El okupa y el cabreo de Peña

Pues verán amigos. Uno había oído hablar de los denominados okupas, escrito con `k´, hace ya tiempo. Esos que aparecen un buen día, entran en un edifico abandonado, en tu casa en tu ausencia, o rompiendo la cerradura, e instalándose sin mayor complejo ni problema. El echarlos es ya otro cantar pues la doctrina de lo `políticamente correcto´ está casi siempre, sea por `h´ o por `b´ de su lado. Y da gracias si no te destrozan todo o te levantan el equipamiento.

 Lo que me descoló al respecto fu el siguiente sucedido:

Era de mañana y en estos pasado días de febrero que más eran de mayo que del bisiesto de este año. Caminaba acera adelante a la altura de Santa Catalina cuando Peña me adelanta lanzado cual si a apagar fuego fuese

–Para ho, ¿dónde vas tan lanzado? ¿Es que tiene diarrea?

-Tengo… tengo la put.. que me parió. Tengo un okupa en la huerta que me está jodiendo bien jodido

-¿Cómo que un okupa? ¿Se te ha metido alguno en el caseto?

-¡Que caseto ni que mi madre! ¡En el palo!, ¡está subido en uno de los palos del puente el muy….!

– A ver Peña, ¿cómo coños vas  a tener un okupa subido en un palo. Fijo que esta mañana ya has estado al orujo.

Me agarró del brazo y se colocó frente a mí. En ese momento perdió la  seriedad y esbozando una gran sonrisa me explicó:

-¡Cojonan! ¡Es que es un pato! ¡El okupa es un pato!

Me quedé cómo aquel que va a echar un trago y se encuentra el vaso vacío

–Pero como que…

-Sí hombre sí, que pareces atontao. Explícote: Hace una o dos semanas apareció un pato en la parte de abajo de la casa del Pontón. No tengo ni puta idea ni cómo ni de dónde había salido. Allí estaba tan pancho mirando p´a mí. Ni se inmutó. Pensé que iría de paso y fuíme. Vuelvo al día siguiente y allí esta. Si Peña iba a un lado, allá iba el pato; si iba para otro, allí iba el pato; quise espantarlo, pero qué si quieres. Entós se me ocurrió darle de comer. ¡Buena fui!  Ahora en cuando me ve llegar comienza graznar como un loco ya seguirme, pidiendo comida. ¡Qué pidiéndome! ¡Exigiéndome! No hay güevos a echarlo. Ha  okupao el puente y el prao. El hijo de la gran put..

 Comencé a refirme y Peña me cortó radical:

-¡No, no!, espera que hay más. ¡Ese pato es un gran cab…!

-Hace unos días llego ya nun ta. Respiré aliviado. Comentelo con Alvarón, el maestro ya con algún otro. ¡Anda y a que le den!, dijimos

Y aquí viene lo de por qué voy con prisas. Acaban de decirme que el puto pato está otra vez tan pancho encaramo en la viga de entrada al puente dispuesto a cobrar peaje a todo aquel que quiera cruzar. ¡La  put.. que lo parió! Ya encima el que me lo ha dicho, que no voy ya decirte quién ye, se quiso cachondear ya explicome que los patos se van de parranda como los gatos cuando los entra el furor, ya sabes… el furor de eso. (Peña hacía con la mano un gesto inequívoco de a qué se estaba refiriendo). Ya debe haber estado a la busca de alguna pata, ya en vez de quedarse onde fuese ha vuelto en busca de comida gratis el muy hijo de la gran… Ya voy cabreado, pero seguro que en cuando llegue, me aletee un poco, y me siga de un lado a otro, terminaré dándole más comida. Ya como es listo, pues seguirá de okupa hasta que se jubile y se vaya al asilo, aunque lo mismo tenemos que irnos los dos.

Y ahí siguen, el propietario y el okupa en perfecta camaradería aunque, eso sí, insultándose a más no poder.

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R. Mera