Cotillas y cotilleos

Cotillas y cotilleos

¿Es el ser humano cotilla por naturaleza?

Me surge esta pregunta por cuando no logro entender ese desmesurado interés de algunos por la vida y milagros de los demás, a veces hasta el punto de no saber hablar de otra cosa. Y no acusemos de ello exclusivamente a las mujeres. ¡Tela con los hombres! Hay algunos, permítanme que calle nombres para no caer en el mismo defecto que denuncio. Digo que hay algunos capaces de remontarse años atrás de boda en divorcio, de divorcio en lio y de lio en aventuras de cornamentas, mezclando familias de todo el concejo y precisando nombres de madres, hijas, maridos, amantes, primos cercanos y lejanos, y nombres de las correspondientes casas de aldea y linajes a los que pertenecen, sin olvidar a aquel que se fue o volvió, que casó en Madrid, que se divorció en Barcelona, que tenía una amante en Teruel y que recrecía de Cangas; o del que vino a reclamar la herencia que tenía una prima guapísima en Tineo que salió con uno de Casa Pirulí de Cangas. ¡Demencial!

Curiosamente, el diccionario atribuye esta forma de actuar solo a la mujer, y dice, Cotilla: Mujer chismosa y parlanchina. No consta haya cotillos como pediría el lenguaje inclusivo; pero sí apunta:

-Cotillero: persona amiga de chismes y cuentos

Y agrega también:

–  Cotilla: Ajustador que usaban las mujeres formado de lienzo o seda y de ballenas.

Pero yo me quedo con esto que considero los más adecuados y descriptivos

Cotillear.-Curiosear o tratar de averiguar cosas acerca de la vida privada de los demás. Contar chismes o noticias o hacer comentarios sobre la vida de otras personas y gustar de hacerlo. Alcahuetear, comadrear, chismorrear.

Y dice sobre el cotilleo: chismorreo, habladuría, murmuración.

Cuando he señalado a alguien que estaba machacando a los ausentes, que se estaba cotilleando, no ha faltado quien me ha argumentado cargando su argumento:

-¡Esto no es cotillear, ho! Es hablar de las cosas que pasan.

O aquel otro que en las mismas condiciones asegura:

-Hombre, no es cotillear, ten en cuenta que hablamos de la familia y de nuestras cosas.

Y quedan muy retratados aquellos otros que en una conversación te cortan sin miramiento alguno y dando disimuladamente con el codo al más cercano, apuntando a alguien que pasa, señala:

-Mira, mira, esa, esa es la que separó. ¡Uuf! Y fijaos lo que vos digo….y así continúa todo el tiempo que allí permanezca

Establecido el cotilleo como fenómeno social nos preguntábamos… ¿por qué somos cotillas?

Digamos de mano que el cotilleo no es un fenómeno moderno, ni algo exclusivo de `Sálvame´ o ciertos de programas de televisión, aunque estos sí lo han ampliado incluso más allá de lo admisible

El cotilleo es algo, que a pesar de ser considerado como negativo, todos hacemos o hemos hecho en más de una ocasión

 El interés y gusto por el chismorreo, por conocer detalles de la vida de los demás, es tan antiguo como la capacidad de hablar de la especie humana, pero ¿por qué las personas somos cotillas?

El cotilleo es algo, que a pesar de ser considerado como negativo, todos hacemos o hemos hecho en más de una ocasión. ¿Pero ser cotilla es algo negativo o es positivo? Brujuleando por lecturas al respecto se nos dice que el cotilleo es una conducta social que sustenta nuestras relaciones, algo natural en la especie humana y no tiene por qué ser malo. No obstante, existe un límite, una ligera línea que separa el cotilleo natural del cotilleo insano.

Cuando el cotilleo se apoya en la envidia y se convierte en algo malintencionado puede ser una conducta muy peligrosa.


El cotilleo puede convertirse en una conducta destructiva e insana que deja de cumplir funciones sociales y personales y puede alejarnos de nuestros conocidos y amigos. Cuando el cotilleo se apoya en la envidia y se convierte en algo malintencionado para crear cizaña puede ser una conducta muy peligrosa. Las personas que así actúan no pueden aceptar sus propios problemas, viven una vida vacía y tienen la necesidad de llenar esos vacíos con chismes. Pero además, a la larga, también se estropean sus relaciones, ya que sus convecinos acaban alejándose de ellas.

Así las cosas mantengámonos dentro de lo de los límites de lo correcto y quedémonos en “el comentario al hecho” sin ir más allá para no caer en lo que hemos llamado “insano”.

Y no vale justificar con la tan conocida muletilla al acabar la malintencionada perorata:   … ya según dicen, que yo, ¡Dios me libre!

Y, al menos de vez en cuando, debe tenerse en cuenta el concepto de “vida privada” al que todos tienen, tenemos, derecho.


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R. Mera

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