Niños ricos. Dinero y más dinero en la basura.

Niños ricos. Dinero y más dinero en la basura.

Dibujos de Neto para La Maniega de 1.991

Las bellas, curiosas, simpáticas o pequeñas historias, no ocurren solo en los cuentos o en los libros, a veces tampoco hacen falta grandes plumas ni grandes medios para contarlas.

Es lo que ocurre en el caso que hoy vamos a contarles. El hecho puede suceder en cualquier pueblo, en nuestra calle, en nuestra puerta, incluso pueden haber participado en él nuestros propios hijos.

Corría mayo de 1.991. Han pasado ya treinta años. La jornada matinal se había desarrollado con total normalidad en el C.P. Maestro Casanova de Cangas del Narcea. Niños y profesores se había retirado ya a sus domicilios para efectuar la comida del mediodía ya que entonces la jornada aún era partida.

Hacia las tres de la tarde, al volver…

Algo estaba ocurriendo: carreras por los patios, susurros, rostros congestionados y cuchicheos por esquinas y rincones.

Comienzan a llegar los profesores y alguien, algún enano de los primeros cursos, grita:

-¡Los de cuarto están repartiendo dinero a la puerta del colegio¡. ¡Dan dinero! ¡Regalan dinero!

Y allí fue ella. Desde los patios, desde las escaleras y desde la almenas, surgieron cientos de críos que corrían gritando hacia la puerta de entrada. Junto a la misma, tres chavales repartían dinero a manos llenas. Aquello era un maremágnum

-¡A mí, dame a mí!, ¡A mí no me has dado!. Y entre empujones, las manos se alargaban hacia los que repartían billetes entre gritos, codazos y alguna que otra palabrota.

¡Los de cuarto están repartiendo dinero a la puerta del colegio¡. ¡Dan dinero! ¡Regalan dinero!

Los alumnos cantaban y contaban. Contaban dinero como si fuesen cromos. Los profesores iban y venía sin saber muy bien a qué carta quedarse ni como controlar la situación.  Por uno y otro lado pasaban alumnos a carreras enarbolando billetes. No encontraban explicación lógica a todo aquello, pero los billetes estaban allí pasando de unas a otras manos. A sus preguntas, los alumnos respondían aturrullados y nerviosísimos con mil incongruencias y pisándose las palabras unos a otros en un cúmulo de caóticas explicaciones.

Don José Solís, con un puñado de billetes en la mano, interrogaba a uno de los alumnos:

-A ver, ¿tú cuánto tienes? ¿Sabes si hay más?

-El “Televisivo”, el “Televiso” es el que más tiene

A saber por dónde andaba el “Televisivo” que, lógicamente era uno de los más avispados y así apodado porque una vez había salido en un reportaje que hizo la tele por la villa.

Al día siguiente, después de preguntas aquí y allí, dar coba a unos y otros para que soltasen prenda, logré unir cabos para situar lo acontecido.

A la vuelta de los colegiales a la jornada de tarde, y como era y es habitual, se desparramaron por los alrededores del colegio. Algunos de ellos andaban por las cercanías del quiosco de Anita cuando vieron una serie de libros en los contenedores instalados junto al mismo.

Les picó la curiosidad.

-¡Mira Jesús cuántos libros hay aquí!

Y Jesús, (dejémoslo así) se dirigió decidido al contenedor empezando a sacar libros de uno y otro lado. De pronto, de uno de ellos cayó un sobre atado con una goma. Se abalanzaron sobre él y los rasgaron sin miramiento alguno.

-¡¡Hos..as!!, ¡¡Es dinero!!. Los billetes cayeron en parte al suelo.

Jesús se hizo con la mayoría, pero de inmediato se vio acuchado por Chuchúque reclamaba su parte y comenzó a avisar al resto de los que por allí pululaban.

Ante la presión, Jesús optó por comenzar a repartir billetes. Cada vez se amontonaban más chavales gritando.

-¡Aquí hay más! gritó alguien enarbolando otro sobre. Los chavales iban de uno a otro reclamando billetes

Ante la presión, Jesús optó por comenzar a repartir billetes

Permítanme que les reproduzca el diálogo que mantuve al respecto con algunos de los protagonistas

-Oye Jesús. ¿Por qué repartiste el dinero?

-Es que Chuchú no se podía callar la boca, se lo decía a todos y entonces para que no me lo quitaran todo de golpe comencé a repartir.

-¿Pero quién te lo quitaba?

Todos, pero más Víctor Piculín y el hermano. Éste mi pidió dos mil pesetas y se las di.

En el sobre de Jesús había dos billetes de diez mil pesetas, unos cuantos de cinco mil y “muchos” de mil. Y le llovían los problemas

-A Miguel Ángel le di mil pesetas y luego se las cambié por cinco mil para que me dejase en paz, decía que le gustaba más el color. El de mil se lo di a Juaco, el de octavo; el de mil de Miguel Ángel se lo di luego a Rafael, me contaba un acongojado Jesús que se perdía entre tanto ir y venir de billetes.

¿T tú con cuánto te quedaste?, le pregunté

-Con nada, me respondió con una sonrisa, para seguidamente añadir

-El que sí se quedó con cinco mil fue el otro Jesús que lo encontró conmigo. Se gastó 1.500 pesetas en cromos de las tortugas Ninja

Y terció David:

-Y también nos lo pedían los mayores, uno del Instituto, uno que tenía gafas y otro que era un poco gordo. Luego cuando fui a la Plaza había muchos nenos con billetes. Uno era Ferreiro, otro el de gafas que le había cogido cinco mil pesetas y como ahora se las reclamaba le dijo que las había tirado del puente abajo. Pero no lo hizo; fue por detrás y compró un libro, un corrector y un boli. Lo que pasa es que decía que lo había comprado con sus dineros y no era verdad.

-Se conocía porque el que encontramos estaba muy sucio, precisó Jesús F.

Todo resultaba un tanto embarullado y surrealista, más aún cuando David explicaba que iban por el puente cuando los persiguieron dos drogadictos “uno con cazadora de cuero y otro con el pelo rizado” aseguraba, y también otro señor, querían que les diésemos todo el dinero.

El caso es que tras encontrar el dinero los de cuarto, los más pequeños, comenzaron a aparecer los mayores. La voz se corríó como la pólvora:

-¡Dinero, dinero!.¡Están repartiendo dinero en las puertas del Colegio! 

Y allí los antes citados repartían billetes como si fuesen cromos

-¡A mí uno de mil!. Yo quiero uno de esos verdes!.¡A mí dame uno más pequeño! ¡Joo! ¡A mí solo me has dado dos!

Y seguía el barullo y las carreras. Salva, de séptimo, nos lo contaba así:

Yo venía de la calle que se estaban peleando un señor viejo contra uno de los drogadictos, Y vi a Aziel que cogía billetes a un chaval. Me acerqué y les pedí billetes. Me dieron dos billetes de cinco mil, pero me asusté, se los devolví y le dije que los llevase a donde los había robado. Como me aseguró una y otras vez que los había encontrado en el contenedor, y como también lo decían los otros, se los volví a pedir y me dio el de cinco mil y otras dos mil y salió corriendo.

Donde las vigas de la Gloria encontré cinco mil que habían escondido los mayores.

 Seguimos narrando la aventura. Benjamín relata:

-Yo había ido donde Anita a comprar y entonces vi que taban repartiendo dinero. Me dieron mil pesetas pero cuando fui a clase preguntaron y se las di a la maestra.

José Manuel añade: Yo andaba por allí y vi que repartían dinero, fui para allá y me dieron mil pesetas. Luego, donde las vigas de la Gloria, encontré cinco mil que habían escondido los mayores. Gasté tres mil. El resto lo tengo escondido.

Y esta fue a muy grandes rasgos la aventura que vivieron los escolares del Casanova en la primavera de 1.991.

¿Y cuál fue el final?. Eso está aún por resolver. Nosotros preferimos dejarlo en una nebulosa para que cada uno le busque y ponga el final que crea más adecuado.

¿De dónde había salido el dinero que llegó a los contenedores guardado en sobres sujetos por gomas?¿De qué biblioteca procedían los libros entre los que aparecieron?  Se calcularon en unas 140/150.000 mil pesetas las encontradas. ¿Cómo habían ido a parar allí?

Lo que sí sabemos es que los pequeños, con muchos de los cuales hablamos, devolvieron parte del dinero en el Centro, no mucho. Allí se contabilizaron entre cuarenta y cuarenta y cinco mil pesetas. Y aun cuando se dio parte del hecho a las autoridades todo apunta a que quedó bastante más por ahí repartido. Días después, un chaval, en su propia inocencia nos decía:

-Don Mera, yo todavía tengo mucho escondido. Y se reía pícaro.

Y este es el relato real de aquella movida y primaveral aventura que seguro muchos de los protagonistas directos e indirectos que la vivieron recuerdan muy especialmente.

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R. Mera

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