CANGAS DEL NARCEA.- La centenaria promesa mariana del abuelo Benigno

Cangas a principios del siglo XX

Día 16 de julio. Las nieblas que abrieron la mañana fueron retirándose hacia las montañas primero y totalmente después dejando paso a un sol luminoso, radiante, tanto como lo era el día del Carmen en Cangas del Narcea desde hace muchos, muchos años. ¡A saber cuántos!

En una de las paredes que delimitan los espacios que bajan de las almenas al Prao del Molín, Fátima y Aldara, dos jóvenes mujeres canguesas, esperan expectantes sin apartar la vista de la puerta de la capilla de Ambasaguas. Repica el campanín y hasta las aguas del Narcea y el Luiña se rizan con la emoción tal cual sucede con el vello de los cangueses en este momento o con la Descarga. La imagen de la Virgen del Carmen va a iniciar su visita anual a la Basílica de Santa María Magdalena de la que regresará por la tarde.

Fátima tiene en una mano un volador, en la otra una mecha a la que sopla de cuando en vez para mantener viva su brasa. Un paso detrás, su prima Aldara sujeta con firmeza bajo su brazo  el resto de voladores que van a ser lanzados; en la otra mano, preparado, el primero que apurrirá a Fátima en el momento en que esta suelte el que ya tiene en su  mano en cuanto que la imagen  “amanezca en la puerta” tal como su abuelo definía el momento en que  aquella cruzaba el arco de la misma dejando la penumbra  del templo. Mediada la tirada intercambiarán el puesto

Un poco más allá, desde la terraza del Sotero, sus padres Juan y Evencio viven complacidos y emocionados el momento. Primero había sido el abuelo, luego ellos, ahora sus hijas, sus bisnietas. Han pasado casi cien años desde aquella  promesa africana de Benigno y ésta se sigue cumpliendo.

Pero demos un salto hacia atrás para situarnos en aquellos años, en aquella España y en aquella Cangas:

Se iniciaba la segunda década de  lo que posteriormente se conocería como “los felices veinte” que ni por esta zona ni por otras tantas lo fueron. Sin embargo, la economía y la sociedad española comenzaron a experimentar un cambio imparable, todo ello acompañado de un aumento espectacular de la población.

Por un lado, se originó un intento de modernización del país en cuanto a economía se refiere con dos grandes focos: Cataluña y País Vasco. Aun así, el intervencionismo estatal fue palpable en todos los campos.

En el aspecto social, las clases medias eran minoritarias a pesar de su crecimiento, mientras que los obreros industriales (ciudad) y jornaleros (campo) formaban el grueso de la población y en su mayoría vivían en unas condiciones deplorables, tal como ocurría en Cangas del Narcea  aún cuando los estamentos patronales y propietarios de montes y viñas  escribían o mandaban escribir crónicas interesadas en las revistas de entonces realzando lo bien que estaba todo y lo bien que se vivía tanto en la villa como en el concejo. Todo ello hizo que el movimiento obrero (anarquismo y socialismo) arraigasen fuertemente en estos estratos sociales.

Finalmente, es importante destacar que, a pesar del alto índice de analfabetismo del país, la cultura experimentó un avance lento y progresivo gracias a la labor de numerosos intelectuales, pero esto fue llegados ya los treinta.

La crisis económica fue mucho más decisiva para España que el desastre del año 1898. Las circunstancias de la guerra colonial indujeron a una política monetaria que resultó positiva, dadas las circunstancias económicas que se tenían.

Durante aquellos años del inicio de la centuria de 1.900, Cangas del Narcea no era ajena a la crisis del campo que vivía todo el país, la pobreza, cuando no la miseria, se asentaban por uno y otros lugares .Por estos lares, la elaboración de vino y la explotación de madera eran las principales actividades industriales, actividades que se prolongaron hasta los años cuarenta del siglo siguiente, cuando la minería del carbón comenzó a expandirse.

La lucha de los cangueses por lograr del gobierno que se aboliese el impuesto provincial que pesaba sobre el vino y que lastraba notablemente su mercantilización afectando muy negativamente al concejo, no se resolvió hasta mayo de 1926, año en que terminaba la guerra de África. El impuesto fue suprimido.

A ello venían a unirse las levas de jóvenes con destino a la guerra de Marruecos, la obligatoriedad de cumplir allí el servicio militar obligatorio y las múltiples detenciones e ingreso en prisión de aquellos que, huyendo de los pueblos, aldeas y villas para no ser reclutados, se refugiaban en lejanos lugares donde no fuesen conocidos y en los que, generalmente, eran detenidos, encarcelados o enviado al frente, cuando no ambas cosas.

En aquellos entonces la vida trascurría a otro ritmo, el aislamiento de muchas zonas era generalizado y de ello no se libraba esta comarca del suroccidente asturiano, aislada incluso dentro de cada uno de los concejos que la integran. Las noticas llegaban a cuenta gotas, muy de tarde en tarde o, en muchos casos ni siquiera llegaban.

Tropas dispuestas a embarcar hacia Marruecos

Pocos sabían, o si lo sabían era muy someramente, de la existencia de la guerra del Rif, también llamada la segunda guerra de Marruecos, un enfrentamiento  originado por la sublevación de las tribus del Rif, una región montañosa al norte del actual Marruecos, contra las autoridades coloniales españolas y el imperio colonial francés. 

En 1912, comienza el enfrentamiento en Marruecos con la resistencia de las poblaciones rifeñas contra los españoles Es el comienzo de un conflicto que se alargaría durante años.

En Llamas de Ambasaguas, un niño con más o menos la misma edad que los dos últimos guarismos del año, Benigno González, de Casa Perico, corría ajeno a todo por los embarrados caminos del pueblo.

En 1921, siendo alcalde de Cangas del Narcea Rodríguez Arango y  presidente del gobierno de España  Eduardo Dato, quien fue asesinado el 8 de marzo de ese año, las tropas españolas sufrieron una grave derrota en Annual, amén de una rebelión acaudillada por el líder rifeño Abd-el-Krim cuyo nombre no tardó el pueblo en adaptar a un `Abelcrin´, así pronunciado. Los españoles se retiraron a unas cuantas posiciones fortificadas (los blocaos) mientras El-Krim llegó a crear un Estado independiente que llegó a funcionar como tal más allá de los papeles: la República del Rif.

El ejército español intenta controlar el territorio mediante la construcción de pequeños fuertes o blocaos, generalmente construidos en lugares elevados y distantes unos 30 kilómetros entre sí. Los blocaos, sin embargo, rara vez tienen agua, lo que obliga a los soldados a ir a buscarla a diario haciendo recorridos,  que en ocasiones son de varios kilómetros, a lomos de mulas o a pie a otros lugares más cercanos bajo el paqueo de los rifeños convirtiéndose así en blanco fácil de los francotiradores o pacos. De este modo, un ejército descentralizado, escaso y mal armado como el rifeño (que no cuenta con apenas artillería y no posee aviones ni barcos) consigue poner en jaque y prácticamente derrotar a un ejército convencional y mucho más numeroso como el español. Es este un ejército desmotivado, desorganizado y corrupto, formado por soldados de reemplazo asustados y deseosos de volver a sus casas. La guerra, de hecho, propiciará la creación de un cuerpo militar más organizado y combativo: la Legión Española, creada a imagen y semejanza de la Legión Extranjera Francesa, cuyos jefes son José Millán Astray  y Francisco Franco . La organización del ejército rifeño, por otro lado, será considerada una de las fuentes de la teoría de la guerra de guerrillas  revisada y recuperada en distintos conflictos a lo largo del siglo XX.

In blocao en el Rif

Hasta que cambiaron las tornas con el desembarco de Alhucemas. Fue este  un desembarco militar llevado a cabo el 8 de septiembre de 1925 en Alhucemas por el Ejército y la Armada Española y, en menor medida, un contingente aliado francés, que propiciaría la definitiva victoria aliada, y el fin de la guerra del Rif.

La operación consistió en el desembarco de un contingente de 13 000 soldados españoles transportados desde Ceuta y Melilla por la armada combinada hispano-francesa. La operación tuvo como comandante en jefe al entonces «Director Militar» de España, general Miguel Primo de Rivera.

La derrota de Abd el-Krim supuso el fin de la guerra para Francia, pero no aún para España, ya que aún quedaban algunos líderes rifeños, antiguos subordinados de Abd el-Krim como El Heriro, que finalmente sería abatido en combate en noviembre de 1926. El día 8 de julio de 1927, tras la rendición del último de los líderes rifeños, el general José Sanjurgo,  alto Comisario de Marruecos, dio un comunicado oficial dando por terminada la guerra.

El abuelo posando con el uniforme de caballeria

Corría 1.921. Al abuelo lo llamaron a filas, al igual que a otros tantos jóvenes de su edad, cuando se encontraba en su pueblo de Llamas de Ambasaguas, muy cercano a la capital del concejo Cangas del Narcea. Tenía que cumplir el servicio militar obligatorio que duraba trs años. Lo destinaron al norte de África, ni unos ni otros de la familia recuerda claramente el lugar concreto al que fue destinado  aunque sí que fue a los   territorios españoles, “a Marruecos”, a un regimiento de caballería. Le tocó vivir la terrible e incomprendida guerra del Rif donde vio morir a miles de compañeros y vivió batallas y situaciones desesperadas.

En una ocasión, una bala mató al caballo de uno de sus jefes directos.  Le vio caer rodando a su lado. Benigno saltó de su caballo y, entre las balas, acudió raudo logrando, con gran peligro de su propia vida, sacarlo de la línea de fuego y ponerle a buen recaudo, su acto de valor y comportamiento posterior le valieron la concesión de una medalla que conllevaba una paga. Al volver de la guerra, Benigno renuncio  a la misma solicitando que el importe correspondiente se destinase a ayudar a los cientos de huérfanos que estaba dejando la guerra. Así se cumplió.

 No cumplió de seguido su servicio militar, Tiempo después de hallarse en el Rif, y como ocurrió a otros muchos soldados, unas fiebres le atacaron con fuerza dejándole en cama y maltrecho. Repatriado a su pueblo tuvo una lenta recuperación. Terminada ésta fue llamado de nuevo a filas al mismo regimiento y lugar.

La guerra afectó negativamente al concejo. Las levas se sucedían unas tras otra reclutando mozos en pueblos y aldeas. Y desde África llegaban a menudo malas noticias. De ello se hace eco la recién creada revista La Maniega que en Agosto de 1926 señala que miembros de su redacción se han trasladado a diversos pueblos del concejo para dar a algunas familias la a trágica noticia de la muerte de sus hijos en la guerra. También en la villa como Menéndez Morodo (Yupi). Manuel García Valledor, de Tebongo; Antonio Rodríguez, de Carballo; Rosendo Fernández, de San Pedro de la Montañas o Manuel Monteserín, de Llamas. También a veces eran buenas las noticias: Volvió a Posada de Rengos Gerardo Agudía después de dos años de cautiverio.

Pero vamos ahora con lo que aquí directamente nos ocupa, el motivo por el cual  Fátima y Aldara se encuentran a punto de comenzar a lanzar voladores en la  procesión de la mañana del día 16 de julio.

Silbaban las balas de los rifeños en todas las direcciones, llegaban desde todos los flancos. Los cabileños se habían desplegado con gran potencia de fuego.  Benigno y un grupo de compañeros se pegaban a la arena caliente pretendiendo fundirse con la misma. No había lugar seguro.

Y así, en los peores momentos, cuando la muerte les miraba directamente a la cara, allá entre neblinas vio la capilla de Ambasaguas, y vio a su Virgen del Carmen. Y entonces, aunque era de izquierdas, surgió en él el sentimiento de devoción a la Virgen que le habían inculcado desde niño.

-Virgen del Carmen, si logro salir vivo de estas matanzas, te prometo que, aunque no tenga para comer o para vivir, cada  mañana del 16 de julio, cundo tu imagen amanezca en la puerta de tu capilla de Ambasaguas, serán mis voladores los primeros que te saluden. ¡Te lo prometo!

En 1.926 se acabó la guerra aunque oficialmente aún tardaría unos meses en hacerse oficial. Benigno se salvó, volvió a su tierra, y desde entonces, y mientras las fuerzas le acompañaron, cumplió su promesa. Después lo harían sus hijos, luego los nietos y ahora los bisnietos.

Evencio apurriendo a su hija Aldara

Recordaremos aquí que en la Fiestas del Carmen de aquel año, el principal acontecimiento fue una corrida de toros, algo nunca visto en la villa. Torearon Juan María Ron y Santiago de Castro Gancedo. Presidió el gobernador militar y a su lado se sentaron dos cangueses que habían sido prisioneros de Abd.el Krim.

Benigno se casó con Carmen, de la Casa de la Obispa, en San Tiso y allí fijaron su domicilio. Trabajó como autónomo en la construcción y levantó lugares que aún perduran como la Destilería del Barrio Nuevo o la casa de la OJE de Leitariegos.

Pasaban los años y la familia fue  creciendo: Narbolina, Margarita, Emilia, Oscar y Manuel, ambos frailes, aunque el primero murió muy joven.

Cuentan sus nietas mayores que Benigno era un hombre afable, divertido y adelantado a su tiempo en lo que al feminismo se refiere. “Ayudaba en casa incluso a  poner pañales, cosa que no hacía nuestro padre, o en la cocina, donde hiciera falta…”

Y siguió con su promesa cada 16 de julio.  Año tras año “tiraba sus palenques delante de Ella al salir por la puerta de su capilla camino de la Basílica”. Tras el paso de los años contó con apurridor, su nieto mayor Juan el del Kiosco que era un neno de unos diez años cuando comenzó en estas funciones.  Cuando al abuelo le empezaron a temblar las manos, pidió a su nieto que los tirara él, y así lo hizo Juan, colocándose cada mañana del día 16 de julio a un lado del inicio del puente de Ambasaguas, desde donde podía ver la puerta de la capilla,  disparando sus palenques mientras el abuelo lo miraba  profundamente emocionado y orgulloso desde la puerta del bar de Eduardito.  Al prohibirse los palenques, los barrenos, los sustituyeron por los voladores.

El abuelo solo tenía un traje y unos zapatos y solo lo sutilizaba el día del Carmen. Debidamente trajeado salía de su casa en San Tiso con sus palenques al hombro camino de Ambasaguas. La mujer, los hijos, todos salían a verle caminar tan elegante y bien plantao con su voladores a cuestas. Incluso cuando comenzaban las explosiones decían reconocer los estallidos.

-¡Esos son los del abuelo!, gritaban los más pequeños.

Murió el abuelo, pero no la tradición derivada de su promesa africana. Su mujer, la abuela Carmen, expresó su deseo de que  se siguiera cumpliendo la promesa del abuelo, que ella costeaba la pólvora. Así se hizo. Y cuando le llegó a ella el momento, nietos primero y bisnietos después siguieron cumpliendo la promesa en la seguridad de que ésta seguirá prologándose en el tiempo por las generaciones venideras.

Y a mí me costa que allá, en ese furaquín que los cánguese tienen en el cielo para ver la Descarga; cada mañana del día 16 de julio, el abuelo se asoma al mismo para ver “la amanecida de la Virgen”. Él prefiere hacerlo en la tranquilidad de la mañana más que en el estruendo de la tarde mientras que en su rostro se dibuja una enorme y complaciente  sonrisa.

Arrecia el toque del campanín, la gente se arremolina frente  a la capilla. En la distancia llega el eco del campanón de la Colegiata que pone contrapunto al campaníl repiqueteo. Con paso lento y ligero bamboleo, la imagen de la Virgen se acerca poco a poco al dintel de la puerta. Tal parece que parpadea para acomodar sus ojos al sol de la espléndida mañana. La Virgen amanece en Ambasaguas.

-¡Por el abuelo!

 Y en ese momento Fátima suelta el primer volador. Y le seguirá otro y otro  a un ritmo acompasado, como de rezo, hasta completar las tres docenas. El último saldrá de la mano de Aldara cuando la imagen corone la Calle Arrastraculos, ya en las almenas.

Cambian los tiempos, las costumbres y las normas. Ahora los nietos y bisnietos de Benigno han tenido que integrarse en la Asociación de Promesas junto con unos cien cangueses más para poder cumplir las promesas hechas por cada uno en cuanto al disparo de voladores. Prima la seguridad y ya no se pueden disparar a mano ni palenques  ni barrenos. Llega la Virgen a la Plaza del Conde Toreno y se gira mirando hacia el barrio que acaba de dejar. Suena una descarga.

Fátima y Aldara se funden en un emocionado abrazo y allá un poco más lejos Juan y Evencio hacen lo mismo emocionados.

Fátima apurruendo a su padre, Juan, nieto de Benigno

Arriba, tras el furaquin del cielo, el abuelo se retira emocionado. Una lágrima furtiva se le escapa. Le dio la impresión de que caía y se evaporaba al contacto con la ardiente arena del Rif.

Un año más la promesa africana de abuelo se ha cumplido. ¡Viva la Virgen del Carmen! se oye en la lejanía.

A la derecha, el abuelo en la procesión del Camen anos después de lo aquí narrado

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R. Mera