Mientras haya vino…no hay problemas

Mientras haya vino…no hay problemas

Chamorrín se apartó del mostrador donde llevaba rato con el euro en la mano aguardando, esperando estoicamente, que le sirviesen un blanco. Soltó la frase, cual sentencia de culto escritor latino, girose, y salió al exterior del bar encendiendo un cigarrillo.

En una mesa, junto al amplio ventanal, unos cuatro cangueses de variadas edades y procedencias, discutían acaloradamente sobre lo divino y lo humano, con más voluntad que conocimiento pero, eso sí, con un ímpetu y suficiencia en sus valoraciones, que tal parecía estar cada uno de ellos en posesión de la sabiduría que, allá en la época de mi juventud, nos aseguraban en la catequesis y escuela,  infundía el Santo Paráclito  (entiéndase para los de la ESO y posteriores: el Espíritu Santo ) en todos aquellos a los que, en su infinita sabiduría, decidía iluminar con su Verdad.

Como quiera que me hallara prácticamente a la altura de Chamorrín, oí perfectamente su sentencia y me apliqué en entender que había motivado la tal. Seguían los clientes antes citados inmersos en sus trascendentales discusiones, en las que se percibía más información televisiva de ocasión interesada que lectura de columnas periodística; dicho sea ello sin demérito alguno, pues la intención que se apreciaba era más bien la de dejar pasar el tiempo que la de contribuir con ideas a algún que otro acercamiento a cada asunto de los tratados.

-¡Es una vergüenza, ho! Se nos cierran las carreteras, se vacían los pueblos, se inundan los caminos, no hay camioneros…, la gente tiene que hacer algo

Otro contertulio le cortó en seco:

-Y mientras ellos, ¡hala!, un día y otro con el asunto del bable nes escuelas, bable en el gobierno, bable en el Parlamento, bable en la películas… ¡Hasta echar un pol… tendremos que hacer en bable! ¡Hay que joderse!

– Si echasen un vino de vez en cuando…

Chamorrín volvía exhalando la última bocana del humo del cigarro

-¡Dame un blanquín, ho!, pidió educadamente a la camarera

-¿Vas portarte bien?, le dijo aquella sirviéndole.

 Vació el vaso de su solo trago

-¡Y el paro! ¿Vosotros habéis visto lo que pasa con el paro? ¡De vergüenza! Y todos calladitos, ni dios se atreve a llevar la contraria al Sánchez, y el de Asturias menos. ¡La gente, la gente tiene que salir a la calle

-Mientras haya vino…

Chamorrín se empeñaba en aplicar el practicismo de su realidad al momento.

-¿Ties un euro?, preguntó con enorme tranquilidad a un cliente que entraba

-Lo que tenemos que hacer es echarnos a la calle y acabar con tos ellos… seguía perorando el más impulsivo de los de la mesa que, por cierto, en su vida había asistid o a ninguna protesta ni manifestación

-Anda, dejailo, que no vais sacar n´a en claro. ¡Mientras haya vino, dejailo! ¿Pagas un blanquín?

-Tien razón Chamorrín. ¡Vayan tos al carajo! Y vamos a comer. Toma, pa un blanquín.

-Ya vos lo dije: Mientras haya vino…

Pues eso: que proteste la gente mientras nosotros pontificamos y decimos lo que está mal o lo que no, lo que  hay que hacer o dejar de hacer, pero todo ello desde la mesa del bar y con las indicaciones de este o el otro canal de la tele.

Aunque después de todo… ¡Mientras hay vino!

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R. Mera