ÉRASE UNA VEZ

ÉRASE UNA VEZ

Érase una vez un pueblo pequeño y tranquilo perdido entre los montes del Suroccidente asturiano en el que los gritos de los niños se mezclaban con el mugir de las vacas, el ladrido de los perros y el rinchar de los carros acarreando la hierba a los parreiros del mismo…

Bien podía ser éste el inicio de un cuento. De un cuento o de una dolorosa realidad. ¿Y por qué digo esto aquí y ahora? .Pues porque esta tarde, en Onda Cero, oirán ustedes esta entradilla más de una vez. Érase una vez…

Y es que, un año más, nuestros amigos de la Librería Treito han convocado un concurso de cuentos entre los escolares de la comarca. Y un año más han sido muchos los presentados pese a las dificultades que a todo pone la dichosa pandemia que conllevamos.

Los cuentos han dejado de serlo para pasar a reescribir la realidad

Pero esta vez ha habido una novedad que nos ha hecho cambiar la perspectiva que, como jurado,veníamos aplicando sobre los mismos. Esta vez, prácticamente en su totalidad, los cuentos han dejado de serlo para pasar a reescribir la realidad. Una realidad tamizada por la mirada limpia, sin condicionantes ni maldad, de los niños. En la convocatoria se señalaba que los relatos se realizasen sobre la despoblación y el abandono de los pueblos. Y a ello se aplicaron los escolares con un realismo determinante y sincero.

“Mi abuela me contaba que antes…” y describen con las palabras de la abuela como las calles de las aldeas estaban llenas de niños y vida al igual que hemos descrito en la entrada de esta crónica.

“Pero un buen día cerraron la mina y mi padre quedó sin trabajo; yo no quería pero tuvimos que irnos del pueblo”. Otra frase que se repite en un puñado de los cuentos presentados.

Lospueblos han quedado en tal silencio que incluso pueden oírse los golpes del cayado del abuelo contra el suelo.

Y todos vienen a coincidir en que, poco a poco, los pueblos se fueron quedando vacíos, sin gritos ni mugidos, sin carros y sin gentes; y en tal silencio que incluso pueden oírse los golpes del cayado del abuelo contra el suelo.

Este año los niños han dejado la fantasía en el cajón de su pupitre y nos enfrentan a la dura realidad diaria de sus pueblos y aldeas. Son niños, sí; pero no por ellos ciegos ni sordos ante la dura realidad a la que se enfrentan.

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R. Mera

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