La Cofradía del Buen Yantar

Era jueves, 21 de enero de 1.993, y eran tiempos en que las modas y regímenes en boga parecíam querer llevar a los cangueses a pasar media vida entre privaciones culinarias, repetición continua de ejercicios gimnásticos, paseos de mañana y tarde, rutas en bicicleta, y evitar grasas e hidratos con entrega total a la tarea de moldear el cuerpo,  cuando un osado grupo de jóvenes y otros menos jóvenes fueron capaces de poner por delante las ganas de vivir y el humor y dando un golpe encima de la mesa, nunca mejor dicho, avienen en constituirse como  Asociación, Cofradía o como quiera llamársele, con el apellido del Buen Yantar, con el único fin de pasárselo bien y comer aún mejor.

Puesto en contacto con los yantantes, y como representante de una revista tan canguesa como La Maniega, me invitan a cenar con ellos ya que dé fe escrita del acontecimiento que acontecería en el Italiano. Pensé que era buena la fecha por cuanto el día anterior había sido el de San Sebastián que, (contaba mi abuelo Juan Luis), es patrón de los buenos comedores y bebedores, aunque nunca me diera razón ni explicación alguna sobre tan original patronazgo, ni yo supiera encontrar relación alguna entre el martirio del santo, las saetas que con él acabaron con el buen comer y el mejor beber.

Como en tales cofradías y momentos sucede, la seriedad no debe ser precisamente el patrón de comportamiento y aún cuando yo indagaba en unos y otros para encontrar datos que me permitieran componer el artículo, no les extrañe que no sepa darles los nombres de quienes contestaban a esta o aquella pregunta pues las respuesta saltaban de aquí y de allí  sin orden ni concierto alguno y con la misma velocidad con que los vasos de vino que alguien ( vete a saber quién) se encargaba de que no estuviesen nunca vacíos.

En el artículo tres de sus Estatutos, la Cofradía se declaraba “machista” y pese a ello contaba con dos mujeres en la misma. Y me dieron rápida explicación:

-Es machista precisamente por eso, porque no admitimos ninguna más, con estas dos tenesmos más que suficiente.

Eras éstas, la presidenta de honor Carmina Xipleta, y la cocinera y dueña del local, Mari, que se incorpora a la mesa a la hora de los postres.

Once más dos son los miembros que la integran, guapos y encorbatados ellos, acuden a la cena: Juan Carlos, Alfredo, Miguel, Manolo, Regueral, Manuel, Enrique, José María, Esteban y Toni. Faltaba Manolo al que el lumbago mantenía “postrado en el lecho del dolor”, según sus compañeros.

Habré de decirles aquí que la Cofradía cuenta en su directiva con un censor.

Cumple Alfredo, Fredy, esta función en una tarea de hacer guardar las formas ya que, dice, “es de razón el velar por el buen comportamiento y forma de los alevines y numerarios, así como de los hermanos mayores que han de dar siempre ejemplo tanto a la hora de comer como a la de beber o cantar”.

Como tantas otras cosas, la Cofradía nació “por generación espontánea. Y, ya se sabe, explican, o al menos lo intentan: uno está aquí… otro allí…y qué vas a hacer…Este es de Logroño, tenía la nariz en Galicia, vino por aquí…., aquí sigue…

 Como oís, clarísima explicación.

Curiosamente, y para ejemplo de muchos que andan perdidos en aldeanismos y culturismos cutres y trasnochados, en la Cofradía hay dos tinetenses que pasan por ser “de los más rebeldes”.

Mientras los comensales comienzan a dar cuenta de un suculento plato, no precisamente recomendado para cena de preocupados por las grasas y el colesterol, Regueral me asegura que “Carmina es la musa de la cofradía y tienen un poderío y un movimiento que ya quisieran esas brasileñas del Cacao-Maravillao”. Al ver la cara de susto que puso el que esto cuenta ante tan rotunda afirmación, Carmina se levanta y entre aplausos y vítores de los cofrades demuestra la verdad de la aseveración de Regueral. Avanza la cena y llega el arroz con leche. De inmediato salta la recomendación desinteresada:

-Echái canela que íes afrodisiaca

Metidos ya en cafeses y chupitos, los cofrades acuerdan por unanimidad que José María, cariñosamente conocido como Josepo, debe mejorar su imagen y, argumentan, “hace ya tiempo que se dejó la barba y ahora habrá de complementarla con el bigote”. Es ese momento cuando Penón anuncia solemnemente que tiene que ausentarse de Cangas una temporada. Le instan a que venga todos los jueves ya que es el encargado “de las sentencias, decires, refranes y latinajos” por los que sus intervenciones “son siempre rotundas, definitivas y totalmente necesarias”. Lo curioso es que el momento que pedía Penón todavía dura

Son los cofrades de las más distintas profesiones que, en su decir, son entre sí “variadas, adyacentes y con profundímetro”.

Avanza la noche inexorable y he de dejar la animada sobremesa.  El himno oficial (con música de Soi en Verdicio) queda sonando entre la helada mientras los más jóvenes idean otro himno paralelo con música de los Rolling Stones.

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R. Mera

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