BERZOCANA.- De pregones festivos

Hace seis años, en agosto, cuando Paulino Tejero, a la sazón alcalde de Berzocana, me concedió el honor de pregonar las fiestas, mi compadre y amigo Florencio Álvarez me pidió una copia del mismo y me dijo que la uniría a la que ya tenía de cuando fui pregonero la primera vez. Me pilló a contrapié. Por más que lo intentaba no lograba situar ni la fecha en que ello había sucedido, ni mucho menos el pregón.

Tras jubilarme comencé a revolver carpetas no con cientos, sino con miles de recortes de artículos publicados aquí y allá y, entre ellos, encontré el texto del recordado pregón.

Lo había titulado “Los castúos” y fue en 1.969.   Aquí lo recupero para nostálgicos y curiosos

 

Berzocana 08 180

 

“LOS CASTUOS”

 Porque semos asina, semos pardos

Del coló de la tierra

Los nietos de los machos que otros días

Triunfaron en América

(Chamizo)

Durmiendo un sueño de siglos, Berzocana apoya su cabeza sobre las estribaciones de las Villuercas…

En agosto, como un duendecillo que quiere despertar a la villa de su letargo invernal, voces nuevas aprendidas por sus hijos en las urbes trepitantes dan un nuevo aire a sus calles.

Se acercan las fiestas de esta Noble y Real Villa y sus gentes  se preparan para celebrarlas. En la era, las doradas y enceradas mieses se van transformando en el trigo que ha de ser el sostén de la familia… Allá, a lo lejos, el canto bronco y brioso del zagal halla repercusiones de espejuelos en la cercana sierra.

Es el pueblo campesino que trabaja. Son los hombres de esta parda tierra arisca que estrujan con sus manos sus resecas ubres buscando el sazonado fruto. Son los hombres que constituyen la entraña de un pueblo, ¡los castúos!. Los guardianes de lo castizo, los que conservan y defienden la majestad intangible de una estirpe. Los que bajo una áspera corteza, parda como la tierra, guardan el verdadero miajón, la esencia, el jugo, el tuétano de una raza.

Así son los hombres de mi tierra, así son los berzocaniegos. Hombres de manos recias y callosas, de manos besadas por el viento en las mañanas, de manos nobles y honradas, de manos campesinas que trabajan.

¡Salve noble tierra! ¡Salve Berzocana!

Aquí, en lo más hondo de sus entrañas, el verdadero miajón de los extremeños espera con ansiedad el poder portar sobre sus hombros las reliquias de esos Santos que son faro y luminaria de nuestros campos.

Pregonando en el 2008
Pregonando en el 2008

Y en esos días en que ecos broncos resuenan en la campiña; esos días en los que la fraga y piornales de estos campos adquieren relumbres de arco iris; codo con codo con nuestros hermanos, con esos hijos de Berzocana que han tenido que emigrar en busca de fortuna, sabremos dar a nuestras fiestas su máximo esplendor.

Por unos días Berzocana será una pequeña babel en las que se mezclarán los castizos y tan extremeños decires de jacha, jierro y jacer con las estilizadas pronunciaciones de la ciudad.

Pero que nadie se avergüence de esa “h” aspirada o esa “d” final que no suena. Habéis de saber que es siempre la naturaleza la que se impone y que de ella surge todo quieran o no quieran los doctos. Y hemos sido nosotros, los extremeños, los que hemos cambiado nuestro decir buscando dos modalidades divergentes mediante el cambio de letras: la energía y la delicadeza.

¡Berzocaniegos!. Que la alegría corra a raudales en nuestras calles, que nuestra fama hospitalaria se vea acrecentada y que, siempre unidos, sepamos hallar el verdadero camino histórico y social que el destino nos tenga reservado.

Porque semos asina, semos pardos como el coló de la tierra, pero guardando dentro de nosotros el verdadero “miajón de los castúos”.

 ¡FELICES FIESTAS!

 

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R. Mera

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