Pito roz III y último

Pito roz III y último

Viene de ayer:https://www.deaceboyjara.com/2021/12/15/pito-roz-ii/

-Vengo algo preocupado, comenzó a hablar el citado. Me ha dicho la parienta que no encuentra al gallo colorao, que tenía que dir a buscarlo; pero no andará lejos

-Habrá ido a cortejar, apostilló Matías en una sonrisa cómplice con los otros.

Por lo bajini y tapándose la boca disimuladamente con una mano, Linde explicaba a Julián:

-Este es un fartón, a pesar de no llevarse muy bien conmigo, en el momento que le hablé de fartura gratis dijo que sí. ¡Y hasta se trajo la su navaja!

Y sin muchos más protocolos, las manos se fueron a los platos y las tajadas al pan de hogaza encima del cual eran hábilmente troceadas por los cangueses todos ellos expertos en estos menesteres.

-Este gocho era bueno, está todo buenísimo.. Y salionos barato

Julián hablaba con retranca sin por ello dejar de cortar un trozo de jamón sobre el pan

-Además yo creo que es de por aquí, los de Rengos y el Coto tien otro sabor, están más secos, aquí se nota que se ha curao cerca del río. ¿Qué te parez  a ti Antunón?

-Creo que ti`es razón, ta mu bien, ya de sal y pimentón equibrao, como nos gusta en la mío casa. Tal y como si lo hubiésemos adobao nosotros

-Es que para esto de comer bien hay que saber, y elegir bien el gocho, y la panera donde curarlo, no en bodegas ni pijaes de esas modernas

-No se reservaron en el turno de aperitivos y los platos bajaban a buena velocidad debiendo algunos de ellos ser una y otra vez repuestos por el tabernero que, con la misma celeridad, reponía las jarras de vino de Tebongo. Aquellos hombres tenían una sede infinita.

Llevaban ya al menos una hora nuestros amigos con los prolegómenos de la cena, al decir de Matías, cuando hizo su aparición el plato estrella. Una enorme paellera, en la que destacaban grandes trozos de pollo, fue colocada en el centro de la mesa entre el entusiasmo y aplauso de los comensales

-¡Vaya pinta! Señaló Antunón empuñando decidido la cuchara. ¡Este pito, taba bien criao y, por el color amarillento, sin piensos ni guarrerías. Suelto y maíz abondo, ¡como los míos!.

Gayoso asió una gran zanca que se llevó a la boca decidido

-¡De puta madre!. ¡Ta de puta madre!. Ya se ve que el bicho no sufrió, que murió en el acto, no se ve na de sangre

En ese momento Lino comenzó a cacarear

-¡Garra el pito, ho, que se escapa!, soltó Mesa con grandes aspavientos

-¡Al colorao, garra al colorao!

Las pullas comenzaron a ir de un lado a otro de la mesa

-Oye Julián ¿a cómo te salió el pito?

-Muito bien, regalómelo un amigo de por aquí cerca, tenía dos ya diome el colorao.

Antunón comenzó mosquearse e interrogó con la mirada al su vecín que tampoco lograba enterarse de qué iba el asunto

-Oye Antunón ¿Gústate? ¿No te es familiar el sabor del pollo?

-Bueno ta bien bueno, y en el sabor nótase que ye de casa, ya ta bien preparao.

-Si, si, sí; de casa fijo ya de casa conocía. Ya seguro que si le sueltas sabe volver desde aquí. Hubo risas y dicharachos que mosquearon aún más a Antunón, máxime tras saber que el su gallo fallaba en el corral.

A más que mediana velocidad, pito y arroz desaparecieron de la paellera que quedó más limpia que la patena que usaba Don Antonio en la misa de la fiesta de Santarbás.

Dieron buena cuenta del vino que quedaba en las frascas de la mesa y se prepararon a hacer los debidos honores al postre. De la mano de la cocinera que no había aparecido hasta ese momento, llegó una gran pota de arroz con leche acogida con gran entusiasmo por todos menos por Gayoso

-¡Coño, Gayoso?, ¿qué te pasa?, ¿es que no te gusta el arroz con leche?

-Gustame muito pero.¿ónde tan las natillas….?

Y en ello estaba la tropa que golpeando rítmicamente en la mesa con los cubiertos gritaban a coro: ¡Natillas, natillas!

Conchabado debía de andar el chigrero por cuanto apareció al momento con una gran sopera repleta de natillas que coló delante de Gayoso entre vítores y aplausos. Inenarrable la cara de satisfacción del susodicho que se lanzó sobre la sopera con ímpetu de Miura saliendo al ruedo mientras continuaban los aplausos.

Retomada un tanto la normalidad, Mesa preguntó socarrón:

-Oye Gayoso, tu pa fartarte así bien farto, ¿cuántas natillas necesitarías?

Quedó el tal con la cuchara en el aire y cara de total sorpresa

-¿Natillas….natillas?… pues…pues… así como…¿dices farto, farto?

Pues….¡¡¡Una bañera hasta el borde!!

El escándalo fue mayúsculo. Aplauso, gritos, porrazos en la mesa, carcajadas… y golpes cariñosos en la espalda de Gayoso que disfrutaba como un enano.

Aunque el arroz del postre se acumulaba sobre el anterior, ni éste ni las natillas de Gayoso tardaron mucho en desaparecer. La calma se fue apoderando del lugar, salvo algún que otro cacareo de Matías o Mesa que no se resignaba a dejar de reírse de Antunón.

Llegó el momento del faria y la copa y a ellos se dieron nuestro conmilitones con fruición y entrega mientras que las conversaciones se esparcían ya entre parejas cumpliendo el dicho aquel de “cada tonto con su tema”.

Marcharon Antunón y el vecín y ello dio pie a que arreciasen la chuflas y dicharachos sobre la cena y lo bien que le había prestao la comilona a Antunón

-Y el mu cabrón estaba contentísimo porque todo era gratis.  Ni siquiera preguntó si se debía algo. Cuando se entre, que se enterará, la cena va sentarle peor que los fuegos del infierno a los pecadores. Bueno, eso al menos decían los misioneros en Semana Santa, apostilló Julián.

Muy atrás ya la media noche y más cerca la hora del amanecer que de aquella, decidieron emprender el regreso, cosa que hicieron con mucha más moderación que a la llegada y dado el peso que el condumio y el “bebercio” operaba ya en su cuerpos llevándolos al sopor y la somnolencia.

Cuentan por la zona que a la mañana siguiente, desde el pico del pueblo, las blasfemias y palabrotas que soltaba Antunón llegaron a toda la zona, escuchándose bien hasta en Javita, Tandes, y aún más allá. Y no muy a la zaga le anduvieron las de su mujer que no solo insultaba a los autores del estropicio sino también a éste por cuanto que, decía, seguro que eran los mismos que con una gran mala leche habían invitado a Antunón a comerse su propio gallo y sus chorizos.

Unos días después, en el mismo bar del Caniecho donde todo se urdió me lo contaron y así se lo cuento yo ahora a ustedes. Antunón que ató cabos y se enteró de todo. No volvió nunca más a dirigir la palabra a ninguno

Y sentenció Matías:

-Es que era mu vengativo.

FIN

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R. Mera