La canícula y las Cabañuelas frenan la actividad. Les pido una cuota de vaguería veraniega

La canícula y las Cabañuelas frenan la actividad. Les pido una cuota de vaguería veraniega

Julio se apaga con bostezos otoñales. Esta vez, y en esta nuestra Asturias, ha venido revestido más de nieblas y orbayos, de nubes y frescos, que de soles; apenas unos días allá por su medianía han justificado aquello de la excepción y la regla.

En plena canícula veraniega, mañana se inicia agosto que acude cargado de promesas de playas y caminos de montes entre verdes y soledades buscadas en la España vacía en invierno. Llega apuntando siestas y dormideras en cualquier silencioso rincón; pregonando fría cerveza en el chiringuito playero o en la terraza de la casa rural alquilada, o en aquella de los abuelos que aún aguarda en el pueblo ser habitada en invierno.

Llega también el agosto de la pereza, del dejarse llevar, del dejar hacer, del ver pasar los días, y las noches, en la mayor de las indiferencias en cuanto al reloj de la inmediatez o el más largo salir y ponerse el sol.

No ya la pluma como antes se signaba, sino la tecla del ordenador, se muestra reacia, incluso insolente, a la hora de dejar grabada la palabra o la frase que han de conformar el escrito que de forma a la Estampa radiofónica o que ha de acercarse a los lectores de “De acebo y jara”  .

Incluso se adivina la molicie, en su acepción más dulce, tanto en el escribidor como en sus lectores. En agosto, las rutinas se rompen, a veces conscientemente, otras simplemente porque se quedan enredas en las ampliadas horas de sueño de las mañanas, la modorras de las siestas y el alargamiento de las noches.

Hasta  rompen sus rutinas los programas de radio que buscan entretener de otra manera y, generalmente, se pierden en programaciones musicales dirigidas esencialmente hacia los jóvenes que son precisamente los que menos escuchan la radio en estas fechas o programan espacios de contenidos vacuos, cuando no totalmente insulsos y sin interés alguno que pasan desapercibidos.

Pronto comenzaremos Las Cabañuelas para que los pocos campesinos que quedan calculen como va a ser el próximo año en lo que al tiempo respecta. Y de ellas sacará también práctica enseñanza el calendario Zaragozano, que para pasmo de los más modernistas y progresistas, aún se sigue vendiendo en quioscos y librerías.

Pero yo sé que durante los días en que se desarrollan me envolverá la vagancia, andaré de aquí para allá, unas veces con deberes familiares, otras simplemente dejándome ir, pero con las ideas un tanto dormidas y la pereza dormitando ante el teclado.

Por todo ello es por los que le pido su comprensión si la cotidianeidad se rompe y no acudo a mi cita diaria. No me iré del todo, tan solo alguna faltilla que otra, o una menor intensidad en el número de temas. Permítanme una cuota de vaguería y tómense también ustedes un respiro ante mis deslavazadas historias y cantinelas.

¡A divertirse!

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R. Mera

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