Remembranzas berzocaniegas: Las gentes de las Carretas y La Corte

Es verdad. Cuando uno llega a determinada edad, cualquier cosa, cualquier acto, tiende inevitablemente a retrotraer al sujeto al pasado e incardinar en aquel el presente que contempla.

Tal sucedió a este junta letras ante la foto de Manolo Cano. Los ciclistas suben esforzados empujando sus máquinas y sus cuerpos calle arriba camino de la Cruz de los Santos. Mas, lentamente, todo comenzó a cambiar y la foto se fue al blanco y negro. Y los ciclistas no dejaban atrás el pueblo sino que enfilaban la Calle Carretas llegando desde la Cruz de Piedra. Sonaban fuertes los aplausos y la perplejidad se mostraba en todos los rostros, incluso más aún en los de los mayores que en los de los niños. De un balcón a otro, de una ventana a otra, y de una puerta a las demás, los gritos avisaban del aconteciendo-

-¡Padre! ,¡ padre!.¡Asómese!, ¡mire! ¡mire!

Tía Ángeles salió apresurada limpiándose las manos en el mandil

-¡Ay Santos Benditos! ¿Pero qué es esto Dios mío?

Si marido, tío Felipe, salió detrás y, quitándose el cigarrillo de la boca aclaró contundente:

-¡Coño!¡ Qué van a ser!¡ Ciclistas!

-Estos se han perdio, seguro, precisaba José Justo socarrón y sonriente mientras tiraba de su padre, tío Quico Tararira, para que se pusiese en primera fila.

Desde la casa de al lado, de la mano de su madre, aparecieron dos niños, Daniel Sangregorda y un hermano cuyo nombre se ha diluido en la memoria del tiempo. Tan solo sé que los  muchachos sabíamos que teníamos que tener mucho cuidado al jugar con ellos pues, si le salía sangre por mor de alguna herida, luego no se les podía cortar y podían morirse. De ahí la crueldad del mote. Años después sabría que aquello se llamaba hemofilia

Desde la Calle Honda, Gorín llegó a toda velocidad sin escuchar los gritos de su madre, tía Rosa Capaora que intentaba retenerlo.

La calle se iba llenando. Los vecinos comenzaban a gritar y a aplaudir. Tía Sofía salió un tanto aturdida

-¿Qué pasa?, ¿qué pasa?, preguntaba inquieta

-¡Los ciclistas!, ¡los ciclistas!”, gritaban los niños intentando correr tras ellos

-Tío Gerardo, que había salido tras su mujer Sofía, logró enganchar por un brazo a su hijo, Juan Cabañas le llamábamos, que ya se desmarcaba a toda velocidad. No tuvo la misma suerte tía Manuela Obispa a la que se le escaparon Quico y Manolo arrancando como flechas gritando tras los corredores

-¡Déjalos que corran!, señaló tío Quico Obispo al que rodeaban sus hijas Julia y Tere que sostenía de la mano al pequeño Luis.

Cagoenlamal tío Quico!. ¡Qué cosas pasan ya en el pueblo!

Cruzando la calle, Antonio La Picarona, se dirigía a su vecino, a la vez que echaba la chaqueta de pana hacia atrás y se metía las manos en los bolsillos del pantalón. Miraba con cara de total asombro.

Una puerta más allá, tío Juan Repóntigo observaba un tanto incrédulo mientras se sentaba cachazudo en el poyo. Su mujer, tía Virtudes, aplaudía con moderación. Mi abuela Juana, con mi hermano Miguel de la mano, y mi madre, también estaban ya en la puerta. No me atrevía a echar acorrer y me quedé quieto mirando con la boca abierta y tratando de averiguar de dónde salía aquel gran ruido metálico que acompañaba el paso de los corredores.

De la calle de Las Cortes salía con urgencia mi tía Berenguela, con su enhiesto moño repicando al viento y secándose las manos en el mandil. Detrás de ella, su hijo Antonio

-Esto sí que es un sucedido, comentaba dirigiéndose a tío Gregorio, el molinero, que se asomaba inquieto tras el portón

¡Quítate de ahí que veamos qué pasa!, le riñó su mujer, tía Jerónima, saliendo. Detrás de ella su hija Nati, con su hermana Antonia de la mano. Como una exhalación pasó entre ellos a toda carrera Martín Pardilla. Más parsimonioso aparecieron detrás su padre, Julio, y su abuelo Martín. Más atrás aún las dos Marujas, la Chocera y la de Madrid, aquella guapa y pizpireta, ésta seria, escueta y que tan solo estaba en el pueblo algún que otro verano. Bernardo Chocero tiraba de ellas.

Se le unió Pedrín, que tiraba de la mano de su madre, tía Visita, para que esta agilizase su paso hacia Carretas. Detrás caminaba Florentino, de cara ancha y circunspecta, que nos llamaba mucho la atención a la chavalería.  Era un niño grande que dependía de su madre para todo y era ésta la que hacía y deshacía por él hasta el punto, cuentan que se fue a Cáceres para estar con él todo el tiempo en que estuvo en el servicio militar. Tomándole el pelo se unió Marchena saliendo de la travesía de la Corte en la que vivía. También lo hizo un hombre, aún joven, lector empedernido de novelas a la luz de un velón, y cuyo nombre se ha quedado prendido en la maraña de los tiempos pasados

Enfrente, desde la Corralá, tío Augusto llamaba a voces a su hijo Manolo, (Quiste que llamábamos por tener tal protuberancia sobre  un ojo) que corría hacia Carretas a ver de cerca el sucedido. Tras él Rosalía, su hermana. De la casa de enfrente salió tío Joaquín Peña, que creo recordar era uno de los más viejos del barrio.

-¿Se pue saber qué coños pasa?

La Palmira, una guapa moza y su vecina de enfrente, que salía con su hermana, Sagrario, se lo explicó.

-¡Paparruchas y más paparruchas!, exclamó dándose la vuelta y pasando olímpicamente del acontecimiento.

No lo hacía así tío Gregorio Tostao que, en la esquina de la citada Corralá  y Carretas, junto al poyo centro de las tertulias nocturnas veraniegas, con el cigarrillo entre los labios y su siempre pícara sonrisa en la cara, se subía y bajaba la boina en señal de incredulidad. A su lado, su mujer, tía Flor Mena, aplaudía complacida sujetando a sus hijos Diego y Felipe.

-Quico,¿ has visto que modernos semos ya?, preguntó sabiendo la respuesta, a tío Quico Metralla que, un par de metros más arriba, contemplaba la comitiva rodante

-Pero mu modernos, le contestó la mujer de aquel, tía Teodora

Enfrente, mi amigo Pablo Chichas, se escondía detrás de su abuela, Juana Parrá, un tanto asustado y temiéndose que aquel barullo se lo llevase por delante. No sintió miedo alguno Paco Pilón, también de nuestra edad, que  no tardó en unirse al grupo que corría entre las bicicletas exponiéndose a que los arrollasen o a tirar ellos a algún corredor. Se acababa la calle. Del caserón siguiente, que no estaba alineado con la calle, sino un tanto más abajo, salieron la Irene y Josefa que no tardaron mucho en unirse a los que aplaudían.

En la izquierda, tío Miguel Portales, que había sido Guardia Civil, explicaba lo de la carrera de “biciclistas” a Emilio la Gallinota, un mozo alto, de habla un tanto difícil, y al que el citado Portales tomaba el pelo a todas horas. Su mujer,( la de Miguel, no la de Emilio que era soltero), Juana, cogida de brazo de su hermana Florentina, reñían al marido de esta, tío Andrés Orejinas que, como los muchachos, amagaba ante su hija Magdalena, Nena, con irse corriendo tras los ciclistas, mientras que la pequeña, Teodora, lloraba a todo  trapo.

Se perdía ya el ruido por el descampado de las Carretas, aquel que servía de evacuatorio de los vecinos y donde ahora se levanta el Cuartel de la Guardia Civil.

Poco a poco, la foto que sostenía en mis manos fue adquiriendo de nuevo color hasta iluminarse plenamente. Los ciclistas ya estaban de nuevo subiendo hacia la Cruz de los Santos. La calle, sus casas de aquellos años, y las caras de mis entonces vecinos, comenzaron a diluirse de nuevo en el tiempo, ese tiempo de nostalgias en el que nos sentimos especialmente reconfortados los que, desde aquellos años, hemos recorrido ya gran parte de nuestro camino en la vida.

Es grato volver de vez en cuando a la niñez, a la infancia, y recordar todos aquellos nombres y caras junto a los que distes tus primeros pasos en la vida. Y lo es también el recrear de nuevo una sociedad, un ambiente y unas relaciones de vecindad que ya no volverán nunca. Como yo, muchos berzocaniegos perdidos en la diáspora de la emigración, sentirán una punzada de emoción y nostalgia de aquella que fue su Berzocana y cuyas esencias continúan en el fondo de su alma.

Sea esta remembranza, en este agosto de fiestas y calores, mi especial recuerdo para mis vecinos y con él el de todos aquellos que les conocieron y les apreciaron.

Agosto de 2018

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R. Mera

Un comentario en «Remembranzas berzocaniegas: Las gentes de las Carretas y La Corte»

  1. Buenas, Pepe, soy Trini, tu prima. Te contesto con las disquisiciones sobre la entrada de REMEMBRANZAS, CARRETAS Y CORTES. Un abrazo y gracias.
    Soy Trini. Te contesto a lo de “Carretas y Cortes”:

    Hola Pepe Luis, paso a referirte lo que he sacado en claro en relación a la entrada que me recomendaste leer de las “Carretas y las Cortes”. La verdad es que me ha hecho ilusión ver los nombres de mi hermano y mis padres reflejados en la misma. Se me ha refrescado la memoria con el mote de mi hermano “Cabañas” porque no me acordaba ni por asomo del mismo, que creo aludía a mi abuelo Juan por parte de madre. De ahí de ponerle el mismo nombre y apodo porque se parecía fisicamente a él. A este abuelo yo no lo conoci en persona porque debió fallecer años antes de que yo naciera. Si pude contemplarle ya de viejo en una foto antigua en algún album que habría por casa y de joven en un retrato de esos que se retocaban por encargo con el uniforme de guardia real de la escolta del rey Alfonso XIII. Debió ser que sirvió en la mili ahì por la altura.
    En cuanto a si me acuerdo de alguno más de los personajes de tu crónica, me viene a la cabeza tía Rosa Capaora, que vivía por debajo de nosotros, y si no me falla la memoria tenía una hija que se llamaba Josefa. Cuando yo era muy pequeña pasaba mucho tiempo en su casa, había una señora mayor que debía ser madre de tía Rosa. También recuerdo hacer de recadera de Josefa y Vicente que era su novio. El hijo creo que se llamaba Gregorio, lo tengo más borroso, pero si que tenía un caballo o una yegua y me montaba con él cuando iba a encerrarlo en la cuadra y que me impresionaba lo alto que era el animal y el ruido que hacian los cascos sobre las piedras de rollo.
    A tía Manuela Obispa también la tengo en la memoria. Era muy alegre y tenía una hermana que a mi me parecía que era guapa y no sé si trabajaba en la casa del médico. De las hijas de tía Manuela no sé si Tere o Julia se me aparecen como jóvenes muchachas dando vueltas y revueltas en el altozano para que se les acampanaran las faldas y los niños jugábamos a meternos debajo de ellas. Los obispos vivían al lado de nuestra casa a mano izquierda, y tía Angeles a mano derecha, mirando según se subía para el altozano.
    A tía Palmira y a tía Sagrario, no las conocí de jóvenes como es natural por edad, pero supongo que son las mismas que vivieron durante muchos años enfrente de nuestro bloque en el barrio de Sandi. Teníamos mucha relación con los hijos de ambas, el trato era como de familia.
    Tío Miguel Portales me suena que era hermano de tío Manolo, de tío Faustino y de tía Anita respectivamente.
    De los demás no tengo ninguna referencia. Sabrás que nosotros no hemos vuelto al pueblo desde hace bastante tiempo, por circunstancias que ahora no hacen el caso referir aquí.
    Si he descubierto tu blog fue porque se me despertó la curiosidad a raiz de una visita relámpago que hicimos a Berzocana en el mes de septiembre del año pasado, cuando estuvimos con unos amigos mi marido y mi hermano Gerardo dando una vuelta por algunos pueblos de Extremadura.
    En esa breve visita estuvimos los tres solos y duró poco más de una hora, en la cual sólo vimos a mi prima Inés la de mi tía Luz.
    Empecé a recordar nombres de tu familia, sobre todo a tu hermano Fulgencio, al que recordaba con mucho cariño, porque cuando ibamos a pasar el verano al pueblo pasábamos mucho ratos juntos hablando de nuestras cosas. Ya sé que no vive en el pueblo y que reside en un centro y que está feliz escribiendo sus poesías, de lo cual me alegro mucho. De Inés María apenas me acuerdo, sólo que tenía cara de buena . De tu madre que era muy cariñosa. Y de tu padre yo lo veía como uno de los ilustrados del pueblo, sería por lo bien que tocaba el órgano en la iglesia. De tu hermano Miguel, sé que permanece residiendo en el pueblo porque le he visto en algún video sobre Berzocana.
    Y nada más.Te doy las gracias por contestarme y de que ejerzas con tanta pasión de asturiano y extremeño.
    P.D. Si te gusta el arte y el dibujo te invito a ver si te apetece: esta página web
    ignaciogarcia.net o bien buscando Ignacio Garcia Sánchez artista en internet.
    Un abrazo y hasta otra.

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