Cura curato

Cura curato

Pasó entre mis pies a toda velocidad. No le distinguí. Seguí caminando hacia la Cruz de los Santos. Otro bicho igual se hizo presente.

-Mira, mira, le dije a Maribel. Estos bichos me suenan de algo

Pasó otro más y Maribel lo fotografió. Me seguía siendo familiar, pero no había manera de recordar de qué, ni mucho menos qué clase de bicho era aquel. Resaltaban las tiras, entre rojas y naranjas, que cruzaban su lomo.

-Espera, dijo Maribel. Lo vamos a saber enseguida. Desenfundó su móvil y trasteó en el mismo. Aquí lo tienes, me dijo enseñándome la pantalla donde aparecía el bicho. Pero no era el mismo que habíamos fotografiado puesto que estaba en otro terreno. Y me leyó una serie de nombres rarísimos, técnicos, propios de Ciencias Naturales.

-Aquí dice también que se conoce como “curato”

¡Se me encendió la luz! ¡Curato! Y me vi en mi niñez por los mismos entornos de olivares, con la cuadrilla de las Carretas, intentando poner patas arriba  a los curatos y soldando la retahíla

-¡Cura, curato, si no me cantas la misa, te mato! Y así solía terminar la cosa.

Al parecer de las tiras rojas que cruzan su lomo surgió el nombre de cura o curato al recordar, dicen, las fajas rojas que utilizaban los seminaristas o las estolas de los sacerdotes al oficiar.

Tenían muy mala fama por considerárselos muy venenosos. Incluso se los llamaba `matahombres´. Así lo confirmaba también la aplicación del móvil que había utilizado Maribel para identificarlo. ¡Menudo invento era eso! Descubierta, la utilizamos mucho, especialmente para identificar plantase.

Mi vecino Juan Pedro me confirmó también la maldad de los dichosos curatos

-¡Fíjate sin serán malos que ni las gallinas los comen! Si los espachurras sale un masa pegajosa, de muy mal ver; es todo veneno.

En este caso fueron las nuevas tecnologías las que me permitieron recuperar unos momentos de mi niñez

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R. Mera