NARCEA.- La foto y su pie: intrépidos de ayer y hoy.

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 Sus setenta años pesaban. Carretera Nueva arriba, Juan paseaba sus nostalgias como cada día y cada tarde desde su jubilación. Oyó voces lejanas y cambió de margen. Una especie de escalofrío de placer recorrió su cuerpo. Allá abajo, un nutrido grupo de chavales gritaban y corrían divertidos por el puente sobre el Narcea. De pronto, uno se lanzó al agua gritando. Y le siguió otro… y otro… gritos, aplausos… Las aguas del pozo del Corral se abrían para acogerlos como habían hecho con todas las generaciones anteriores. Y Juan se vio allí de nuevo, en calzoncillos como sus compañeros. Y no apartaba la vista del puente. Y allí estaban él y todos sus amigos lazándose una y otra vez. Y recordó como se escapaban del cole para ir a tirarse al pozo del Corral. Todo cambia, todo permanece

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R. Mera

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