Y en estas que llega Lorenzo

 

Se agotaba plácida la tarde en relajante lectura cuando unos fuertes golpes en la puerta me volvieron a la realidad.

¡Vaa!, ¡¡vaa!!!

Las rodillas se mostraron torpes a la hora de enderezar las piernas e imprimirlas el necesario impulso que me llevase a la puerta

-¡Vaaa!

Llegué cojeando justo cuando se repetían los golpes. Un gran manojo de espárragos se coló por la puerta entreabierta cual si tuviesen vida propia y hubiesen llamado ellos. Luego apareció la mano que los sostenía y detrás la figura de mi vecino Lorenzo.

-¡Toma! Los espárragos que te prometí cuando hiciste la foto de los del año pasado.

Lorenzo se sostenía sobre sus muletas. Con los espárragos en una mano, sujetando su peso en una muleta, hubo de utilizar la otra como improvisado aldabón para llamar.

Mas no traía un solo y gran manojo, sino dos.

-¿Dónde vas?, ¿qué quieres que haga yo con tanto espárrago?

-Te los llevas p´allá alante y los vas gastando

No pude por menos de sonreír ampliamente. Habían caído grandes chaparrones y la tarea de coger los espárragos no debía de haber sido fácil para un hombre cojo, con dolores, y con el pie hinchado a simple vista. En estas condiciones los espárragos alcanzaban su máximo valor pese a haber contado con la ayuda de su hijo Mario.

Reconozco que soy un inútil para estos menesteres, ya sea coger espárragos o romanzas, por citar dos productos de temporada. Entre tantas hierbas y hojas no logró, no ya encontrara los citados productos, sino tan siquiera reconocerlos. Por eso admiro a los que con gran facilidad, e incluso pasándolo en grande, cuelan la mano entre zarzales y los sacan con gran limpieza tras descubrirlos incluso a distancia.

Y me causa regocijo el ver como “los especialistas” en estas lides esparragueriles, ya sean hombres o mujeres, se pican unos con otros al evaluar el tiempo, la cantidad y la calidad de los manojos cobrados en cada salida.

Gracias Lorenzo; espero que puedas seguir yendo a espárragos muchos años ya sin muletas, pero cuidado, tu hijo aprieta y tu mujer dice que es mejor que tú en esa labor.

Destino de una parte de los espárragos
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R. Mera

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