Cosiquinas de no hace tanto. Como éramos

Cosiquinas de no hace tanto. Como éramos

Cangas: 1.927

Con estas impresiones, recogidas esencialmente de la obra de Mario Gómez y Gómez, pretendemos acercar a las nuevas generaciones un Cangas muy distinto al de ahora. Hilvanando frase de aquí y de allá hemos pretendido reconstruir algunos rincones del Cangas de mediados del siglo XIX y principios del XX, así como de sus gentes

He dudado entre adecuar el Lenguaje a los giros actuales o mantenerlo en su estado original; así lo he preferido por cuanto me parece conserva mejor los sabores de aquellos entonces y esa pizca de ingenuidad, pero un tanto cargada de crítica, tan propia de la época. Así será en estas tres estampas que espaciaré para no hacerlas demasiado largas

1.-De curas y chisteras

El entierro de D. Evaristo de Nando fue un gran acontecimiento… Asistirían todos los curas de los vecinos arciprestazgos, a la puerta de la casa mortuoria, tas de la comitiva y el funeral, iría una nube de pobres, pues la casa de Nando, la de Flórez de Sierra, es de las más antiguas y prestigiosas y era de las más ricas del concejo.

Murió cuando la casa estaba en su mayor riqueza, cuando las rentas de las haciendas aún significaban mucho, cuando se comía potaje y carne salada todo el año, y la fogaza duraba media semana y los trajes media docena de años; cuando los gastos en fin, no superaban jamás a los ingresos… De las chisteras sí que me acuerdo, era cosa que llamaba la atención y que no se veía en Cangas más que el día del Corpus, en los entierros, y algunas cuando llegaba el Conde de Toreno.

Es seguro que estarían en el entierro el cura de Piñera, el de más fama para hacer gorgoritos con la garganta, y el que más resolfeado sacaba un “porce”. No faltará el cura de Santa Eulalia, un buen señor, y uno de los hombres más gordos y colorados que yo he visto. Estaría el cura de Limés, D. Luis, todo un virtuoso… Si en el entierro cantaba el cura de Corias poca fuerza daría el coro, pues aquel señoría, pequeño de cuerpo y de cabeza pequeña tenía una voz ronquilla que le recomendaba poco, pues en aquellos tiempos los curas valían para sus feligreses en relación a su voz y corpulencia. Los curas eran poco instruidos…sabían poco de religión… y mucha gramática parda y de marrullería aldeana…

Después del funeral, la casa del difunto llenábase de gente. Los deudos del enterrado tenían que multiplicarse para recibir pésames, para que no faltasen viandas en las mesas, ni pienso en las cuadras, ni puntales en las caballerías. Aquel día, en la casa de Nando, había mesas y mantel en pasillos, en salas y dormitorios; en los más espaciosos comerían los curas y los señores principales, en otros más modestos los renteros y aldeanos modestos, en la huerta, en el patio, sobre las arcas o en los pubines de las bodegas, los criados y espoliques que traían los señores, y los llambiones oficiosos. que, sin sumarse a los pobres se agregan siempre en estos casos y allí donde sale de balde una fartura.

Seguimos mañana

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R. Mera

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