REMENBRANZAS BERZOCANIEGAS.- De películas, filmes y mozas guapas

La pina

 Olía a hierba recién segada. Mayo doblaba su ecuador y el sol aumentaba su intensidad empujando a la Naturaleza. Las cosechas apuntaban pujantes y los campos eran toda una explosión de olor y color. El silencio invernal de los caminos y sendas se rompía ahora en un coro de trinos, voces, y cantos.

Más arriba de la fuente de las Carretas, un grupo de muchachos, casi todos monaguillos, se hallaban concentrados bajo la pina que, alzándose junto al camino, se elevaba espléndida y  con redondea copa cual centinela del pueblo.

Esperábamos que las campanas repicasen llamando al rezo del rosario, a la celebración de la Flores como a mayo correspondía en el ritual de la Iglesia Católica. Pese a nuestra “profesión” eclesiástica nos encontrábamos muy tranquilos dado que ese día les correspondían los toques de campanas y esquilones a Lorenzo Canete y Elias Rebollo. Hasta que no fuese a sonar el último esquilón no teníamos prisa. Llegado el momento, una rápida carrera nos llevaría hasta el coro de la iglesia para cumplir nuestra misión en ese día: darle al fuelle para que tío Juan Luis, el sacristán, pudiese tocar el órgano.

Nos capitaneaba Juan Sopinas, el tercero en el trío de veteranos junto a los ya citados Canete y Elías, que tenía una sorna tremenda y era especialmente dado a tomar el pelo a todo aquel que se pusiese a su alcance, siempre escudado bajo los gruesos cristales de sus gafas.

Estábamos sentados sobre la pared y Vicente Gordito que se hallaba trabajando en la finca se acercaba hacia nosotros. Juan nos indicó con soniquete guasón

-Vamos a hacerle que diga “película” ya veréis como no es capaz

No tardamos en darnos cuenta de lo que pretendía. Vicente tenía tartamudez y se atascaba especialmente con algunas determinadas palabras, especialmente las que incluían la letra “p” en su inicio. Llegó hasta la pared y sacando un cigarro del paquete de Celtas que guardaba en el bolsillo de la camisa lo encendió al llegar.

-¿Qué pasa chavales, no teníais que estar ya en la iglesia? La “p” patinó ligeramente provocando un guiño cómplice de Juan

-Luego, cuando vaya a sonar el segundo esquilón. Estábamos averiguando qué ponen en el cine el domingo. ¿Lo sabes tú?

Sopinas empezaba a desplegar su estrategia mientras nosotros, malvados como chavales de los de entonces, aguardábamos taimados para reírnos y salir corriendo en el momento oportuno.

-No tengo ni idea, a mi no me preocupa lo que pongan

-Pues hay algunas de esas…de esas… ¡como se llamen! que son muy buenas, sobre todo las del Oeste.

Creo que Vicente le vio venir. Era bastante mayor que nosotros y también bromista. Seguro que no era la primera vez que intentaban dársela.

– Claro que sí, las del Oeste y las de cante español son las mejores.

-¿Las mejores qué? Inquirió raudo Juan

-¡Coño qué va ser!. El film; un film del oeste es siempre bueno pero los de Juanita Reina e Imperio Argentina también.

Vicente resaltó especialmente lo del “film” sonriendo entre el humo que acababa de soltar de una bocanada. (A mí me la vais a dar ,debió de pensar)

El toque de campanas llegó nítido hasta nosotros.

-Venga chavales, a las Flores, dijo Vicente apurando el cigarro.

Y entonces Juan Cotrineja que también se encasquillaba lo suyo, especialmente cuando se enfadaba, gritó:

-¡Vi…. Vi… Vicente!. Vamos a decir pe…pe….pe…. película de una vez pe… pe…pero de corrido para que se fastidien.

 La carcajada fue general, incluida la del propio Vicente, lo que motivó que Juan, colorado como un tomate, saliese zumbando como un cohete sin mirara ni una sola vez atrás.

-¿Así que queríais que lo dijese yo, eh?. Ya estáis zumbando de aquí si no queréis que se los diga a vuestros pa…padres.

La unión de la “p” y la “a” le daba menos problemas pero no impidió se encasquillase levemente. Sonrió y se dio la vuelta.

Tiempo después pude comprobar una y otra vez, especialmente en el bar que regentaba junto con su mujer, Josefa, como evitaba el decir “película”, palabra que siempre sustituía por film.

– Vicente, ¿qué film ponen hoy? Solía decir inevitablemente Isaías Granizo, el sastre, cuando llegaba al bar al anochecer. Siempre encontraba la complicidad de Vicente.

 También guardo muy buenos recuerdos de cuando, junto a Ángel Cerro, nos contaban a los más jóvenes las mil y un anécdotas que corrieron en Madrid cuando ambos se encontraban haciendo juntos la mili. Por cierto que fue el primer relaciones públicas que yo conocí. Detrás de la barra estaba siempre la Josefa y Vicente iba y venía entre los clientes con su eterno cigarrillo entre los dedos.

 

La fuente de las Carretas
La fuente de las Carretas

Bajamos unos pocos metros hasta la fuente de las Carretas que abandonaban en ese momento tio Orejínas y tio Metralla cada uno de ellos con un botijo en la mano que rezumaban agua fresca.

-¿Qué? ¿a ver a las mozas a la puerta de la iglesia?, dijo el primero.

Juan Sopinas cogió el hilo por  la punta y nos soltó la pregunta:

-Oye, a ver, ¿por qué puerta entran a la iglesia las mozas más guapas?, ¿por la de las Carretas o por la principal?

-Por la de las Carretas, contesté  rápido haciendo honor a mi barrio

-Por la principal, señaló Luis Gordura, respaldado por Pablo Chichas

En ese momento se unió de nuevo al grupo Juan Cotrineja al que ya se le había pasado el enfado de la dichosa “película”

-No, no, no; así no vale, hay que dar nombres y luego ya decidiremos, señaló Juan Sopinas advirtiéndonos con el dedo índice extendido

-La Teresa Obispa y la Maruja Chocera, solté yo de primeras

-La Pepita de don Fernando, dijo Pablo defendiendo la otra opción

-Y la Mari Carmen de don Pedro, añadió Luis

– La hermana de la Palmira, la de la corralá de tío Joaquín Peña, que ahora no me acuerdo como se llama

-La Pili y la Fefa Cuadrado, señaló Juan tomando partido

-La Candela

-No vale por una puerta entran mucha más gente que por otra

-La Palmira la hermana de  Ramón Gordito

-La Julia Obispa y la Nati

-Esas son muy mayores

-La otra Candela, la de tío Paco el manco

-La otra Palmira, la de la carretera de Cañamero

-La……   El sonido cantarín de del primer esquilón sonaba subiendo por el Cerro de la Viñas arriba.

Dejamos de buscar nombres de chicas y tras tirar una serie de pedradas a los pájaros que por aquellas higueras rondaban seguimos hacia la iglesia. Llegamos justo cuando sonaba el primer esquilón y nos dirigimos hacia el coro. Subiendo las escaleras junto a nosotros lo hacía un montón de mozas, guapas todas, que conformaban el coro.

¡Si nos damos cuenta antes soltamos el doble de nombres!

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R. Mera

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