SUROCCIDENTE.- Tito Casado: «La escuela rural, una escuela para la vida”
Tineo acogió no ha muchas fechas el XIV Encuentro de Pueblos Ejemplares, una cita que organiza la Fundación Princesa de Asturias y que llenó el Palacio de Merás. Hubo diferentes intervenciones y entre ellas destacó la del maestro cangués Tito Casado, que impartió la conferencia «Escuela rural, una escuela para la vida». Casado defendió el valor de las escuelas que dan vida a los pueblos, pero también reivindicó mejoras para garantizar su futuro. A continuación, se reproduce su intervención.
Esta fue su intervención:

Me llamo Tito Casado Agudín y casi toda mi vida profesional la he ejercido como maestro en el ámbito rural, en total 28 cursos. Me considero, por lo tanto, un maestro rural. Durante 23 años fui director del Colegio Público Rengos, situado en Vega de Rengos, concejo de Cangas del Narcea y en donde debo decir que fui feliz ejerciendo mi profesión. Soy un maestro vocacional, una persona que tuvo la suerte de ejercer una profesión que me gustaba y de la que disfruté.
Quiero agradecer a la Fundación Princesa de Asturias su invitación a través de mis amigos de Moal, pueblo ejemplar en 2018, saludaros a todos los aquí presentes y animaros a seguir trabajando por vuestros pueblos, yo en este caso voy hablaros un poco de la escuela rural que seguramente muchos y muchas conocéis a la perfección porque habréis estudiado en alguna de ellas.
Empecemos haciendo un poco de historia. En 1926, Luis Bello maestro y periodista de “El sol”, escribe un libro titulado “Viaje por las escuelas de Asturias”, en donde detalla la situación de la educación en esta región. Seguramente eligió Asturias por ser un claro ejemplo donde buscar escuelas distantes y aisladas en muchos casos. En el año 2011, Jaume Borrel, director de la revista Cuadernos de Pedagogía edita un libro que de nuevo se titula “Viaje por las escuelas de Asturias” y entre otros centros, recala en el entonces CRA Rengos, tratando de hacer una comparación con la enseñanza rural de 1926 y la de 2011, es decir 85 años después de aquel primer libro escrito por Luis Bello.
El periodista Luis Bello toma contacto con la primera escuela que se encuentra al entrar en Asturias, concretamente una aldea llamada Brañas de Arriba, cerca del puerto de Leitariegos. Empieza refiriéndose a la maestra que le dice lo siguiente:
“No tiene ningún mérito vivir tres o cuatro meses al año bajo la nieve, porque todo el pueblo vive así. Los niños y las niñas vienen por galerías que labra el vecindario si la nieve queda tan alta que no se pueda abrir calle”. Continúa el periodista diciendo: “Aquí tienen pocos libros, pocas comodidades. Siéntanse en sus taburetes, dejan las madreñas arrimadas a la pared y no son ni mejores ni peores, ni más torpes ni más listos que en la ciudad…”
Este aspecto lo considero importante, porque en esta época ya había maestros que consideraban que los niños de los pueblos no eran diferentes a los de la ciudad en cuanto a capacidades, algo que, aunque no se crea hoy en día, se llegó a cuestionar por algunos pedagogos, aludiendo a la falta de estímulos de los niños de los pueblos o a cuestiones familiares, incluso genéticas, es decir los niños de los pueblos eran, para muchos, inferiores intelectualmente a los de la ciudad y sin embargo y dentro de sus posibilidades, las gentes de los pueblos fueron conscientes de que la escuela, la enseñanza, era algo muy importante aunque siempre lo tuvieron mucho más complicado para escolarizar a sus hijos que los de las villas o ciudades, porque en nuestra zona, allí donde no llegaba la enseñanza pública, donde el estado o el ayuntamiento no enviaba maestros, eran los vecinos los que de alguna manera trataban de dar solución, por sus propios medios, a esta situación. Permítanme en este punto que tenga un recuerdo y reconocimiento para los llamados maestros “chazaniegos” (por provenir en su mayoría de la zona de Laciana, en León). Como les decía, allí donde no llegaba la educación pública, llegaban estos maestros sin título, que eran contratados por una delegación de cada pueblo, que acudía a la llamada “feria de los maestros”. En esta zona había una en Gera, un pueblo del municipio de Tineo y otra en Cangas. Los babianos, los maestros, se agrupaban en un lugar determinado en estas ferias y la comisión de vecinos, enviada para su contratación, les hacía una pequeña prueba:
– ¿Vamos a ver, que sabe usted?
Generalmente todos sabían leer, escribir, el catecismo, las llamadas cuatro reglas y solucionar problemas sencillos… Una vez arreglado el trato se echa la robla en la taberna que consiste en beber unos cuantos vasos de vino, el apretón de manos, propio de todo trato asturiano, y al caer la tarde salen en dirección a sus casas contentos y satisfechos porque llevan el “maestru pa los fius.”
Finalizaba así la selección del maestro por el equipo de evaluación y peritación enviado desde el pueblo ajustando el precio de la temporada, que iba de diciembre a marzo, y que solía oscilar entre 30 y 40 duros. Por ese sueldo el maestro se comprometía, además, a dar escuela por la noche a los adultos. En esta elección eran preferidos los maestros que sabían tocar el acordeón, porque en las veladas de los largos inviernos esta habilidad tenía mucha importancia para los mozos y mozas animando los filandones. Falta solo decir que estos maestros de Laciana, de Babia o de Omaña, dormían y comían un día en cada casa, por esta particularidad también los llamaban “catapotes”.
El último maestro babiano, según el Inspector Escolar D. José Manuel Porrón, buen conocedor del Occidente de Asturias, impartió clases en Tabladiello, Parroquia de Mieldes, en Cangas del Narcea, hasta el año 1975.
Los maestros chazaniegos fueron por tanto una solución para aquellas aldeas que no contaban con enseñantes de la administración.
Como segundo reconocimiento es justo señalar las obras de los indianos. Muchos de estos emigrantes no olvidaron nunca su procedencia y eran conscientes de la importancia de invertir en la enseñanza como fuente principal de desarrollo, y ya fuese a título individual o bien mediante aportaciones colectivas de los originarios de un lugar, surgieron cantidad de escuelas en muchas zonas, financiadas por quienes un día dejaron su pueblo. El indiano conoce su país, sabe que el estado o los ayuntamientos no afrontan la educación en las zonas alejadas y se dan cuenta de que el problema solo lo pueden resolver aquellos que lograron la fortuna suficiente para devolver a sus raíces una mejora en forma de escuela. En todos los concejos de Asturias y sobre todo en la zona rural, se dan escuelas cuyo origen es el dinero americano, en algunas como escuelas unitarias, en otros lugares con edificios que albergan además otros servicios como biblioteca, comedor o escuela de oficios (Boal o Caunedo en Somiedo)… Indicar que durante años los indianos hicieron en la zona rural muchas más escuelas que los gobiernos de turno. En otros lugares fueron los propios vecinos quienes con sus medios y su mano de obra hicieron escuelas o locales que permitían a los nenos y nenas de aquellas olvidadas aldeas acudir, aunque fuera de forma esporádica a la escuela.
Digo acudir a la escuela de forma esporádica, tal y como lo vivió directamente mi madre o mis tíos y aunque la intención fuese que los nenos y nenas acudieran asiduamente a la escuela, muchas veces se planteaba la cuestión de tener que “escoger entre leer o comer”. Es por ello, que los niños y niñas, que ya eran importantes en el trabajo apenas sabían caminar, iban a la escuela solamente cuando el trabajo de la casa podía prescindir de ellos.
En 1935 la inspectora de 1ª enseñanza Teresa Rodríguez realiza una visita a diversas escuelas de esta zona que registra en un diario. En total visita 50 pequeñas escuelas rurales y recoge en un diario una escueta información sobre ellas:
Robledo de Tainás: 29 de mayo de 1935. Virgilio Ayala, maestro interino. No hay más que una niña en la clase, dice que desde que está aquí, marzo, no han venido más. Todo está abandonado. Llueve en la escuela como en la calle.
Villacibrán: 31 de mayo de 1935. Maestro Tomás Flórez (dice para servir a Dios y a usted). Muy anticuado, tiene encasquetada la gorra y no se la quita ni en mi presencia. No hace más porque no sabe. Matriculados 35, en el momento de mi visita hay 19 (…). Saben cosas muy rutinariamente. Emplea métodos muy anticuados, lo hacen únicamente de memoria.
Monasterio de Hermo: 27 de junio de 1935. Ricardo Rodríguez, interino. Matriculados 27, en el momento 17. Tienen cuadernos con faltas corregidas… Explica Geografía y Aritmética bastante bien, hablan con soltura y acierto. Necesita mapas de Europa y España, libros y una mesa para el maestro porque no tiene.
Desde Gedrez a caballo son ¡dos horas…!
Observaciones de estas inspecciones:
Califica a los maestros y maestras buenos, regulares y malos según criterio de la inspectora y habla de algunos con métodos anticuados.
En algunos casos hay aulas que rondan los 60 alumnos.
Hay aulas con problemas estructurales y grandes carencias de materiales.
La inspectora viaja a caballo con distancias enormes entre los pueblos, guiada por algún vecino que la esperaba para ser transportada en una caballería.
Con la llegada de la República y más tarde con el franquismo las aldeas y pueblos se fueron poblando de escuelas. Escuelas basadas en el trabajo individual de los maestros o maestras allí destinadas y cuyos materiales se reducían, normalmente, a poco más que la pizarra y la tiza.
Pero llegan nuevos tiempos y hay un antes y un después en la mejora de la calidad de enseñanza rural, que fueron la creación de los denominados Centros de Recursos allá por los años 80. Estos centros contaban con una dotación centralizada que permitía disponer de unos medios inéditos hasta entonces en ninguna escuela rural: equipos de música, mapas, equipos de proyección, libros de lectura, incluso fotocopiadora… todo ello usado de manera colectiva y compartida por el profesorado con destino en los distintos pueblos y que supuso un avance en cuanto a los medios muy importante. Más tarde la creación de los Centros Rurales Agrupados (CRAs) vino a crear una estructura de colegio, aunque con sus aulas dispersas por los pueblos. El maestro o maestra ya no estaba solo en la clase, ahora a la pequeña escuela rural llegaba también el maestro de inglés, el de Educación Física… Tanto los Centros de Recursos como la creación de los Colegios Rurales Agrupados significaron un cambio radical en la enseñanza rural.
Pero esto ya es historia, hablemos del presente.
Hablar de la escuela rural es citar un elemento clave para el mantenimiento de la población y el asentamiento de nuevos pobladores. No obstante, la escuela rural se encuentra hoy en una situación muy problemática que todo el mundo conoce. En los últimos años se han cerrado en Asturias un porcentaje muy elevado de escuelas rurales, han desaparecido varios Centros Rurales Agrupados o se han unificado. Las causas todos las sabemos: la emigración de la gente joven en busca de trabajo hacia las zonas urbana a lo que hay que unir el descenso generalizado de la natalidad en las escasas parejas en edad de procrear que siguen viviendo en la zona rural.
Vivimos en Asturias en una sociedad que, durante mucho tiempo, ha forjado una cultura urbana, céntrica e industrial, todo lo que queda fuera del ámbito urbano parece secundario, cuando no prescindible que incluye también a la escuela rural. Esto se refleja en la evolución de los centros de enseñanza.
Es cierto la escuela rural ha mejora mucho en los últimos años, las dotaciones materiales, los programas, las actividades de nuestros alumnos, etc., pero existe algunos elementos que a mi entender se deberían revisar e intentar mejorar, como por ejemplo el transporte escolar; si no hay 3 km de distancia desde su casa los alumnos tienen que ir por sus propios medios a la escuela, sin más, sin valorar los casos concretos. A veces bastaría con proponer un mejor aprovechamiento de las rutas ya existentes para solucionar este problema
Finalmente, el abandono total tiene lugar cuando el estudiantado accede al llamado sistema de estudios superiores, sean éstos profesionales o universitarios, ya que los centros de estudio están localizados en núcleos urbanos completamente ajenos al mundo rural. Hablando de estudios universitarios, especialmente llamativo es en el caso de los centros de formación de profesorado, donde se preparan los futuros maestros y en donde la escuela rural no cuenta, es como si no existiera. Es por ello que, a la hora de ejercer como docente en el mundo rural, a la mayoría de los nuevos maestros recién estrenados, estos entornos les resultan completamente ajenos. La universidad no enseña a los futuros maestros sobre la escuela rural, no existe como enseñanza, se da la paradoja de que “Escuela Rural” era una asignatura optativa impartida por un profesorado que no conocía para nada la escuela rural, y por supuesto nunca había impartido docencia en ningún pueblo o aldea. Lo digo con conocimiento de casusa, porque durante unos años tuve charlas en donde les hablaba a los alumnos de magisterio de la escuela rural y era como si estuviese hablando de algo totalmente desconocido para la inmensa mayoría, lo viví también con los alumnos/as de prácticas que venían sin saber nada sobre esta enseñanza y así, con ese bagaje, llegan maestros y maestras a escuelas rurales, sin saber muy bien que hacer, escuelas en donde se dan circunstancias como la de atender a un alumnado de diferentes edades, con diferentes niveles, a veces hasta seis niveles distintos y con peculiaridades propias que nada tienen que ver con la zona urbana. Hasta los libros de las diferentes editoriales están pensados solamente para los niños de la ciudad.
Por suerte muchos maestros y maestras se encariñan con esta enseñanza, se identifican con ella, aprenden de los que tienen experiencia, todo ello a pesar de las dificultades que entraña, de la lejanía, de tener que usar el coche particular todos los días… Por otro lado, no hay un trato especial para los centros educativos de estas zonas, por ejemplo, en cuanto a dotación presupuestaria: no es lo mismo llevar un grupo de niños de Colloto a Oviedo a una exposición que hacerlo desde Somiedo, desde Vega de Rengos o desde Navelgas, el coste del autobús ya marca una clara diferencia y sin embargo la aportación de la Consejería es casi la misma para un centro urbano que para uno rural…
En la Asturias vaciada, cuando una escuela cierra generalmente no vuelve a abrir. Echar el candado al aula suele ser la consecuencia de un proceso de huida de la población joven en busca de un futuro más próspero; el símbolo de una decadencia que amenaza la propia supervivencia del lugar. Para casi todas las localidades que tienen que pasar por ese trance, el escenario resulta irreversible, de ahí que es un logro el mantener un Colegio o un Colegio Rural Agrupado -CRA- que casi puede considerarse como un pequeño milagro.
Pero a pesar de estos tres aspectos que, a mi entender, son mejorables, como el transporte, la dotación de recursos e económicos o la formación de los futuros maestros, yo personalmente creo en esta enseñanza y también creo que la Consejería de Educación, ha hecho una propuesta acertada para intentar mantener estos centros educativos abiertos, siempre que se tenga una matrícula mínima de cuatro alumnos, de ahí que tener un alumno más o menos suponga en ocasiones el mantenimiento o el cierre de una escuela y de ahí que facilitar el transporte sea algo fundamental.

Veamos ahora las ventajas que veo yo de enseñar y aprender en la escuela rural.
En las escuelas rurales no hay aglomeraciones y es posible el trabajo y una atención de manera individualizada, se da una especial cercanía con los alumnos, con las familias, y si eres maestro o maestra con empatía te puedes integrar como persona siempre que sepas vivir y entender la idiosincrasia de la gente, incluso fomentar aspectos culturales, asociaciones o actividades participativas. Además, las familias de la zona rural, por lo general, son propicias a acudir y colaborar con las actividades que se organizan desde el centro, saben lo que se hace en la escuela y, en mi caso, dejan hacer al maestro su trabajo sin interferencias.
¿Cuál es el futuro de la escuela rural? Estamos en un momento vital y bastante complicado. El concepto de trabajo agrícola y ganadero de hace muchos años se está perdiendo. El trabajo agrario no es agradecido, no permite descansos, no genera unos beneficios fijos que den tranquilidad. Se han abandonado cantidad de explotaciones agrarias, además se han cerrado minas o empresas que ubicaban a la gente en el mundo rural. La ecuación es clara: si no hay trabajo no hay gente joven, si no hay gente joven no hay niños y si no hay niños no hay escuelas. Si a esto unimos el descenso de hijos por matrimonio la situación y el futuro se presenta muy difícil. Este es, sin duda alguna, el principal problema de la escuela rural: la falta de población escolar.
Ejemplos hay: en Cangas del Narcea, donde había más de 70 escuelas rurales, actualmente quedan apenas media docena, lo mismo podemos decir de Tineo y en la mayoría de concejos del suroccidente. No ocurre lo mismo en el Oriente de Asturias, donde se ha generado una nueva población debido a unas buenas comunicaciones viales y telemáticas que hacen que tengan un aceptable número de alumnos matriculados, dando estabilidad a las escuelas.
El futuro pasa por ser capaces de mejorar la vida de la gente que vive en los pueblos, de que vivir en la zona rural se vea como una ventaja y no como un inconveniente, que el mundo rural atraiga por tener una buena calidad de vida y por supuesto que permita buscar nuevos nichos de trabajo fomentando el teletrabajo, el cooperativismo, la iniciativa privada, dando facilidades y apoyos reales a los que emprenden una vida en los pueblos, que se propicie un tipo de turismo de calidad y que, por supuesto, que la escuela esté a una distancia aceptable y tenga un fácil acceso mediante el transporte para todos y todas, asentando y estimulando equipos de maestros y maestras con iniciativas y proyectos a medio y largo plazo. Es una tarea difícil fundamentalmente, porque hace falta aunar voluntades, implicar a la Administración, a los vecinos, a gentes con iniciativas, creo que es posible, pero hay que hacerlo ya, sin más dilaciones.
Como elemento final sería también conveniente que la oferta de formación profesional fuese adaptándose a los nuevos tiempos, a las nuevas necesidades de las zonas rurales, a buscar una formación que incite a quedarse a aprovechar las posibilidades de vivir y trabajar en pueblos y aldeas. Hay módulos de FP en estas zonas, que llevan en funcionamiento 20 años y cuyo mercado laboral está totalmente muerto.
Vamos acabando y quiero hacerlo con una sonrisa, bastantes problemas tenemos ya en el mundo… Para ello quiero contar alguna anécdota, entre las docenas que vienen a la memoria y que solo se pueden dar si vives y trabajas en una escuela rural y que demuestra que en los pueblos la integración es fácil, el contacto con el alumnado diferente y si se quiere, desde mi punto de vista, mucho más satisfactoria que en las ciudades.
Esta anécdota podría titularse “La vaca Isabel”.
Un lunes a primera hora de la mañana, la maestra les dice a sus alumnos que pasen para el interior hasta la hora de entrar porque afuera hace frio. La maestra era una chica alta y fuerte que irradiaba buen humor por todos los lados y a la que sus alumnos adoraban.
– ¿Qué tal de fin de semana?
– Bien maestra, muy bien, en mi pueblo estuvo nevando…
– Pues en mi casa parió una vaca y dice mi padre que es culona – dijo otro con entusiasmo.
– ¡Que bien! – contestó la maestra.
– Y nos dijo mi padre, a mi hermana y a mi, que le pusiéramos nosotros el nombre…¡y le pusimos Isabel, como tú!
– ¡Así que culona y se llama Isabel, pues muchas gracias!
Las carcajadas de risa de todos los demás maestros que estábamos allí ya se las pueden imaginar. Para aquellos alumnos, que el nombre de una xata fuese el de la maestra era una prueba de cariño, una más de tantas que se dan en estas aulas.
Insisto, quiero ser optimista, se han hecho muchas cosas buenas, se pueden hacer algunas otras o al menos mejorar las ya existentes, remando todos en la misma dirección para que la enseñanza rural siga existiendo con calidad.
Concluyo con un pensamiento en voz alta:
Las escuelas rurales son parte del alma de los pueblos. Son la esperanza del aprendizaje, de la convivencia, del fomento de las costumbres y las tradiciones, pero son también responsables del encuentro con lo moderno, con el futuro, en definitiva, con la supervivencia, el papel que desempeña nuestra escuela rural es la de una educación insertada en la vida, pero también para la vida.