El volador que lanzó Alejandro condensó toda una Descarga

El volador que lanzó Alejandro condensó toda una Descarga

Un volador condensó toda la Descarga

Lució espléndido el día. Las añoranzas y el mono de pólvora se vieron un tanto paliadas por los disparos esporádico que surgían de aquí o de allá; unos controlados otros producto del momento y la ya prolongada ausencia del olor a pólvora.

Pese a todo, el sol animó a unos y otros a echarse a la calle y éstas se vieron animadas aunque sin el bullicio y el gentío de los años sin limitaciones. No faltaron a la cita los del Refuerzo que, a la salida de la Misa Mayor, ofrecieron claveles a cuantas mujeres por allí se encontraban.

Tensa espera

Y de nuevo, como ocurrió el pasado año, se vivió un especial momento a la hora en que las explosiones de la Descarga debían atronar los valles cangueses. Hacia las siete, la imagen de la Virgen del Carmen fue colocada a la puerta de entrada a su capilla para que acudieran a venerarla cuántos cangueses quisieran. Un dispositivo de control de entrada y salida permitió que pudiese hacerse cumpliendo todos los protocolos sanitarios.

Hacia las ocho y cuarto se inició una oración comunitaria que desde, el puente medieval de Ambasaguas y los alrededores de la capilla fue seguida por muchos fieles. Miembros de la Peña el Refuerzo ofrecieron a la Virgen la Medalla de Oro que la Sociedad de Artesanos les concedió en este año. Muchos de los componentes de esta peña se encontraban también concentrados en el Prao, frente a la ermita.

Cuando el reloj de la Basílica llegaba a las ocho y media de la tarde, sonó el campanín. Como sucede cuando la imagen de la Virgen llega al puente, la tensión se acumulaba y el momento tensaba a unos y otros. Sonó de  nuevo el campanín. Luis Martínez, presidente de la Sociedad de Artesanos se adelantó unos pasos a los miembros de la Ejecutiva que, debidamente uniformados le acompañaban en el Prao del Molín, con un volador en la mano.

El disparo

Y allí esperó el momento acordado para lanzarlo una vez terminadas las preces. Pero en ese mismo momento, Luis se volvió, llamó a Alejandro Álvarez, Morrosco, y se lo entregó instándole a que fuese él el que lo lanzase. Otros miembros de la ejecutiva formaron corro animándolo. Alejandro se puso muy nervioso, pero dio un paso adelante y lanzó el volador que condensaba en su explosión la oración canguesa de pólvora que es la Descarga. Nada más salir se derrumbó y se abrazó llorando a Luis y a los compañeros que lo rodeaban. Fue un momento tenso, emocional, vivencial si se quiere. Y aquel chorro de lágrimas de un mocetón como Alejandro tocó la fibra sensible de cuántos nos dimos cuenta de lo que ocurría. No tardaron en llegar sus familiares a abrazarlo

Fundidos en un abrazo

Luis y sus compañeros de Artesanos quisieron compensar así los malos momentos vividos por Alejandro debido a problemas de salud. Por ello y por su gran entrega a la Sociedad.

La Virgen volvió al interior de su ermita. Calló el campanín y los cangueses se fueron alejando hacia el bullicio de la Calle Mayor, cuyas terrazas estaban atestadas.

Esperemos que al año que viene, la imagen de la carmelitana pueda ya subir a la Basílica y a su vuelta, en la tarde, oír de nuevo el gran tronar de la Descarga.

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R. Mera

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