en sí, disminuida.

Tras la salida de la tradicional Jira de Artesanos a Santa Ana le presencia de cangueses en la calle comenzó a disminuir de forma acelerada. Hacia las dos y media de la tarde había menos gente que un sábado cualquiera y a lo largo de la  tarde la villa daba la sensación de ser un pueblo prácticamente abandonado.

Años tras año, las fiestas están pasando a ser mucho más el Carmen y mucho menos la Magdalena. ¡Que lo vamos a hacer!.

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R. Mera

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