CANGAS DEL NARCEA.- Añoranzas canguesas de Reme García

Ambasaguas en invierno

Han trascurrido unos sesenta años. Una niña llamada Reme corre por El Cortinal de la villa canguesa. Quizá alguno de ustedes, no digamos los jóvenes, no tengan ni idea de donde se hallaba El Cortinal.

En 1.980 esa niña ya añoraba el Cangas ido y así lo expresaba en la revista Entrambasaguas, que tuvo un corto recorrido y pronto fu sustituida por La Maniega en su segunda época.

Escribía Reme García, bióloga y escritora: Vacaciones. Por la mañana en El Arenal y por la tarde en Los Nogales y El Cortinal. Y a las manzanas de Jorge.

Por entonces, contaba, “el río había establecido la división natural de la villa, se pensaba ya en el puente colgante desde  mucho  tiempo,  pero mi barrio era un barrio y también carretera de salida hacia otros pueblos”. Pero no solo era el río el que establecía diferencias en aquellos entonces. Y precisa Reme: “el ir al Colegio o a la escuela era otra diferencia, vivir en el Barrio Nuevo o en La Plaza era otra diferencia, y hacer la comunión de largo o de corto era una diferencia”. Cuando dice “el colegio”, se refiere al Colegio de monjas de la calle Uría ubicado en el mismo convento de las dominicas, en lo que  entonces era El Paseo

Siete años después, ya con 14 años, rememoraba de nuevo. “Vacaciones: Pandillas, guateques, Beatles, meriendas en Llano y todas las tardes, a las ocho, a la biblioteca”. Y describe: “Ya no hay Arenal y el río ha perdido su personalidad. Discurre entre hormigón. Desde lejos me he acordado de él muchas veces”. Y continúa: “Ya no hay Nogales y sí muchos camiones. En mi barrio han aumentado los bares y por las tardes las tertulias son en El Paseo”

Pronto se iría de la villa, pero para ella las visita a Canga fueron siempre punto obligado dos o tres veces al año: “Allí están parte de mis raíces y de mi infancia, y cuando voy, hay dos lugares que siempre visito: El Palacio de Toreno y la Plaza. Son como dos atalayas desde las que veo retazos de mi vida. Hay una niña de uniforme sobre el puente romano. Una vieja higuera toca la ventana. Echo de menos los nogales, la Oliva, las manzanas de Jorge y  todos los árboles que faltan en Cangas. Ya no hay Corral, lo aplastó un feo proyecto urbanístico”. Y remata: “Sin embargo, hace años que se construyó el puente colgante y estas dos cosas han conseguido minimizar el río haciendo que pase desapercibido. MI rio. Por eso siempre que voy a Cangas lo miro; él y muchas otras razones han motivado que sea bióloga, pero nunca podré jugar con mis pequeñas hijas en El Arenal.

Nuestro especial recuerdo para Reme García.

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R. Mera