La crisis de “les fabes pintas”

La crisis de “les fabes pintas”

Corría 1.974 y el grupo municipal “agrario” que encabezaban Tito, el de Las Mestas (que después sería alcalde) y Valentín “el de Vallao” logran del alcalde, a la sazón Manuel Miranda, la celebración de un pleno extraordinario para resolver el problema planteado, en su criterio, por el desabastecimiento en La Plaza de determinados alimentos, como consecuencia de la prohibición de alcaldía de vender productor agrarios antes de las tres de la tarde a compradores ajenos al concejo, aunque no especificaba como distinguir a unos de otros

Se lo voy a relatar cual si en directo estuviésemos en el pleno. Fíjense, sobretodos los más jóvenes, en las formas y el vocabulario

-Alcalde: Ante la posibilidad de que quedase desabastecida la Plaza de ciertos productos agrarios, consulté con la superioridad y ésta, como Delegado de Abastecimientos y Transportes, me autorizó para tomar medidas.

-Concejal Fernández Robledo: La medida perjudica enormemente a los labradores del concejo que les cuesta muchos sudores cosechar sus productos y después no tienen libertad para venderlos.

-Rodríguez Verano: Considero que tal prohibición no beneficia a nadie y perjudica a muchos. Queremos saber qué productos faltan en la Plaza y quejas concretas de las personas afectadas

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-Alcalde: Se han quejado la señora de Sanromán Herrero y la señora de Chope, y el producto que escaseó les fabes pintas

-Boto Pérez: Si no las tenían pintas, pudieron comprarlas blancas

-Lobato: La Plaza no debe quedar desabastecida, también mi señora el sábado pasado notó la falta de algunos productos.

-Riesgo: ¡Qué madrugue más! Las amas de casa de los pueblos remotos tienen que levantarse mucho más temprano, dejar a sus hijos arreglados y presentarse en la Plaza a vender lo que cosechan

-Emilio Arias: El alcalde, al ser Delegado de Abastecimientos y Transporte, no tiene por qué dar explicaciones.

Verano.-Pues en honor a la equidad y la justicia debe también aplicar la misma norma a ciertas droguerías y tiendas de confección, ya que algunas veces les faltan artículos para vender a las amas de casa.

Y al final, y por unanimidad, decidieron la libertad de compraventa de productos del campo, incluidas las fabes pintas y el redactor del artículo que era quien les habla, agrega por su cuenta: “sin distinción de credos ni colores, teniendo muy presente que, si determinadas señoras no las encuentran de su color preferido, los agricultores tendrán la obligación de proporcionarlas peladas para evitar posibles indigestiones y ardores consiguientes”.

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R. Mera

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