Burocracia, teléfono… y un listillo

Burocracia, teléfono… y un listillo

No tenía muy claro que día fue aquel en que se decidió a hacerlo. Julio estaba ya un tanto harto de las colas, de la burocratización de todo cuanto se mueve, no ya en la Administración, sino incluso, y esto era lo más grave, fuera de ella; del clásico `vuelva usted mañana’, del tiene que ir a otra ventanilla… que se lo visen en el piso de bajo… este impreso no es… Los primeros tropezones los tuvo en las ferias con el papeleo de las reses, los crotales, los veterinario y los oficinistas de la Consejería, pero poco a poco todo se fue complicando aún más, tenía ya la impresión de la obligatoriedad manifiesta de tener que rellenar impresos y formularios hasta para tomar café y no digamos si te decidías por un cubata.

Tuvo que ir a Hacienda a Oviedo y por poco nun afuega alguno de aquellos que le mandaban de una mesa a otra y de un mostrador al siguiente. Ya se había curtido algo papeleando en el ayuntamiento, pero aquello era el acabose. Acabó cabreado y dando un puñetazo encima de una mesa. Logró que le hicieran  caso, pero regresó a Cangas con un cabreo enorme; aquello no estaba bien ni era normal, ni lógico, ni de nadie medianamente educado, pero cagoentoloquesemenea, se dijo, tampoco había paisano alguno en estos concejos que aguantase aquel toreo.

Hizo propósito de enmienda, como cuando aquello de confesarse y la Primera Comunión, pero en cuando tenía que acudir  a una oficina, fuese ella de lo que fuese, ya estaba de nuevo el carnaval de impresos y papeles en marcha

-Oiga mire, lo siento pero esto no es aquí.

-Ya entós ¿ónde demonios tengo que dir? ¿A Tineo o a Cabaña Quinta?

Con la experiencia que había adquirido en unas y otras colas, Julio se dio cuenta de que el funcionario de turno, perteneciese éste a la empresa pública o privada, no tenía empacho alguno en dejar de atender a los que hacían cola presencial para atender el teléfono. Empezó a mosquearse y decido indagar como iba aquello.

Como quiera que donde más evidente era la citada situación era en la cola de los bancos decidió a ello aplicarse. Y allá que se fue incluso alguna veces sin tener que acudir a nada en concreto, tan solo a fisgar.

La cola era de unas diez personas. Sonó el teléfono

-Un momento por favor. El funcionario dejo lo que estaba haciendo con una ciudadana que permanecía en ventanilla y atendió la llamada

-Sí, sí, un momento. Soltó el auricular y le dio al ordenador. Al cabo de un momento tomó de nuevo el auricular:

– Ya, ya… que sí, que está hecho… el cargo… Si… sí, la factura…, dame el correo…

Le dio a la tecla y se levantó a evacuar consulta en otra pantalla. Volvió, Si… mira. Siii, te explico… Casi diez minutos después colgaba el teléfono. Había resuelto el problema al de la llamada mientras la cola esperaba estoicamente.

-¿Perdone, qué quería? Era una urgencia, le aclaró a la paciente clienta de la ventanilla

Cariosamente no se escuchó ni una sola protesta ni un solo reproche entre todos los que esperaban. Al parecer aquello lo tenían ya asumido

Julio aprendió el truco. Y comenzó a presumir del mismo. Estando en la cola del banco llegó un amigo

-¡¡Joder, pues si que hay cola!!

-¿Qué es lo que quieres?, le dijo Julio resuelto

-Tan solo comprobar si me han cargado el recibo del permiso de pesca y ver el saldo… no sea el dominio.

-Eso te lo arreglo yo sin cola. Cogió el móvil marcó un número y vieron como el empleado cogía el teléfono

-¡Oiga! ¿Podría comprobarme si han efectuado un cargo? Es urgente.

– Sí ¿dígame?

Dieron todos los datos que les requería. Les dijeron que sí,  que el recibo estaba cargado, y que había saldo. En tres minutos todo resuelto… y la cola seguía parada.

 -Esto es ser un carota 2.0. dijo Julio riendo

-¡O un empleado con muy poco vergüenza,  que valora más al teléfono que al que está presente precisó el amigo!

Pues eso.

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R. Mera