CANGAS DEL NARCEA.-La noche más larga del año

De folixas, callejeos, caipiriñas y voladores.

Historia de una noche.

La noche más larga del año

Bulle la chiquillería. Han volteado las campanas y cientos de voladores anuncian el crecer festivo.

Aún están bailando en el aire las explosiones de la pasa noche cuando ya se preparan nuevas tiradas de luz y sonido. Será la noche del 15 al 16 la más larga del año. O la más corta. Todo depende de las distintas perspectivas de enfoque y, sobre todo, de la edad o el espíritu con se afronte el devenir festivo. Es la noche del dormir ligero y entrecortado para los que optan por retirarse y del bullicio y las continuas explosiones para los que se quedan.

Latente siempre en el fondo está la explosión definitiva del día 16. Y es por eso por lo que esta es la noche de la agitación festiva de las peñas, del callejear de plazoleta en plazoleta cogidos al vaso de la caipiriña en un difícil equilibrio entre el andar bailando, remover el brebaje y esquivar viandantes que repiten las mismas funciones y movimientos.

Son las fiestas canguesas eminentemente callejeras y de grupo. Peñas, pandillas, grupos y grupetos, cantan y bailan uniformados o desuniformados, entonados o sin tono, en una continua marejada humana que, perdido el rumbo del hacer en la folixa festiva, se deja llevar de un lugar a otro por impulsos, por ecos o por fanfarrias y músicas, en un tiovivo de fiesta que gira y vuelve siempre al inicio.

Se integra rápidamente el forastero en el marasmo festivo. Siempre aparece un bombo o una gaita que forman corro y baile a su alrededor entre colorido de uniformes y atrevidas minifaldas.

Desde cualquier punto de la villa surgen buscando el cielo volador de uno y otro calibre, de uno y otro sonido, de uno u otro color, que aúnan voluntades y recuerdan a todos que se encuentran en la fiesta de la pólvora por excelencia.

En los lugares tradicionales, allí donde ondean enseñas y banderas, se levantan mesas y se concentran potas. Surgen juntos el cantarín y el volador. Une el vino cangués, en el común beber del cacho, recuerdos y vivencias de los que han llegado o están a punto de llegar a los cincuenta y anima futuros de esperanzas y nuevas ideas en los veinteañeros.

Rumba él con sus amigos y compañeros peñistas despendolando el horario por la precipitación de acontecimientos y, más allá, rumba ella con las amigas de siempre aparcando ataduras de siglos y colgándose de la melena dimes y diretes de trasnochadas ideologías y educaciones decimonónicas.

Pasada la vorágine, cuando medie el día de mañana, maridos y mujeres, novios y novias, se encontrarán de nuevo en la comida familiar, en la vela de la Descarga.

Mientras, la noche habrá arrullado nuevos amores o excitantes aventuras que, envueltas en el olor a pólvora y el resplandor de los fuegos de artificio, habrán venido a añadir ánimos de vida nueva a los que empiezan o a rejuvenecer sensaciones que se creían perdidas en aquellos que, a lo largo del año, se han venido viendo olvidados o han vivido en la creencia de que el vibrar en otros brazos era algo que ya no podría recuperar nunca.

Cangas está envuelta en un multicolor cinturón de vehículos. Las calles vienen a ser radios de aquel que rompen la recta y serpentean por cuestas, estrecheces y recovecos, demostrando que, al igual que ocurre en el centro de la villa con las personas, la impenetrabilidad de los cuerpos y las cosas es pura falacia de los tratados técnicos.

Suena una orquesta en Los Nogales. Algunos voladores dibujan arcos de luces en el cielo.

Cientos de cangueses llegados de todos los rincones del concejo viven en el entorno de la verbena su Carmen distinto. Bailan, visitan los bares del barrio, se saludan y abrazan; se acercan con los niños a las casetas y disfrutan tanto o más que ellos en el ferial de atracciones de La Vega.

Las terrazas verbeneras y del barrio Nuevo se llenan de familias que gozan de la noche y el espectáculo de la música y la pólvora.

Un paseo por la Calle Uría y La Plaza de la Oliva para ver los cientos de tenderetes. Un tímido asomarse a la calle Mayor donde es imposible pasear con los niños.

De paso, un último vistazo a los más jóvenes que seguirán viviendo la noche hasta el amanecer.

Despacio, comentando lo vivido y las novedades habidas este año, los cangueses que habitan el concejo vuelven distendidos a sus pueblos.

Volverán mañana en la tarde. La Descarga también es suya.

Un grupo de jóvenes cantan en El Corral. Los primeros rayos del sol iluminan Santa Marina.

 

 

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R. Mera

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