Prohibieron las barras, nos quedamos sin confesores

Pues mira tú por donde, amigo Mera, por más vueltas que le doy no acabo de entender yo este tejemaneje o ahora una p´alante y luego dos p´atras, que se traen con el abrir y cerrar, abrir y restringir, de los bares, restaurantes, terrazas y demás.

Ye que debo ser torpe, torpe y aldeano que no entiende el nuevo progreso, la nueva actualidad y todas esas zarandajas. Leo que el número de contagios que se producen en los Colegios, trasportes públicos, botellones y fiestas familiares, es mucho mayor que el que de hostelería, sin embargo todos los palos van a este sector. Y tú sabes bien que no soy chigrero y mucho menos hostelero,

Xuan cabeceaba con la cerveza en las manos cavilando sobre estas cosas, cosas que yo tampoco podía aclararle porque estaba poco más o menos como él. Eran bastantes las situaciones al respecto de cierres, controles, limitaciones, perímetros y otras decisiones que no entendía ni por asomo.

 Y digo yo Cuntapeiro -continuó Xuan- que no ya el cerrar los bares, sino el no poder tomar nada en la barra es casi un atentado contra la humanidad de las personas, sobre todo de los paisanos, y mucho más aún de los que vivimos solos. Y tampoco me convence lo de poner a uno en una punta y otro a la otra, tal parece que las barras están capadas. Convendrás conmigo –continuó- que el acodarse en las barras y dejar pasar las horas arreglando el país con uno u otro amigo, poniendo a parir a los vecinos, o simplemente dando vueltas lentas al vaso de vino en el mostrador mirándolo fijamente, no ha sido siempre relajante y beneficioso, tanto o más que ir al masajista, o incluso al psicólogo ese al que van los americanos a la más mínima y que siempre aparece en las películas. Y eso sucede, digo yo, porque no tienen la tradición de las barras y el alterne con los amigos. ¡Pues todo eso se lo han cargado de un plumazo!. Coligo yo Cuntapeiro que van a crear más problemas sanitaros que los que pretenden evitar.

Sin dejarme tan siquiera abrir la boca, Xuan continuó con su perorata.

-¿Y qué me dices de los camareros? Durante años y años han sido siempre los confesores de la clientela, un hombro sobre el que llorar, sobre todo cuando te habías pasado un pelín de vasos. Y digo yo: si en la barra está uno al lado de otro ¿no será eso menos contagioso que si estás en una mesa uno enfrente de otro? ¡Coño Cuntapeiro!, tampoco hay que ir a Salamanca para eso. En la barra solo tienes enfrente las botellas de las estanterías y las máquinas del café, el camarero te sirve y se va; sin embargo en la mesa todo lo que sale por la boca va al de enfrente, o a los de enfrente. ¿Ves?, ¡no entiendo nada!, pero jódenme estas tonteries,

Convine en ello con Xuan y muy especialmente en la definición del camarero como confesor y confidente. Aquí en España han sido siempre los mejores sustitutos de los sicólogos. Bueno en la práctica los han sustituido.

Quien lo probó lo sabe, ¿verdad Enrique? Y ahora hasta eso nos están quitando.

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R. Mera

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