Un aniversario más que millonario. De cómo Cangas e Ibias recibieron una lluvia de millones (II)

Un aniversario más que millonario. De cómo Cangas e Ibias recibieron una lluvia de millones (II)

(II)

Viene de ayer: https://www.deaceboyjara.com/wp-admin/post.php?post=48181&action=edit

También hubo casos de mala suerte.  Tal es el de Pin T. que mandó a su hija a cambiar la participación de Navidad al Caniecho y a saludar Antón Chicote. La chavala se lió, saludó al Caniecho y cambió la lotería en el Chicote. Con ello se fue la suerte.

El colmo de la mala suerte lo ostenta Luciano que, tras pifiarla en el sorteo de la ONCE al devolver el número que resultó después premiado, visitó el Caniecho con un viajante y una y otra vez se negó a comparar lotería. Sí lo hizo el viajante. El resultado ya lo pueden ustedes adivinar

Sin embargo, si tuvo un golpe de buena suerte Toño Lombardero. Perdió la participación y cuando fue a comprar  otra no quedaban. Compró un décimo. El mismo día del sorteo encontró la participación de mil pesetas doblada en la cartera detrás del carné de identidad. Triple premio. Para celebrarlo viajó a Londres a visitar a su hija.

Más buena suerte tuvo, llamémosle “El minero”. Entró en el Caniecho y fue a comprar lotería, pero se dio cuenta de que solo llevaba dos mil pesetas y marchaba al pueblo de fin de semana. Si compraba no le quedaba ni para unas cañas. Lo dejó. Al llegar junto al supermercado El Árbol, donde tenía aparcado el coche se arrepintió y volvió a por la lotería. No tardó en retirarse del trabajo.

Antonio T. también jugó con la buena suerte. Llevaba una participación de mil pesetas. Días después volvió al Caniecho con un amigo que pidió lotería. No quedaban ya participaciones y no quería jugar un décimo. Le pidió a Antonio jugarlo a medias. Éste protestó una y otra, vez. No quería jugar más. Para salir del apuro le dijo que “si juega el Caniecho, juego yo”. Cuando no lo esperaban el Caniecho dijo que sí. Número y fracción al décimo y a la participación. Total, 84 millones.

Milio Rengos, llamado “Carretera” era feliz. Tenía tan solo una pequeña pensión y de repente se encuentra con dos golpes de suerte: le reconocen una pensión que pasa de las cien mil y le caen 16 millones.

La Maninega se hizo eco del hecho

Juaco Fraile también se mostraba feliz: le cayeron ocho millones que pudieron haber sido 16 si, explicaba con su peculiar forma de expresarse, “el cabrón del guaje hubiese cambiado su participación en vez de cobrar el reintegro para irse de cubas. Compró un coche y se lo trajeron blanco. Se puso furioso, ¡blanco a él que era furibundo blaugrana! Lo devolvió. Le salió más caro el nuevo… pero no era blanco ¡Faltaría más!

Aquél sorteo sacó de apuros a muchos permitiendo a otros adquirir piso. Citaremos tan solo al popular  “Mambrú”. De los trescientos nuevos millonarios  que aparecieron en Cangas, más de la mitad eran clientes del Caniecho. Menendo y sus amigos sacaron una buena tajada, pero los superaron Tahoces, Arce y los suyos que alcanzaron los 250 millones.

Buana” Perandones también pilló un buen pellizco pero siguió madrugando y haciendo la coruxa a Popó. Luis Gayón, cliente fijo, no jugaba, Asegura que a esas altura de su vida le daba igual, pero se quejaba amargamente pues, explicaba, aumentaron tanto los cliente que no le dejaban pasear agosto.

El Torero batió todos les récores: 150 millones en la lotería y a los pocos días 25 más en la ONCE. Algo debió de pasar que ignoramos pues pocos años después los cangueses, refiriéndose al hecho aseguraban que “lo que cantando se viene, cantando se va”

Modesto y María quizás fueron los que más cobraran. Nunca pudo saberse a cuanto ascendió su premio.

También destapó los buenos sentimientos de otros. A L.P.A le correspondieron 42 millones Dio 10 a cada uno de sus cuatro hijos y él se quedó tan solo con dos. Otro joven cangués llamó por teléfonos a unos amigos que se encontraban fuera para decirles que  jugaban un décimo con él. No les mandó ningún recibo. Tan solo les volvió a llamar para decirles que les tenía guardados ocho millones a cada uno para cuando volviesen

Y cerraremos estas remembranzas loteras con el caso de Pepe “el de Adralés”. Trabajaba en Suiza y un compañero le encargó le comprase lotería en Cangas  pues ese año no podía venir.  Pepe compró tres décimos, dos del mismo número y otro diferente. El gordo cayó en los dos iguales y, aunque sabía que podía haber dicho a su amigo que no le había tocado el premio y haberse así quedado con los 48 millones, fue legal: Llamó a su amigo y le comunicó la buena nueva. Como quiera que Pepe había organizado una fiesta para todos sus amigos del pueblo. Luis Enrique, pues este era el nombre del amigo, cogió un avión hasta Madrid, empalmó con otro a Bilbao y, desde allí a Cangas para participar en la fiesta.

Y hasta aquí esta remembranza de lo acontecido en Cangas en aquellos inicios de enero de 1.993.

Ojala que la historia vuelva a repetirse

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R. Mera