San Tirso en 1930 y antes aún

San Tirso en 1930 y antes aún

Durante un largo período de tiempo y bajo el seudónimo de Amader, vinieron publicándose en La Maniega vieja una serie de artículos bajo el epígrafe “Recuerdos de antaño”.

En el número correspondiente a julio-agosto de 1.930, el narrador  hace un alto en su descripción de la obra teatral “La Virgen del Carmen”, que venía desarrollando desde el número anterior, para acercarse hasta San Tirso (así lo escribe) y no Tiso. Y relata refiriéndose al pasado:

“En las inmediaciones de la villa, y al lado opuesto de la carretera, o sea a la izquierda del Luiña, existe una pequeña pradera, que algunos denominan “Península santísima” por estar rodeada casi en su totalidad por las aguas de aquel rio. Allí se levanta una modestísima capilla para el culto del milagroso Santo, un molino harinero y varias bodegas de cosecheros de vinos de aquellos contornos.

Y entra en el santoral y en los méritos del señalado: “Sabido es que en la mayoría de los sitios el santo de las niñas es San Antonio; pero para las canguesas es San Tirso, que tiene el dedo índice levantado, y todas le rezan con fervor para que `les baje el dedo´, que, si lo consiguen, es señal que durante el año le concede novio.

Santiso en la actualidad

Nota quien les habla que ya en los años a los que se refiere el autor, es decir en el siglo XIX, y al igual que ahora sucede, ya se daba el nombre del Santo, Tirso, al obispo sentado en su silla gestatoria y con la mano en disposición de bendecir (el dedo levantado de referencia) cuando el nombrado era un soldado romano, como tal ataviado, y así representado en una pequeña imagen que en la misma capilla existe.

Antiguamente, dice el autor desde el año 30; el párroco del Carmen de Ambasaguas, parroquia a la que pertenecía San Tirso, invitaba a sus amigos a las “vísperas” que se celebraban en aquel sitio en el día anterior a la festividad, a las once de la mañana, sin que faltaren los conocidos cantores de iglesia: Blas de Catalina y “Carralo”. Terminadas éstas, el párroco obsequiaba a los concurrentes con un refrigerio, siendo plato obligado una especie de compota, compuesta de peras asadas, con vino y azúcar que puedo decir estaban muy buenas, precisa el cronista, y aclara que , ello es así porque: “alguno años disfruté d yo de aquellas golosinas cuando era niño y mi padre me llevaba de la mano”. Estas  “vísperas “a las que se hace referencia el narrador eran, y son, una serie de cantos religiosos, entonces en latín, que se entonaban en la víspera del santo al que se homenajeaba.

El día del Santo (28 de enero) se celebra la romería de San Tirsón, primera del año, a la cual van las casadas a darle gracias por el beneficio obtenido de proporcionarles marido, y el domingo siguiente, la de San Tirsín, en la que las solteras rezan devotamente para que las conceda novio. Esta es la más concurrida y animada, con misa cantada, procesión, merienda, gaitas, puestos de avellanas, rosquillas…resultando una fiesta my alegre y simpática.

Pero ¿y lo del bollo?, se preguntarán ustedes. Allá vamos.

Había la costumbre en todas las casas, cuando se verificaba la matanza, de hacer a cada niño, un choricito, llamado de San Tirso, porque con él les hacían un bollo que servía para merendar en la fiesta. Generalmente se reunían varios amiguitos que juntaban las meriendas, aportando cada uno lo que llevaba, emprendiendo la marcha a la romería; pero como a esa edad siempre se tiene apetito y es grande la impaciencia de satisfacerlo, algunos grupos empezaban a merendar sentados en las almenas de la Plaza de Toreno, para luego seguir a la romería, donde daban a la merienda el último tiento.

En el último cuadro de la citada obra “ La Virgen del Carmen! aparecían unos versos a propósito  de la citada fiesta de San Tirso que decían:

-¡Oh San Tirso bendito!

dame tu gracia. Mi oración no desprecies;

veme a tus plantas, y allá en el cielo,

si ves que me conviene bájame el dedo.

Cuando a Adán algún día

vio Dios tan solo,

a Eva, por completarle,

dio en matrimonio.

Debe ser bueno,

¡Oh San Tirso bendito!

¡Bájame el dedo!

También para dicha romería, u tal don Pablo, del que siento no tener a mano más datos, compuso una jota a la que puso música el compositor cangués Emilio Rodríguez, que también dirigió los ensayos del grupo que habría de ponerla en escena. Y allí estaba también el redactor del reportaje ya que escribió.” “Provistos de buena merienda, fuimos a la fiesta en donde tocamos y cantamos dicha jota, que gusto mucho y se hizo muy popular, Una de las estrofas es como sigue:

-Niña que vas a San Tirso,

porque te bajen el dedo,

mira que en el mundo hay lobos

que tienen piel de cordero

-Madrecita mía,

déjame ir a allá

que si viene el lobo

ya se amansará.

Ya saben: otros tiempos, otras gentes

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R. Mera