Cangas: Acercamiento imaginado a un futuro no muy lejano (I)

Cangas: Acercamiento imaginado a un futuro no muy lejano (I)

La situación

Aún no había amanecido. Arturo se duchó y se vistió acelerado. Desayunó un tanto a la carrera, tomó su colorida mochila, una cartera de mano y, según salía, cogió casi al vuelo las llaves de casa y del coche depositadas en el aparador de la entrada junto a la pantalla de control de la seguridad de la vivienda de la casa.

Pocos minutos después enfilaba la AS-15 a toda velocidad. El tráfico, tanto de entrada como de salida, era abundante, los dos carriles en ambos sentidos daban una más que notable fluidez al mismo y se alargaban hasta unirse con la A-6 en Ponferrada.

Conectó su móvil al ordenador del vehículo y pidió los datos del mercado de la carne

Conecto su móvil al ordenador del vehículo y pidió los datos del mercado de la carne. Las tablas, inundadas de colorido, comenzaron a aparecer en la pantalla. El mercado iba bien. En otra parte de la misma, el sistema de seguridad del vehículo le informaba de cualquier variable o modificación en el desarrollo de la conducción.

Vaca con GPS

Poco más de cuarenta y cinco minutos después entraba en su oficina del complejo ganadero que tenía entre Llano y Santa Eulalia. No pudo por menos de acordarse del cuñado que, allí en Madrid, tardaba una hora y veinte minutos en llegar a su trabajo.

Una doscientas cincuenta reses de la Asturiana de los Valles controladas por un sistema informático y de seguimiento operativos incluso cuando, con el buen tiempo, gran parte de ellas pastaban libres en losmontes. En el contorno unas cuantas gallinas, un par de docenas de cabras y cincuenta cerdos.

Ninguno de los trabajadores vivía en los pueblos entre los que se asentaba la explotación. Los más cercanos lo hacían en la villa canguesa

No tardó en llegar Santiago, su hombre de confianza a pie de establos, que le puso al día de toda la situación.  De allá para acá, un puñado de trabajadores iban y venían atareados. Ninguno vivía en los pueblos entre los que se asentaba la explotación. Los más cercanos lo hacían en la villa canguesa. Semanalmente hacían turnos de pernoctación en los puestos de control. El veterinario, él, y al menos otros dos trabajadores más, tenían su vivienda en Oviedo. Recordaba como su padre, y aún más sus abuelos, le habían contado cuando, no más de setenta años atrás, las cosas eran al revés y en llegar de Oviedo a Cangas se tardaba cerca de hora y media, y eso cuando la carretera estaba despejada, algo un tanto difícil en invierno. Tampoco había entendido nunca muy bien como sus antepasados, todos ganaderos, había podido vivir en míseras aldeas del concejo, con míseras explotaciones, casi sin carreteras, con un sistema de comunicaciones e Internet totalmente insuficiente y sin acceso a casi todoslos canales televisivos o a los servicios vía satélite.

Continúa mañana

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R. Mera