CANGAS/BERZOCANA. Cierra agosto sus días y nosotros las voces, que no el dial de Onda Cero

Higos chumbos en el camino

Estampa dada ayer, jueves, en Onda Cero Cangas

Cierra agosto sus días vacacionales: cierran muchas casas en los pueblos, más aún en las aldeas  y, prácticamente, todos ellos  cierran también sus calles y plazas al bullicio, especialmente de la chavalería.

Pero ya saben ustedes que cuando unos vienen otros van. Y si la mayoría del personal regresa a sus trabajos, en esta nuestra emisora de Onda Cero  Cangas lo hacemos a la contra, pero no se preocupen, sus ondas seguirán llegando a ustedes de la mano de otros profesionales de la casa. Miguel y yo nos escabulliremos un tanto a cargar las pilas para, después, hacer frente al largo y tedioso invierno, invierno de aguas, fríos y nieblas, ¿y de nieves? Pues puede ser, pero ya saben ustedes, en estos últimos años el responsable de ese departamento de nevadas y similares nos tiene un tanto olvidados. Pero demos aún tiempo al sol que septiembre suele venir espléndido por estos lares.

Pero voy a sincerarme con ustedes. Me he adelantado un poco y les estoy hablando ya desde la provincia de Cáceres, desde un pueblo con título de Real Villa, situado en las estribaciones de la Sierra de  las Villuercas y recogido en torno a su monumental iglesia que tiene rango de catedral aun cuando no sea sede episcopal.

Como tantos otros veranos he vuelto a cambiar los atardeceres de niebla y rebequita de Larna, en el concejo cangués, por las mangas cortas y los rojizos atardeceres de las dehesas que, subiendo hacia los canchales de la sierra, la envuelven en llamaradas. O sentado bajo los álamos de la circular Plaza Mayor, centro neurálgico y social de la villa, tomar un largo y charlado café mientras, poco a poco, van dejando de oírse a los pájaros en todo el contorno. Al igual que lo han hecho ya muchas de las voces que aquí mismo compartieron juegos e ilusiones conmigo.

Buitres en el cielo

Les diré también que tras mis días en Larna otro verano más, me he vuelto sin encontrarme con el oso que dicen venía paseando el mismo camino. Indicios sí, pero de avistamiento (que se dice ahora) nada de nada. Sí se acercan aquí los buitres que en grandes bandos vuelan a gran altura buscado  carroña entre los encinares o robledales He cambiado los alisios y humeiros del Luiña por los olivos del camino de la ermita de la Concepción escoltado de olivos preñados ya de frutos o chumberas repletas de higos. No falta el agua, pero los campos están resecos y ayunos de pastos.

Se acaba agosto y aminoran las temperaturas. Se cierran puertas en pueblos y aldeas que poco a poso inician sus sueños de invierno aun cuando les queda por delante todo el otoño, otoño que por estas tierras es más marcado que en las Asturias donde a veces se esconde; esquiva los pronósticos y tan pronto  tiñe de blanco los picachos de los montes como te regala días de sol y nieblas, o de soles y aguas o, simplemente, anuncia su presencia con un guiño para saltar ya directamente a los prolegómenos invernales.

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R. Mera