El Corpus Cristi ya no brilla en jueves.

El domingo sonó el campanón en Cangas del Narcea, ¿Qué otros días lo hará?

Y aunque no era jueves, sonó el campanón. El dicho aquel de que “tres jueves hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Cristi y el Jueves de la Ascensión”, ha quedado totalmente fuera de lugar. Ahora las fiestas se pasan todas, casi por sistema, a los domingos y así ha sucedido con el del Corpus y el de la Ascensión. De momento tan solo permanece el Jueves Santo.
Y digo que sonó el campanón en Cangas del Narcea por cuanto la campana de la Basílica de Santa María Magdalena así apellida solo suena en muy pocas y determinadas celebraciones. Propongo a mis lectores una prueba: pregunten a sus hijos o amigos menores de treinta años, o quizás algo más, qué días son éstos. Pueden que se lleven una tremenda decepción del olvido cada ve más agudo de la historia local y con ello la pérdida de muy arraigadas tradiciones. No les pongo aquí qué fechas son esas para que ustedes mismos hagan ese ejercicio de memoria. No me decepcionen.
Entre nubes, claros y alguna que otra racha de viento que alborotó a los pequeños de Primera Comunión que acudieron a la procesión, ésta se desarrolló con arreglo a lo tradicionalmente previsto y con menos afluencia de público que en otras ocasiones. No faltaron los voladores desde el Prao del Molín aunque se dispararon con retraso ya que el pirotécnico aguardaba en las almenas a que se girase el baldaquino de la Custodia para disparar. No hubo giro y hubieron de hacerlo apresuradamente cuando la procesión iniciaba el regreso. Creo, y así lo comenté con ellos, que el momento ideal para este disparo es aquel en el que el sacerdote se vuelve con la Custodia para impartir la bendición a los presentes quedando justo de cara a Ambasaguas y el Prao del Molín.

Y aunque todo el mundo tiene derecho a actuar como tenga a bien, no me gustó, y viene sucediendo en los últimos años, que el público que llenaba las terrazas del recorrido procesional siguiese con sus charlas, voces y copas cuando pasaba la procesión. Cada uno es muy libre de tener las creencias que crea convenientes, pero opino que, en cualquier caso, ha de mostrase, si no un respeto, si al menos un mínimo de educación ciudadana o social hacia aquellos otros que celebran un acto propio de su religión que, por otra parte, está muy impregnado de tradiciones y recuerdos acumulados en siglos. Incluso reinaba el ocio porque se celebraba una fiesta religiosa. Cosas que pasan.
He de reseñar también, por el contrario, que algunos de los hosteleros que regentan estas terrazas cerraron discretamente sus puertas al paso procesional de la Custodia

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R. Mera

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