Descubrimos a Gómez del Collado de la mano de Bogaerts y su libro “Franquismo de cartón piedra”

Bogaerts y Puerto

Hoy les voy a hablar de Jorge Bogaerts, de Jorge y de José Gómez del Collado. El primero, de Llaranes, fue profesor en el Instituto de Cangas del Narcea y serán muchos los que, rondando ahora los cuarenta, aún  le recuerden. Gómez del Collado, arquitecto, nació en Cangas a donde volvió y donde se casó muriendo en esta villa.

Hace poco más de veinte años  Bogaerts publicaba “El mundo social de Ensidesa” (Azucel, 2000),  libro en que encarnó su tesis doctoral, el resumen de su infancia y las consecuencias de la gran empresa. Jorge publica ahora “Franquismo de cartón piedra”, una monografía sobre José Gómez del Collado, el arquitecto de Cangas del Narcea que, algo que pocos sabíamos, creó la imagen de la dictadura tras la Guerra.

Precisa Jorge que Gómez del Collado no era el Albert Speer del franquismo, “aunque lo intento”. Y es que, explica, “no tenía los medios del arquitecto nazi y estábamos en la España de los años cuarenta, en un momento terrible. Él sí, después, tuvo una carrera de cierto interés” En Cangas construyó el puente colgante, el Fuejo, el hotel La Truita… y dejó su huella en múltiples lugares como los bares  el Amador o Riesco. Algunos de esos trabajos, de mucho interés.

En realidad, señala el autor,  “medio Cangas lo hizo él.  Y añade: “Pero esto que cuento en “Franquismo de cartón piedra” es una cosa aparte. Los trabajos que hizo Collado en los primeros años de la dictadura no sé si los ocultaba, pero no hablaba mucho del tema”. Y continúa: “Pasó algunos años en Regiones Devastadas pero, así lo cuento en el libro, le pillaron metiendo la mano donde no debía. Lo acabaron absolviendo, pero a raíz de aquello perdió el renombre. Una de las sanciones que sí que sufrió fue perder el puesto de trabajo Era funcionario. Se vino para aquí, para Cangas y ya rehízo aquí la vida y desarrolló su carrera. Pero aquellos años primeros en Madrid quedaron un poco en la oscuridad. Gómez fue el responsable de los decorados efímeros de los grandes desfiles en los primeros años tras la victoria.

Gómez fue el responsable de los decorados efímeros de los grandes desfiles en los primeros años tras la victoria

Y cuente Bogaerts como descubrió todo esto:

“Estuve en Cangas de profesor. Gómez del Collado acababa de morir el año anterior. Conocía un poco su obra: estuvo a punto de hacer un gran barrio  en Avilés, en el alto del Vidriero, pero el proyecto al final se frustró. Un día me presenté en casa de la viuda con un ramo de flores: “Verá, que tengo mucho interés en Collado”. La señora, superamable, me dijo: “Toma”. Me dio unas llaves. Eran las de un chalé-estudio que tenía en las afueras. Me pasé el invierno allí, por las tardes, mirando los papeles, lo que anotaba en los márgenes de los libros. Lo pensé como tema para mi tesis doctoral, pero después por distintos motivos, no funcionó.

 En 2017, José Ramón Puerto, también arquitecto de Cangas, leyó la tesis sobre Gómez del Collado. Tenía una cierta relación con él. Dio una charla en el museo de Bellas Artes y fui. Fue interesante: recordé toda la obra arquitectónica de Gómez del Collado, pero seguí echando en falta su trabajo en los años cuarenta. Claro, nace en 1906, y cuando se empieza a hablar de la arquitectura es a partir de los cincuenta. Ahí hay un vacío muy grande. Encargué a una hija mía, Licenciada en Historia del Arte que  vive en San Fernando de Henares, que se  acercase hasta el archivo de Alcalá y mirase si tienen algún dato sobre Gómez del Collado”.

Dedicándome su libro

Ahí empezó todo, comenzando precisamente por el proceso que fue lo primero que apareció.

“De no haber vuelto a Asturias, Gómez del Collado habría hecho carrera en Paradores Nacionales: al poco tiempo, la sección en la que trabajaba la integraron en Información y Turismo y los arquitectos que trabajaban con él acabaron todos siendo arquitectos de Paradores”.

“Dio la imagen del franquismo que le pidieron. Como cuento en el libro, su gran saber era que se adaptaba muy bien al momento. Gómez del Collado se fue adaptando al devenir político de la época, a la imagen que gustaba. Hablamos, por ejemplo, de unos decorados inmensos que instalaron en la plaza de Armas, junto al Palacio Real. Ahí hizo dos o tres escenarios imponentes. Hizo también los decorados del Cerro de los Ángeles, que había sido bombardeado. Gómez del Collado acompañaba a Franco cuando este se desplazaba por el verano: cuando llegaba ya estaban instalados los decorados por donde tenía que desfilar. Banderas, guirnaldas… Si venía a Gijón, Gómez del Collado se adelantaba y preparaba el escenario para el desfile de Franco. Lo mismo cuando vino Eva Perón o cuando le encargaron montar las ferias del libro de Madrid después de la Guerra. Era un decorador y fue arquitecto jefe de una sección del Ministerio que primero fue de Falange y después, de Educación. Le pilló la Guerra todavía siendo estudiante y lo llevaron a Valencia, en zona republicana en la que se hizo

un notable quintacolumnista. Tuvo una intervención muy importante en la “liberación” de Valencia. Ahí, por motivos que no conozco en detalle, hizo amistad con el ministro Ramón Serrano Suñer, el cuñado de los Franco. Acabada la Guerra, volvió a Madrid, terminó la carrera y, junto a un grupo de alumnos, entró en Regiones Devastadas.

“No está claro lo de su corrupción. Era la costumbre de la época. Fue la víctima propiciatoria”

Trabajaba con materiales muy efímeros: era cartón piedra. Era un tío muy organizado y aprovechaba el decorado de un lugar en otro. Para lo pobrísimo que era el país, el diseño de la imagen del franquismo que hizo Collado era bueno. Fue el primer arquitecto jefe de Propaganda del régimen, en aquella época, arquitectura de verdad hizo poca.

No está claro lo de su corrupción. Era la costumbre de la época. Fue la víctima propiciatoria. Antes de que la trama subiera más arriba y pillase al Ministro, cayó él. Le siguieron apoyando, pero ya no se pudo reincorporar.

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R. Mera