Apunta la primavera, un paseo mañanero y el egoísmo de algunos

Apunta la primavera, un paseo mañanero y el egoísmo de algunos

FOTO: Miguel Ángel Pérez

La luz venía poco a poco alargando los días. Tímido, el sol buscaba colarse entre las calles en la pretensión de calentar los pequeños rincones de la villa. Incluso los bancos, vacíos durante el invierno, ahora se acicalaban para recibir los semidolientes cuerpos de los abuelos que buscaban revitalizar sus cansados huesos al sol. Revivían también las sendas y caminos, resecos por la ausencia de lluvias, y los prados aguardaban a que éstas acudiesen a llenar y revitalizar sus paletas de verdes.

La vida comenzaban a abrirse, lenta, perezosa, dejándose rogar, en los campos y jardines. Buscaba adelantarse la primavera tras un invierno lleno de fríos y negado en aguas y nieves. La mimosas lucían ya aquí y acullá, florecían algunos árboles y arbustos y las ramas comenzaban a apuntar yemas anunciadoras de flores y posteriores frutos. En el Prao del Molín, las margaritas apuntaban en su empeño de asomarse al sol

En la Plaza de Asturias, en el viejo y añorado Corral, el sol ya lucía y acariciaba tibio los cuerpos de los pocos transeúntes que caminaban por ella. Bajando despacio, dejándose ir sin prisas ni urgencia alguna, Luis se dispuso a cruzar de acera para acercarse hasta el Amador, en cuya puerta ya había distinguido a los primeros clientes, casi todos de su edad o de años muy cercanos. Era la rutina del día a día.

Paró junto a ellos, les saludó, hablaron del tiempo, del hijo de su madre del ruso que andaba repartiendo bombazos sin ton ni son, pero con muy mala leche; del Oviedo, y del Sporting que no levantaba cabeza. Concluyó en que a los presentes les preocupaba más el Sporting y el Oviedo que lo del ruso.

José Antonio, el más joven, amenaza al ruso:

-A mí que no me joda, he; que no me joda el fin de semanaa, o las vacaciones. ¡P´a allá alantre que faiga lo que quiera, pero aquí que no asome el focico  o venga jodernos!

Luis concluyó en que había muchos joseantonios en Cangas, y en Tineo, y en Allande, y en Asturias, e incluso mucho más allá

-A mí que me dejen en paz. Que ellos se maten, se bombardeen, peleen o hagan lo que quieran; que no me jodan el alterne y la comida del fin de semana y mucho menos las vacaciones.

Tras esta declaración de egoísmo e individualismo. Luis se dirigió a uno de los presentes. Le hizo una disimulada seña señalando a José Antonio

-Es lo que hay, le dijo, y siguió con su pausado  caminar pensando en los niños y los viejos de Ucrania. Le invadió un  sentimiento de amargura

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R. Mera