BERZOCANA.- La publicidad en las fiestas de antaño

Que estos pasados días de confinamiento por la pandemia han dado para mucho es un hecho evidente. Pero creo que ha destacado especialmente el revisar armarios y cajones casi olvidados y, por ende, el encontrar reliquias de antaño muchas de ellas con toda una carga de sentimentalismos y ausencias.

Y así me han llegado estas hojas correspondientes a un programa de fiestas de Berzocana que me han sonado muchísimo, aunque no sé precisar la fecha. Es más, estoy convencido que el programa al que pertenecen anda por alguno de los cajones de las librerías de mi despacho con algún otro; cajones en los que aún se agolpan papelotes y recortes de notas y periódicos de muy diversas fechas y lugares en un totum revolutum que requeriría para su orden algo más de paciencia de la que yo tengo.

Las hojas, a través de mi hermana Inés María, me las he remitido mi prima Encarna Díez Rodríguez desde Plasencia, quizás porque la ha llamado especialmente la atención que aparezca mi padre y su tío en algunas de ellas. Vistos los anuncios que en ellas aparecen y contratados los recuerdos, mi hermano y yo veníamos en deducir que tienen unos 40 años y podía corresponder a 1.960/62

En la primera, junto a la Farmacia de Alicia Campos, situada en la Plaza, donde hoy se encuentra el Hotel Rural, aparece Juan Luis Rodríguez, mi padre, como representante de las compañías de seguros Caja de Previsión y Socorro y CASER (que aún existe), con sede en la Calle Calvo Sotelo, hoy San Fulgencio, y donde vive mi hermano Miguel. Tanto él como yo recorrimos muchas veces las calles de Berzocana para cobrar casa por casa los recibos de las citadas aseguradoras y las letras de cambio generadas de ventas a plazo que vencían y había que ir a cobrar, cosa muchas veces nada fácil en aquellos años.

Aparece también el programa de actos del que llama especialmente la atención que solo hace público los religiosos, ni rastro de los profanos, lo que no descarta que se encontrasen en alguna otra página del programa, pero lo dudo. Como mucho habría alguna nota relativa a las verbenas del sábado o el domingo en la Plaza; pero es solo una intuición de la experiencia.

De las hojas de publicidad siguientes me ha llamado especialmente la atención la referencia a la tienda de Juan Cendal Cerezo, “tejidos y paquetería”, sita en la Calle Nazareno 15, y cuya existencia se había perdido ya en la memoria del tiempo ido. Fue leer el anuncio y ver su cara. ¡Juegos de la memoria!.

Junto él un clásico, la tienda de tío Horacio y tía Julia, en la Calle León, casi junto a la Plaza. Helados AVIDESA ¡Casi nada!. Antes habían tenido tienda en la Plaza Vieja y donde señala el citado anuncio estaba la tienda de tía Trini, madre entre otros, de tío Horacio y tía Luz, y con muchos descendientes aún hoy en día, en el pueblo y fuera. La abuela Trini, fue abuela tanto de sus nietos como de tantos otros más o menos arrimaos que por allí andábamos.

Curiosos también los que completan la página, llamando la atención el comercio de tía Narcisa, Narcisa Merino Bernal, con el especial protagonismo que le daba Amando, su sobrino, todo un personaje de la época. Casa Bernal fue todo un referente, un poco como los chinos de ahora salvando la época y las ofertas. Estaba situada en la actual Santa Florentina, justo donde se bifurca. Y más arriba, frente a la iglesia, Eduardo Fernández Serradilla,Ancá tía Salera” precisaba quien allí se dirigía o mandaban;toda una institución heredada de tía Sabina, mujer dotada de un especial y sufrido espíritu comercial en el pueblo y su alrededores, y que aún continúan sus descendientes. Es curiosa también la categoría que se da a Manuel Díez Mariscal que aparece como “Corredor de ganados de todas clases” adelantándose el redactor a su época donde estas actividades se englobaban todas bajo la denominación de “tratantes de ganado”.

Al escribir el apellido Díez, con tilde, me vienen a la memoria las dificultades que creaban una serie de apellidos frecuentes en el pueblo y que se cruzaban una y otra vez entre sí.

Desde el Nicanor Diez y Diez (con su mayor y menor), pasando por el Díaz Díaz; Diez Días. Díez y Díez; Díez Díez y así una serie de combinaciones. A ello habría que añadir que los nombres se repetían por el aquel de padre e hijo, especialmente el ya citado Nicanor, Vicente, o Ventura, (también con sus mayor y menor) seguidos de Fulgencio.

Y de nuevo aparece mi padre anunciando su estanco. Estanco que estaba en el propio domicilio y que no iba más allá de un pequeño mostrador en la cocina. Este estanco le había tenido antes la citada tía Narcisa. Tras pasar por mi casa lo regentó tío Horacio y de allí paso a Cipriano Pastor que es donde ahora se halla.

Recuerdo con especial cariño las llegadas de Manolo Alegría, el maestro, a proveerse de sus Celtas Cortos

-¡Cagoenlaleche Inés, voy a tener que dejar de fumar!. Entras en esta cocina y te entra un hambre del carajo.

-¡Ahhh Manolo!, no es la carne, que son patatas; es el ajo, el ajo es el rey de la cocina, le contestaba mi madre sonriente espumadera en mano.

No entiendo el porqué de la publicidad el estanco, era el único del pueblo y había que comprar allí por narices. Sería por colaborar en la edición del programa, me digo.

En la páginas siguientes, y ocupándola toda, aparece de nuevo mi padre, como corresponsal del Banco Español de Crédito. Era este banco el que tramitaba las letras de crédito a las que antes he hecho referencia y que nos llevaba casi cada mañana a recorrer, carpetilla en mano,  todas las calles del pueblo.

Hago aquí otra pequeña parada para resaltar el “pluriempleo” que en la época se daba fijándome especialmente en la figura de mi padre. A los empleos aquí citados de estanquero, corredor de seguros y delegado bancario, digo yo debía de haber agregado los de sastre, sacristán y organista, pues los desempeñó durante toda su vida, junto a los de Secretario del Juzgado y de la Hermandad de Labradores y Ganaderos, aunque estos dos últimos en distintas épocas.

Las coplas y trovas que la completan me suenan mucho a unas llamadas “Coplas de Zorita” que conocí editadas en un cuaderno de tapas rojas y que anduvo por casa durante muchos años y que puede que aún siga por alguna de las librerías que conserva mi hermano Miguel. Me da la impresión de que están copiadas de ese cuaderno las que en esta página aparecen.

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R. Mera

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