¿Y el pan? Reminiscencias de la postguerra y el hambre

¿Y el pan? Reminiscencias de la postguerra y el hambre

-¿No hay pan?

La pregunta me llegó cuando mi hermano Miguel aún no había terminado de sentarse a la mesa. Repentinamente me vino a la memoria la imagen de mi madre sentada en la misma mesa

-¿Es que no hay pan?

Y como en cascada la voz de mi suegra

¿Es que no se pone pan en la mesa?

El pan como elemento común y definitorio en la alimentación. El pan como elemento principal en la mesa. El pan como recurso esencial contra el hambre.

Y quizás sea por esas reminiscencias de los años del hambre por lo que mi madre y mi suegra, que vivieron aquellos años, tienen el pan como referencia, el pan no puede faltar nunca en la mesa.

Mi hermano, solterón que vivió con mi madre casi sesenta años, heredó la esencia del pan, los gestos, su fija eterna presencia en la mesa como elemento insustituible, e incluso la rutinaria costumbre de partirlo como primer paso antes de comenzar a comer.

“El pan no se tira, se besa y se da en la mano”, repetía mi abuela materna, Juana, si veía que alguien soltaba o “tiraba” el pan sobre la mesa de mala manera, sin miramiento alguno. Y así lo hacía ella. Era el reconocimiento a un alimento al que se confería el carácter de “sagrado”, algo que nos había dado Dios como dio el maná a los israelitas cuando cruzaban el desierto hambrientos y desesperados.

Con el paso de los años esa cultura del pan fue desapareciendo en muy diversos ambientes. Incluso son muchos los domicilios en los que no entra, o tan solo lo hace un día o dos a la semana. Incluso las nuevas tendencias de modas y regímenes tienden a su supresión: el pan engorda nos repetían y aún repiten.

-¿Y el pan?

La pregunta me hace recordar como el pan, según dicen los estudiosos,  nació gracias al azar. Un olvidadizo hombre en el periodo neolítico hizo una papilla con semillas y cereales y, sin querer, la dejó expuesta al sol. Al regresar, encontró una torta granulada, seca y aplastada que, según dicen los que de ello saben, fue la primera manifestación de este delicioso alimento. Desde ese momento, el pan ha ido de la mano con la evolución de la humanidad, pues ha tenido presencia en las conquistas, descubrimientos y revoluciones, en las que el hombre ha participado. Hoy existen más de 300 variedades.

 Y egipcios, griegos y romanos fueron avanzando en su elaboración  y difusión. Durante la Edad Media descendió el cultivo de cereales y, con ello, vinieron periodos de hambre. A finales del siglo XVIII aumentó la producción de trigo y se mejoró la calidad de la harina. El precio de este alimento bajó al aumentar su oferta y el pan blanco, antes asequible sólo para determinadas clases sociales, llegó al alcance de toda la población.

Fue y sigue siendo la solución a hambrunas y periodos de dificultades económicas. Aquí el más reciente ha sido  el de la posguerra al que al inicio de esta crónica me he referido, cuando para adquirirlo, si es que se encontraba, había que presentar la correspondiente cartilla de racionamiento.

Pan y patatas, patatas y pan. Y aún el mundo sigue necesitando estos alimentos en grandes cantidades.

¿Es que no se pone pan en la mesa?

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R. Mera