BERZOCANA. -¡Por fin verano!

15 de agosto. Hoy es un día festivo por excelencia. Uno de esos días en que España, ciudad a ciudad, pueblo a pueblo, y aldea a aldea, se convierte en una inmensa y variada fiesta.

He cambiado las nieblas y el orbayo del suroccidente astur por los amaneceres esplendorosos de sol de las dehesas extremeñas. Aquí, a las faldas de la Villuercas, me he puesto por primera vez este verano el pantalón corto. No es que yo sea muy partidario (a ciertas edades el pudor llega hasta las piernas), pero es el signo de los tiempos y, especialmente, de los veraneantes de ciudad en los pueblos.

Esta noche, también por primera vez, he dormido sin mantas, ni tan siquiera tapado con una sábana, y el asmático reloj de la torre ha vuelto a marcar el trascurrir del tiempo. Y otra vez, como siempre desde que era niño, uno se despierta cuando marca las medias. Y uno nunca sabe en qué momento de la noche se encuentra exactamente. Pero no importa, no hay prisa, ya llegará la luz y con ella se abrirá la mañana y llegará el momento del desayuno, de efectuar el matinal paseo, y contemplar a los aviones con sus vuelos rasante, rápidos y sinuosos, elevarse y picar de nuevo hacia el suelo en maniobras inverosímiles y cruces imposibles,

Pablo ha abierto la iglesia muy de mañana, Son ya las diez y pronto repicarán las campanas llamando a los fieles a celebrar la solemnidad del día.

-¡Melones y sandías!. ¡Mujeres!: ¡a los buenos melones!

A través de los altavoces de su coche, el melonero pregona su género arriesgándose a que le apliquen la Ley de Igualdad de Género. Solo llama a salir y comprar a las mujeres. Es un arriesgado inconsciente que no domina el lenguaje inclusivo y no integra a los hombres como portadores de la misma obligación de salir a comprar melones si ello es necesario. Seguro que repite la misma cantinela que aprendió de sus abuelos y padres.

-¡Melones!. ¡Mujeres”: que vus traigo melones

Y sigue su camino despertando a los más trasnochadores que, desperezándose malhumorados, se acuerdan de toda la familia del melonero.

Es ésta otra imagen veraniega que se repite desde que la mayoría de los huertos donde se cultivaban en abundancia y que abastecían la villa quedaron a hermo tras la emigración iniciada en los sesenta.

Asciende el sol esplendoroso y el calor se hace notar allá por la era de la Mocara. Un hombre pasa con su perro y dos mujeres, cogidas del brazo caminan hacia ermita de la Concepción. Al cruzarnos me da la impresión de que van rezando el Rosario.

Hoy es la festividad de la Virgen de Agosto. Suenan las campanas en miles de pueblos y, bajo muy diversas advocaciones, se precesionan miles de imágenes.

No me consta que ningún partido, ni siquiera Podemos, haya pedido la anulación de esta fiesta por “su notables connotaciones religiosas”.

 

 

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R. Mera

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