El sonar de las campanas

El sonar de las campanas

Hoy les traigo una composición que escribió Nieves “La Jopa”,  hace cincuenta años. Ya les he traído más veces hasta aquí sus escritos. No busquen los más mirados cualidades literarios, versos de decir florido o estrofas de rimbombancia. Nieves simplemente nos traslada su profundo sentir cangues, sus vivencias de otras épocas y sus sentires con simpleza llana de mujer de pueblo. Hoy

El sonar de las campanas

Alguien preguntó una vez

a un indiano que volvía

la sensación que sentía

al llegar a su aldeina.

Con lágrimas de emoción

contestó con alegría

que lo que le hizo vibrar

de verdad y corazón

fue el toque de las campanas

invitando a la oración

¡¡Las campanas!!

Tiene nuestra colegiata

dos torres y tres campanas

y hubo tiempo en que  el pueblo

dependía de sus llamadas.

Todo el mundo conocíamos

sus toques, y en cada casa

su tañer nos marcaba

fiestas, entierros o desgracias.

El toque de la oración

reposado en su tan…tan…

y el Rosario de la Aurora

despertando al holgazán.

El viático, apurado el toque

señalando que había prisa

pues alguien estaba en puertas

de presentarse a su cita

El toque de difuntos

con dos días y dos noches,

tan…tan…tan…

era lúgubre y miedoso

y a todos sobrecogía

aquel toque tenebroso.

Y a veces a media noche

cuando la gente dormía

empezaban las campanas

a rebato y a todos estremecían

pues por su toque apurado

algo quemaba en la villa.

Y en las solemnidades

de nuestra santa parroquia

el grave acento sonoro

del profundo campanón

daba su mejor realce

a la insigne precesión:

Tres días hay en el año

que relumbran como el sol:

Jueves Santo, Corpus Cristi

y el Jueves de la Ascensión.

El toque del catecismo

era un sonido normal

y el de las Flores de Mayo

y alguna novena más.

Había un toque diferente,

también algo singular,

 cuando un pequeñín moría

a la hora de enterrar

el sonar de las campanas

era alegre, musical,

cantarín, cascabelero…

¿Qué pasa? nos preguntamos:

Un ángel que sube al cielo.

Y cuando en Semana Santa

enmudecían las campanas,

La gente andaba a disgusto

como si algo nos faltara.

Y aquella hermosa mañana

de Pascua Pentecostés

las campanas se volcaban:

¡Cristo nos volvió otra vez!.

Y con botellas, pucheros,

cazos, jarras de las que hubiera

a buscar agua bendita

para que suerte nos diera.

Y quiero dejar aquí

una oración que yo oí

a una muyer muy vieyina

que la escuché y la aprendí.

Con una ramo de laurel

mojaba en agua bendita

 y repetía sis cesar

empapándose ella misma:

Marchad diablos y lagartos

y toda mala visión

que aquí está el agua bendita

y el ramo de la Pasión.

Quizás sea una bobada

el haber dicho esto aquí

pero el pasado es historia

Y la historia sale ahí.

¡Qué lejos está todo esto!

El tiempo no se detiene

en su camino al andar

y nuestra querida iglesia

no podía seguir igual .

Hoy las campanas ya suenan

con los ecos del progreso

y ya poco significan

a nuestro querido pueblo.

Hoy tenemos otros medios

para marcarnos el tiempo,

los quehacer cotidianos,

las desgracias, los eventos.

Ya no hay días que relumbran,

no existe el agua bendita

y el toque de las campanas

lo escuchamos para ir a misa.

Hoy ganó en categoría

aunque se pierda el ancestro

y de una iglesia de pueblo

con dos torres, tres campanas,

llegó a ser una basílica

por su estructura cuidada.

                                                  A ello contribuyó

nuestro párroco ejemplar

pues desde que vino aquí

no hizo más que reparar.

Y si algún día se acordara

a este buen cura pastor

yo desde aquí lo bautizo:

¡El cura restaurador!

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R. Mera