¡La quilica es la quilica y la Descarga es la Descarga! Clases de quilica

En mi pregón de las Fiestas del Carmen de este año de 2013 conté un sucedido.  Algunos cangueses me comentaron si era cierto o novelado con el fin de dar un toque de humor al citado pregón exponiendo como real unos hechos ficticios. Lo pregonado fue real, como lo atestigua la foto de la entrevista que ilustra este artículo. La forma en que se narra y la vestimenta literaria del hecho, si es cosecha del autor.

 MERA.- Momento culmen de la entrevista

Reproduzco el párrafo en cuestión.

 “Apenas pasaba de la una del mediodía del 16 de julio de hace unos cuantos años. Calentaba el sol y una representación de las entonce peñas existentes entraban en la unidad móvil que la entonces “Antena3 Radio” había instalado aquel año justo ahí donde estáis ahora vosotros.

-¡Viva la quilica!, gritó Peña, el mecánico, que cruzaba la plaza con una carga de barrenos para el Voladorón. Los vivas se repitieron una y otra vez para pasmo y desconcierto del locutor.

-¡Quevedo! habla tu que eres abogao, gritó Avello que avanzaba agarrado a una compuesta

 Miguel Ángel Quevedo entró y se sentó frente al locutor. La pregunta era inevitable:

-¿ Quiere explicar a nuestros oyentes qué o quién  es esa  quilica que tanto vitorean?. ¿Es algún acto  o cosa especial de la fiesta ?.

Quevedo se rasca la cabeza, arquea el bigote, levanta la mano, ahueca la voz y sentencia:

– Pues mire usted, es bien fácil y no necesita de muchas explicaciones, y parece mentira que no lo sepa usted que es radiofonista. Fíjese si es fácil que aquí, en Cangas, lo saben hasta los nenos: la quilica es… bueno… como su propio nombre indica, la quilica es especial y esencialmente… la quilica, la mismísima y propia quilica.

Abre la boca el locutor y se queda al borde del suspenso y pasmo total. Al fin reacciona y hace la gran pregunta:

-Bien, bien, ya lo aclararemos más tarde. ¿Podría explicarnos entonces más ampliamente qué es la Descarga ?.

Miguel Ángel pone cara de incredulidad, mira al locutor como si de pardillo en clase veterana estuviere, abre tremendamente los ojos y, adoptando aire de profesor emérito, le espeta:

-Pues mire usted señor locutor, igual, exactamente igual que lo de la quilica. La Descarga es, por definición, la misma Descarga. Y no hay más explicaciones.

Y como todo quedó  tan meridianamente claro y definido no vamos a entrar pues nosotros ahora en disquisiciones lingüísticas definitorias. Como todo el mundo sabe y así está aprobado la quilica es la quilica y la Descarga es la Descarga”.

  Hasta aquí lo pregonado. Agrego un apéndice para deleite de aquellos más curiosos

 Lo que sí hay son varias clases de quilicas. Hace ya muchos años Emilio Morocho, estudioso del  tema, así lo consideraba y, de una u otra forma más o menos ajustada, vino así a clasificarlas:

Quilica seria: Es una quilica adusta, enlutada, rancia, con aspecto de viuda cincuentona de los años sesenta. Prácticamente no se deja ver y es reacia al agua y el aire. Tarda mucho en responder al calor y es áspera y rugosa al tacto. Se anubla con facilidad

Quilica ligera: Es todo lo contrario a la anterior. Se deja ver por cualquier parte y es libertina, propensa al aireamiento y la promiscuidad. No conoce el vocablo “no” y como abeja en verano revoletea de capullo en capullo ya sea en el Regueiro Sanmartín, Obanca, el Parque del Molín o cualquier artilugio rodante o sedente.

Quilica alegre: Es juguetona y musical. Jaranera. Rítmica y melódica. Sabe elegir y mide sus apariciones en función de sus intereses más lúdicos y placenteros. Es como el revuelo de una minifalda en quinceañera visto por un sexagenario. Cortés, galante y sensual, camela y arrulla entre acordes y arpegios de  veladas insinuaciones.

Quilica adusta: Es como fraile de la Inquisición o monja nonagenaria. Hirsuta y seca, está rodeada de repliegues duros y rugosos surgidos por la falta de uso. Está en extinción.

Quilica aventurera: Le gusta viajar, aunque solo sea de Cangas a Tineo. Cuando llega a Oviedo es ya el máximo. Prueba cualquier sistema o método sin cortarse un pelo y sin la más mínima preocupación.

Quedar qeudan más, pero las dejaremos para otra ocasión.

 

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R. Mera

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