El sobrevuelo de las corcheas y el silencio de la sala: el concierto de Pablo

El sobrevuelo de las corcheas y el silencio de la sala: el concierto de Pablo

(El silencio de la sala)

Sobrevolaban las corcheas, fusas y semifusas, el espeso silencio de la sala. Una sala llena de almas y vacía de cuerpos. Éstos habían perdido su corporeidad al diluirse la misma en pentagramas dibujados desde el desnudo escenario por la guitarra de Pablo Menéndez.

La guitarra. Novia del músico, recibía de éste caricias de ida y vuelta, susurros amorosos junto al mástil; roces etéreos del bordón a la prima.

Pablo Menendez
Foto: Maribel

Un pellizco en la levedad de la yema del dedo se trasforma en una nota suelta, apenas audible, que sobrevuela cabezas y butacas, hasta perderse, sin perderse, en el altillo. Acordes y arpegios van saliendo de las manos de Pablo. Unas manos blancas y etéreas en la distancia que suben y bajas, se paran de repente, se pierden dibujando un arabesco en el aire… y dejan escapar un repunteo de notas que cliquean en el alma de cada oyente transformándose en un indefinido sentimiento. Oyentes en silencio, oyentes entregados, oyentes absortos en la magia de las notas que llora o canta, según cada compás o notas, una guitarra abrazada con pasión y ternura, en la simultaneidad de cada momento, por los brazos y el cuerpo de Pablo.

¿Qué importa el nombre de la pieza que suena?. ¿Qué importa al escuchante el nombre del compositor? .Cada uno se aísla en su butaca; esconde en su yo su sensibilidad (quizás conscientemente desconocida) y se deja mecer en la etérea atmosfera creada a solas consigo mismo; sin análisis, sin pensamientos, tan solo sintiendo.

Se ha ido el tiempo entre la clave y la coda. El silencio de la guitara se ha fundido con el da la sala en unos segundos eternos pero imperceptibles. Pablo ha acompañado con su mano derecha el vuelo hacia el infinito del último acorde. Y es entonces cuando la realidad vuelve a su ser y rompe la sala en aplausos. Se acaba la magia y los ruidos y las palabras inundan de nuevo el aire y se cuelan con muy diversas intensidades por los rincones de la Casa de Cultura de Cangas.

Pablo, escondiendo su timidez entre las cuerdas, se retira contento esperando poder volver pronto a hacernos vivir magias etéreas y sensitivas aislados en nuestra butaca.

Eso esperamos

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R. Mera

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