Cuando te tratan mal

Por Irene Zanfaño

 

 

¡Hola! Me llamo Susan y vivo en Inglaterra; tengo 12 años y voy a Primero de la ESO, en el Instituto Osford, junto a mucha más gente. Desde que llegué al Instituto todos mis compañeros se ríen de mí y dicen:

-Si fuera como ella nunca saldría de mi casa

Y lo dicen solo porque leo y estudio muy bien, me visto muy mal y tengo unas gafas redondas; eso todo según ellos.

El otro día no es que me fuera muy bien. Yo estaba en la esquina de un pasillo y unos niños llevaron una pistola de agua y dispararon a otro niño que pasaba por allí y me dejaron la pistola  a mis pies como si hubiese sido yo. De repente el director del Instituto, Yohn dijo por el megáfono:

-Señorita Susan, venga al despacho del director de inmediato

Llegué. Allí también estaban los que me había puesto la pistola a los pies. Eran Tim y Esthefany. Son los peores siempre; ellos son los que me hace y dicen la mayoría de las cosas malas-¡No le soporto! Allí me echaron la culpa y la culpa una y otra vez hasta que me quedé sin palabras y John me castigó tres horas. También lo que me hacen es ser mis amigos cuando nos dividen en grupos para hacer algún trabajo porque así les digo las respuestas para intentar ganar y siempre acabamos ganando.

Cuando llego a mi casa después de estos días subo a la cama a llorar y decir

-¡No es justo!, ¡no es justo! Eso es lo que se llama violencia. ¡Ojalá eso no hubiese pasado nuca!, me siento fatal.

Esta noche he tenido un sueño que le ha dicho a mi cabeza que no le dé importancia a lo que me dicen o hacen, sino que sea feliz. Hoy he hecho caso a mi cabeza y me he enfrentado a ellos. Cuando llegue a clase antes de que empezar me puse delante de ellos y dije:

-Me da igual lo que me hagáis o digáis: eres fea, viste mal, empollona, gafotas… Si queréis ser mis amigos bien, o si no vosotros os lo perdéis porque yo soy así y eso me hace feliz.

Después me aplaudieron, y por fin apareció una sonrisa en mi cara.

Una chica, Mary, vino y me dijo

-¿Quieres jugar con nosotros en el recreo

Yo acepté. Luego vinieron Tim y Esthefany y me pidieron…. perdón. A partir de ese día ¡TODO FUE DISTINTO!

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R. Mera

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