Mañana de San Sebastián con Juan Luís “El sacristán” y tío Pedro “Parao”

Mañana de San Sebastián con Juan Luís “El sacristán” y tío Pedro “Parao”

Se abrió el día y el sol asomó tímidamente tras los canchos. La helada había sido morrocotuda. Ni siquiera los perros habían asomado aún el hocico a la calle.

Ya lo señalaba el dicho. “El 20 de enero San Sebastián ballesteros y carambanero”, aunque uno no comprenda muy bien la relación entre ambos conceptos.

-¡Juan Luís! ¿A qué coños esperas?

Tío Pedro Parao, zapatero remendón,increpaba así a Juan Luís, el sacristán, a la vez que daba unos golpes en la puerta que denotaban su impaciencia.

Hacía ya rato que habían terminado misa y procesión y Pedro había hecho tiempo para que Juan Luis (mi abuelo) asistiese a los actos religiosos.

-¿Pero qué coños estás haciendo?

-Estoy acabando de afeitarme, bajo enseguida

Junto con Juan Luis salió también tío Quico Trullo, barbero oficial de mi abuelo con el que mantenía un curioso trato. Quico acudía a afeitarlo al menos una vez a la semana y, en reciprocidad éste, que tenía una sastrería, no cobraba a aquel cuando necesitaba un pantalón o una chaqueta. Él llevaba el tejido estrella de entonces, la pana, y la confección era gratis. Tampoco se crean que esta necesidad iba, como mucho, más allá de una vez al año. Éste sistema, llamado “de iguala”, se utilizaba también en otras relaciones, como el médico, el practicante, u otro tipo de servicios intercambiables.

-¿Pero ónde vais tan peripuestos?, interrogó curioso el barbero, al ver que la pareja, debidamente acicalada, se disponía a iniciar el camino.

-¿No te has enterado que hoy es San Sebastián?

La campana gorda

-Hombre vi que había misa y que sonó mucho la campana gorda, pero no fui más allá. Pero digo yo: ¿qué tiene que ver San Sebastián con vosotros?

-¡Hombre!, ¡Mucho!, contestó Pedro con socarronería. Es el patrón de los sastres y los zapateros.

Quico Trullo miró un tanto perplejo a Juan Luís quien asintió al aserto del zapatero y agregó con una sonrisa de oreja a oreja:

-…….y de los borrachos.

Soltaron los tres una gran carcajada y, sin más, Quico se unió a ellos dispuesto a celebrar el santo diciéndose para su caletre que el tal San Sebastián también podría ser el patrón de los barberos ya que, que él supiese, no tenían ninguno.

Iniciaron camino conviniendo que, puesto que el bar de la Flor estaba allí mismo, al lado de la iglesia, bueno sería comenzar allí la celebración ya que, coligieron, no debían de andar tampoco muy lejos los más conspicuos cofrades del santo.

Una vez sentados y ya frente a un buen vaso de vino de pitarra, Quico, que seguía dándole vueltas a lo de la festividad se dirigió a Juan Luis, a quien consideraba más enterado por la cosa de la sacristanía:

-Pero vamos a ver Juan Luis, ¿ese San Sebastián quién era)

-Pues es algo complicao porque, fíjate tú, nació en Francia, se educó en Italia y era soldado del ejército romano-

-¿Entonces no era sastre ni zapatero?

Un San Sebastián

-¡Qué va hombre!. ¡Hasta llegó a jefe!, capitán o algo así. Lo que pasa es que se hizo cristiano y no quería adorar a los dioses de Roma. Y se la encontró, el emperador, que creo se llamaba Maximiano, o Maximiliano, o algo así, dijo que había que ejecutarlo. Y ordenó que fuese asaeteado, muerto por disparos de flechas.

Dieron un largo trago y aguardaron a que Juan Luis siguiese con el relato

-Y así lo hicieron. Pero aquí vino el milagro, por lo que es santo. Habréis visto que en la imagen que hay en la iglesia el santo está lleno de flechas clavadas. Pues bien: los que vieron la cosa y los mismos que dispararon lo dieron por muerto, pero al rato, unos amigos se acercaron y al verlo con vida se lo llevaron a casa sin entender cómo, con tantas flechas en el cuerpo, seguía vivo. Y en la próxima parada vemos el resto, sentenció Juan Luis levantándose.

Asintieron los acompañantes y tras abonar los tres reales de la cuenta abandonaron el local.

Sin muchas discusiones decidieron tomar camino hacia casa de tío Diego Álvarez, hecho tomado con especial complacencia por Quico que dedujo que al ser el mismo, amén de tabernero, también zapatero como Pedro, estaría de celebración.

Pasaron de largo por la Plaza dejando a un lado bar de Demetrio por cuanto entendían era un bar moderno, de jóvenes, cervezas, refrescos y cosas de esas.

Tío Diego se encontraba tras la barra, pero informado de la festividad, que él si conocía, decidió alternar con los tres nuevos feligreses que a su parroquia llegaron sin por ello dejar de atender a la clientela que, al ser un día laborable, no era tampoco mucha.

-Bueno Juan Luís, acaba de contarnos qué demonios pasó con el santo y con las flechas.

Dieron todos un trago y el sacristán siguió con su catequesis improvisada

-Bueno, pues los amigos, al verlo todavía con vida, se lo llevaron a casa de una noble romana, ya que al ser romana se fiarían más de ella, y Sebastián estaría más seguro. Allí le atendieron, le cuidaron, lo curaron y ante la incredulidad de todos sanó por completo.

Otra imagen del santo

Pero debía de ser muy cabezota por cuanto por más que le aconsejaron que se fuera de Roma nada, él erre que erre con seguir allí. Y es más, agarró y fue a ver al emperador para echarle en cara que persiguiese a los cristianos. ¡Había que estar loco!. Se cabreó el emperador y mandó azotarlo hasta que muriese, advirtiendo a los soldados de que lo comprobasen bien para que no ocurriese lo mismo que cuando le asaetearon. Y cumplieron los soldados, no se libró de esa, incluso ya muerto lo tiraron a un barrizal. Rato después los amigos lo recogieron y lo enterraron.

-Ta muy bien, pero yo sigo sin saber que tiene qué ver eso con los sastres y los zapateros, volvió Quico a la carga.

-Pues está bien claro, argumentó Pedro, ¿no ves que está casi peletuso y descalzo?; pues eso: necesitaba un sastre y un zapatero.

Soltaron los cuatro una gran risotada y pidieron a tío Diego otra ronda. Consumida la misma entre dimes y diretes cruzaron de nuevo la Plaza, subieron por la Pedrilla y terminaron debidamente aposentados en una de las mesas del bar de tía Tururura, lugar del que eran clientes preferentes y donde más a gusto se encontraban.

Para no andar con el engorro de las cuentas pidieron una botella, la colocaron en el centro de la mesa y ellos mismo se servían cuando así lo requería el momento, momento que solía presentarse con bastante rapidez, lo que llevaba al relevo de la botella y a la demostración del aguante del trio.

Un rincón de Berzocana

Ya habían sonado las tres de la tarde en el reloj de la iglesia cuando nuestros conmilitones decidieron dar por suficientemente celebrado el santo y marchar “cada mochuelo a su olivo”.

Tenían un año por delante para intentar averiguar lo del patronazgo. Advirtamos a nuestros lectores que el tal no figuraba en santoral ni documento alguno y era tan solo celebrado por Pedro y Juan Luís. Bueno, como hemos visto a ellos se unieron en esta ocasión tío Quico Trullo y Diego Álvarez.

Mi recuerdo para todos ellos en este día de San Sebastián de 2021

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R. Mera

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