Un año más de Parque a Parque. Del de Fuentes al de las Villuercas

Un año más de Parque a Parque. Del de Fuentes al de las Villuercas

Un año más he cambiado Parque por Parque. El de Fuentes del Narcea por el de las Villuercas.

A cierta edad, tras un largo invierno de nublinas, aguas y fríos, los huesos piden calor y los músculos, desgastados y flojos, claman por el sol revitalizador. No le dimos más vuelta y sin esperar tan siquiera la entrada oficial del verano, subimos Leitariegos arriba, disfrutando de las vistas pues hacía ya bastante tiempo que no circulábamos por esa carretera.

Adentrándonos en Laciana no tardó el sol en salir a nuestro encuentro y comenzar a calentar. Ya lo hacía cuando paramos en una gasolinera (La Hacienda) unos kilómetros antes de llegar a Benavente. No obstante, Castilla aún disfrutaba de una suave brisa. Decidí tomar un café y estirar un poco las piernas antes de que el dichoso chivato del coche, me advirtiese que debía de parar mostrándome en pantalla un café o infusión humeante. Cosas de la técnica que, amén de que paremos a tomar café no tardará en advertirnos que también debemos mear antes de seguir adelante, aunque seguramente utilizará alguna expresión inglesa que suene mejor a los delicados oídos de los puristas de lo correcto, no sea que hiramos alguna sensibilidad.

No tardarán los coches en advertirnos que también debemos mear antes de seguir adelante

Y hablando de técnica no puedo por menos de contarles uno de “los nuevos juguetes” que traen incorporados los vehículos. Me pareció muy bien lo del limitador de velocidad. Pero he tardado tiempo en decidirme a conectar el sistema “crucero”. Tu fijas la velocidad que quieres, le das al on y allá que te va solito el coche, Quitas los pies de los pedales, estiras las rodillas, te repachas sobre el asiento y.. ¡Adelante!. Tardé, en decidirme, y lo hice con muchísima precaución y atención. Bueno más que al modo tradicional.

Poco apoco fui entrando en ello y ahora lo utilizo en tramo fáciles como Benavente- Zamora-Salamanca o viajando a Madrid en días laborables.

Allá a los lejos se recortaban desafiantes los picachos de las sierras a las que me acercaba.

Mediaba ya la tarde cuando me adentré en el Parque de las Villuercas. Los olores de mi infancia salieron a saludarme aunque aún no tan definidos como avanzado ya el verano. En las cercanías las jaras mostraban su verdes tras haber perdido sus flores y exhalaban su perfume. Allá a los lejos, se recortaban desafiantes los picachos de las sierras a la que me acercaba.

Dejé atrás el Almonte con sus curvas cerradas y los tajos que el agua ha abierto en las rocas. La sierra continuaba impertérrita a mi izquierda y al frente mientras que a mi derecha comenzaban a aparecer los alcornocales y encinares de las dehesas. Allá a lo lejos amarilleaban ya las llanuras que acercaba esta zona a Trujillo y la meseta que lo une con Cáceres.

Comenzaban ya a vestirse de rojo los campos cuando aparcaba a la puerta de casa. Mi hermano nos esperaba. Es ahora el único habitante de la misma. Bueno, casi de toda la calle pues tan solo la comparte, amén de la soltería, con Juan Pedro, el vecino de la casa siguiente. Todas las que siguen, tanto a izquierda como a derecha están cerradas, al menos hasta que agosto abra sus días a los oriundos que emigraron y en algunos casos  a sus descendientes.

Estaba plácida la tarde y comenzaban a apagarse los rojos en la Sierra

Colocados los trastos inevitables en estos desplazamientos, salimos a la calle, junto a la fachada de la iglesia-catedral que presenta orgullosos mi pueblo. Estaba plácida la tarde, comenzaban a apagarse los rojos en la Sierra y bandadas de vencejos ( los aviones de mi niñez) volaban a gran velocidad y con gran alboroto entre la torre y los tejados del entorno. ¡Aun no me explico cómo no se estrellan contra los edificios o unos contra otros!

Estaba ya en la cama cuando me comunicaron que tanto en Oviedo como en Cangas, la niebla era protagonista. Miré hacia la ventana abierta y la luz de la calle iluminando el tejado de enfrente, Brillaban miles de estrellas en el cielo. Retiré la sábana, sonreí, y me dejé arrullar por el sueño que comenzó a pesar en mis párpados.

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R. Mera

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