BERZOCANA.- Domingo de Pascua,campanas y procesión dividida

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Domingo de Gloria en Berzocana. La “luna de sangre” del Viernes Santo  fue dejando sus rojos a lo largo del sábado. El sol se desperezaba desde detrás de los canchos rompiendo las neblinas de los valles y sacando reflejos de luz al rocío depositado sobre las hojas de los olivos.

Paseaba desde la Fuente de las Carretas hacia la Concepción por la pista de tierra a la que mis paisanos, con mucha sorna, habían bautizado como la B-30 en alusión a la popular autovía madrileña. Un pájaro lanzaba una y otra vez su pi-pi-pi sin que lograse identificarle. Seguro que de haber venido conmigo mi vecino Juan Pedro lo hubiese hecho con facilidad, al igual que habría identificado a todos y cada uno de los que lanzaban sus cantos y trinos revoleteando entre los olivos, las retamas, las zarzaleras y las escobas florecidas. Juan Pedro me había explicado en una ocasión con pasmosa facilidad como se distinguían las romanzas buenas de las malas y otras varias especies de hierbas, árboles y arbustos y hasta los mejores lugares para buscar espárragos. Ahora lo habría hecho con los pájaros Es triste observar como vamos perdiendo nuestra capacidad de contacto y de reconocimiento de la Naturaleza.

El Resucitado
El Resucitado

El sol seguía subiendo. Las campanas repicaron en la distancia rodando sus sones monte abajo camino del río o chocando con el Cogorro. Era un sonar monocorde, automatizado. Las tres campanas del pueblo también han perdido las diferentes clases de repiques que señalaban la solemnidad de la festividad, la importancia del día, la llegada del medio día o el repique con tan solo  la pequeña y la gorda de un domingo ordinario, bajo el sabio manejo de generaciones de monaguillos que los conocían a la perfección. Hasta la festividad de San Sebastián tenía un peculiar toque que se hacia tan solo con la campana gorda. Tan solo el acompasado martillo del reloj golpeando sobre la gorda sigue marcando impertérrito el paso del tiempo señalando las hors y las medias

Apreté el paso. Quería hacer unas fotos de la procesión del Encuentro que tiene lugar en la mañana de cada Domingo de Resurrección. Don José Manuel, el párroco, tenía prisa y aún no habían llegado las manecillas a la hora exacta cuando ya arrancaba el cortejo. Son los inconvenientes de tener que atender en una misma mañana festiva tres parroquias: Logrosán, Berzocana y Solana, todas ellas con sus misas y sus procesiones. Para remate también tenía un bautizo.

Imagen de la Virgen a la salida de la iglesia
Imagen de la Virgen a la salida de la iglesia

Cumpliendo con la costumbre establecida, los hombres emprendieron el recorrido siguiendo al Resucitado por la Calle Santa Florentina mientras que las mujeres, en mucho mayor número que aquellos, lo  hacían tras la imagen de la Virgen por la Calle San Fulgencio. No tengo constancia de que haya protestado ninguna feminista por este hecho que seguro que alguna, con ánimo de notoriedad, calificaría de inmediato como “discriminación machista”. Hacemos notar aquí que tanto hombres como mujeres lucían su mejores galas dando la importancia que tenía al llamado Domingo de Pascua o de Resurrección

Ambos grupos habían de encontrase frente a la fachada del Ayuntamiento. Llegó antes la Virgen, cubierta con su manto negro de luto por la muerte de su hijo. Hubieron de esperar a la llegada de éste. Colocado uno frente a la otra, con un tanto de descoordinación, las mujeres que portaban las andas doblaron las rodillas señalando la reverencia de la madre ante el hijo glorioso resucitado. Antaño, cuando la procesión se desarrollaba con mayor orden y protocolo eclesial, la primera reverencia se hacia en la distancia, otra cuando ésta mediaba y la última cuando ya estaban enfrente. O a lo peor eran las prisas de don José Manuel.

Tras el encuentro la Virgen luce manto blanco
Tras el encuentro la Virgen luce manto blanco

Tras la reverencia, las mujeres, retiran el manto negro de la imagen de la Virgen que queda  cubierta con uno blanco representante de la alegría del reencuentro. El resucitado pasa delante y, ya reagrupada, la procesión inicia el camino de vuelta hacia la iglesia.

La mañana estaba espléndida. Ni una sola nube en el cielo. Terminada la misa, los berzocaniegos, como si obedeciesen una orden no escrita, se dirigieron hacia la Plaza, centro social, vivencial, de ocio, paseo, también de cotilleo, y de alterne de la villa.

Lucía como el domingo de las fiestas de agosto. Mesas llenas y los tres bares que la rodean a rebosar. Saludos, abrazos, interrogatorios sobre hijos, padres y abuelos y mucho preguntar, por los más cotillas, quienes son estos o aquellos que pasan o están en determinada mesa. Hasta las tres de la tarde el ambiente será más que festivo.

Tras la comida, siesta y, para muchos, vuelta al lugar de origen.

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R. Mera

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