Día de la Aparición: Éramos pocos y mayores

Día de la Aparición: Éramos pocos y mayores

26 de octubre 2021, martes. Apenas había terminado de pasarme la enjabonada brocha cuando comenzaron a sonar las campanas. Estaba en Berzocana donde saben mis lectores he convivido con ellas en estrecho espacio desde mi niñez; ahora más de tarde en tarde.

Sonaban mal, desacompasadas, desiguales en intensidad. La gorda se comía a las otras, y la pequeña no conseguía dejarse oír. El martillo no lograba un golpeo nítido, quizás por hallarse desplazado No pude por menos de acordarme de Canete, Eliás, y los monagos que les sucedieron, y del cabreo que se habrían agarrado al oír tal desaguisado de toques en un día tan señalado como el de la Aparición, fecha importante en la villa por cuando se conmemora el descubrimiento de las reliquias de los Santos hermanos, Fulgencio y Florentina, por un labrador que se encontraba arando en las cercanías del pueblo, allá en tiempo de Alfonso XI. Y como se describe en otros tantos casos, la reja del arado se enganchó en la argolla del sarcófago en el que se hallaban las reliquias que aquí se conservan y veneran siendo desde entonces parte esencial y vivencial del pueblo.

Seguí acicalándome como al día corresponde a la espera de los toques siguientes. Es algo que me sucede en el pueblo. Dejo el reloj de pulsera y me dejo guiar por el de la torre y los diversos toques de campanas. Di un salto cuando aquel cantó las doce y seguidamente sonó el toque del Ángelus. Iba a salir la procesión anunciada para esa hora. Y es que amigos, el esquilón no funciona y al parecer lleva así ya tiempo. Explicaré aquí a los más jóvenes, y recordaré a los que ya no lo son tanto, que si la misa o procesión está fijada para las doce, a las once se produce el primer toque de campanas. Es el adelantado aviso que anuncia a la feligresía que deben comenzar a prepararse. A las once y media suena el segundo, hay que acelerar que el tiempo pasa. A las doce menos cuarto suena el primer esquilón, tan solo resta un cuarto de hora para el comienzo. Y justo unos momentos antes del inicio suena el segundo. Estos dos son los que me fallaron en el devenir del tiempo.

Les recordaré también que años antes, cuando en estas festividades llegaba algún predicador considerado de tronío, también sonaba el esquilón momentos antes de comenzar el sermón para que pudieran acercarse a oírlo las amas de casa que habían acudido a la primera misa y se hallaban atareadas en las cocinas

Salgo a la calle cuando mi cuñao Tomás, cofrade de los Santos, lanza los cohetes ayudado por una tabla, algo que haría sonreír a los cangueses capaces de tirarlos, aún mayores, de dos en dos y sin tabla alguna.

Cofrades y berzocaniegos lucen sus mejores galas. El día está espléndido. Se oyen los primeros cantos y sale la procesión, repican las campanas y suenan los cohetes. San Florentina y San Fulgencio hacen su aparición al resplandeciente sol del día.

Como manda la tradición a ella la portan mujeres y a él hombres. Sonrío al recordar como el día anterior, Antonio, otro de los cofrades, explicaba que habría que tener hombres preparados para llevar al santo ya que había muy pocos en el pueblo.

-No fastidies hombre, haberlos hay los, le dijo Valentín

.-Sí, sí, pero la mayoría están como para que los lleven a ellos, no ellos al santo

Y algo de cierto había por cuanto predominaban cayados, bastones y muletas entre la feligresía, no mucha, quizás unas ciento cincuenta personas, que acompañaban a los Santos. Los viejos éramos mayoría absoluta, tan solo algunos niños que aún no habían alcanzado la edad escolar.

Bajando hacia la Plaza Vieja, tal parecía que los Santos paraban de vez en cuando para permitir que los procesionandos siguieran el ritmo de los porteadores, al contrario de que lo sucede en las fiestas de agosto en cuya procesión el público tiene que esperar a las imágenes.

Y veo aquí el momento propicio para reivindicar de nuevo que ésta es la fiesta más importante de todas las del año, incluidas las de agosto cuya misión es homenajear a Fulgencio y Florentina. Así lo hizo saber también el párroco en su homilía y es el sentir de muchos berzocaniegos. Pues aun siendo así, no se saca el Arca con las reliquias, algo que sí se hace en San Fulgencio o en agosto.

A lo largo de la Calle Nueva da la impresión que la procesión se hace más pequeña, se diluye el personal en su recta y todos parecemos más pequeños.

Me llama la atención que en su homilía, sencilla y especialmente motivada hacia los vecinos del pueblo y la devoción a sus Santos, el párroco utilice como fórmula verbal predomínante la tercera persona: vuestros Santos, vuestro gran templo, vuestra fe, vuestro pueblo, vuestra comunidad… me dio la impresión de que todo le era ajeno, que estaba allí de prestado y con ganas de irse. Pero quizás era solo mi impresión, o mis malas entendederas.

En cuanto a los cánticos, dejo al oído de cada cual su valoración, pero me enfado cada año, y mucho, cuando una y otra vez se interpreta el “Gracias os damos Santos poderosos…” en un compás de 4/4 cuando se concibió y se interpretó siempre en un 3/4.

Acabados los actos religiosos, la Plaza tomó vida y se llenaron sus terrazas. No duró mucho, es verdad, pero es que los años afectan tanto al discurrir de las procesiones como al alterne en las terrazas. Fuimos de los últimos en abandonar cuando ya el reloj de la torre había dado las cuatro de la tarde. Y aquí acabó para nosotros la festividad, la tarde trascurrió entre tele y modorra.

Hasta el año que viene si Dios quiere

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R. Mera

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