Mario, los Reyes Magos y la xata pinta negra

Mario, los Reyes Magos y la xata pinta negra

En estos tiempos en que nuestra vida se acerca aceleradamente a la virtualidad de las cosas y da más importancia a los “relatos” que a las acciones, el hecho protagonizado por Mario nos trae una bocanada de aire fresco y abre esperanzas de futuro, especialmente a estos nuestros concejos ganaderos

 Mario Coviella, natural de Lieres, tiene cinco años y tiene clarísimo que de mayor quiere ser ganadero. Lo lleva en la sangre pues a ello se dedican sus padres Lucía y Francisco Javier. Tiene una colección de animales a los que cuida, pero le faltaba uno muy especial.

Fuese como fuese él tenía que tener una xata pinta negra. Y eso era inamovible: Tenía que ser pinta y negra

El problema era que a su madre no le gustaban demasiado las xatas pintas negras. Roxas sí, fueran pintas o no. Pero Mario no estaba por la labor y decidió trasladar su petición a los Reyes Magos, a ellos su madre no les podía decir que no. Era todo lo que quería de los Reyes estas Navidades.  Con la idea metida entre ceja y ceja escribió una carta de su puño y letra, ayudado por su padre, a sus Majestades de Oriente los Reyes Magos. Allí les dejó bien claro que le gustaría que le trajeran “una xatina pinta negra, que sea de verdad, guapina y cariñosa”.  Y añadía rotundo: “Si no la podéis traer, no traer nada”.

Después contactó con los Reyes Magos mediante un vídeo llamada por si había alguna duda. Y quedó todo clarísimo.

Lo primero que hizo fue mirar debajo de la barriga para ver si tenía pilas.

Se la encontró la noche de Reyes al llegar a casa. Se había pasado la tarde conduciendo las ovejas de la cabalgata de Lugones y cuando regresó sus Majestades de Oriente ya habían pasado por Lieres. Había muchos más regalos, pero uno era grande, mugía y se movía. De los nervios, ignoró a los demás. No quería abrir ninguno. Con ayuda de su padre, y sin explicarse cómo, los Reyes Magos habían sido capaces de meterla en casa. Y allí estaba su xata pinta negra. Lo primero que hizo fue mirar debajo de la barriga para ver si tenía pilas. No, era una real xata pinta y negra. Se llamaría “Campera” decidió sobre la marcha.

La colocó en la cuadra, junto a “Gitana”, que es más o menos de la misma edad. Aquello era su mundo. Tan pronto está sentado encima de “Gitana”, peinándola, como coge uno de los aperos de limpiar la cuadra y se pone a trabajar o da de comer a sus xatas. “En mi clase no hay nadie que quiera ser ganadero como yo” afirma rotundo. Él sí. Como su padre, que era igual cuando era un crío. Y ya tiene claro que al año que viene pedirá otra xata a los Reyes

Pero Mario no lo va a tener nada fácil. Aunque quiera ser ganadero, no va a ser llano su camino. Su padre se explicaba: “Antes, a mis padres, con seis vacas les valía y ahora hacen falta sesenta para malvivir”, afirma Francisco Javier Coviella su padre. “Porque cada vez se apuesta menos por el sector primario, sube el precio de la luz y la gasolina y bajan los ingresos que perciben por los animales”.

Pero Mario confía y vuelca todas sus ilusiones en el presente

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R. Mera