Entre el ridículo y la cursilería
Lo políticamente correcto aplicado al lenguaje está llevando a algunos a moverse entre el más absoluto ridículo y la cursilería rayana en el desprecio. Sírvanos de ejemplo cualquier político, locutor de radio o televisión, o ciudadano “políticamente correcto en el decir”.
En su información pronuncian Londres, o Tokio, o Moscú, o Pequín, o Valencia, con la más absoluta normalidad, Pero hete aquí que ha de hablar de Gerona. Y entonces, inexplicablemente, algún resorte oculto se dispara en él, se olvida del castellano o español y pronuncia a su modo y entender Yirona, para seguidamente continuar de nuevo en castellano.
Son muchos los que al hablar en público, cuando se encuentran ante topónimos de otras lenguas, no dudan en pronunciarlos tal y como tradicionalmente se ha venido haciendo en castellano. Y no dudan en pronunciar Londres, Nueva York, Bruselas, Varsovia o La Haya en lugar de London, New York, Bruxelles, Varsaw o Den Haag. Pero ¡hay amigos!, cuando tienen ante sí el “Gerona”, se les caen los pantalones a pulso y aplicando el decir de lo políticamente correcto y de forma que “nadie se crispe” sueltan con gran énfasis y carga intensiva en la “Y”: Yirona.
Y tal sucede también ante el “Lérida” que inexorablemente pasa a ser Lleida, pronunciado de aquella manera, tal y como seguro lo haría yo de mal.
Y lo más significativo es que no pronuncian Aachen, sino Aquisgrán; ni Key West, sino Cayo Hueso; ni Antwerpen sino Amberes; ni Cape Townm sino Ciudad del Cabo. E incluso cuando nos enfrentemos a idiomas con grafías muy diferentes a la nuestra, decimos Pequín, y Moscú, y Arabia, y China, y Benin… y …..
Pero volvemos a quedarnos en calzoncillos cuando tenemos ante nosotros Cataluña e intentamos pronunciar Catalunya; o Generalitat por Generalidad y no digamos Xixón, o Alacant, o la barbaridad de “Voy a A Coruña”; o Pasaia por Pasajes….
De la perplejidad y el cabreo de turistas y foráneos cuando se enfrentan a la señalizaciones en carreteras tan solo en las lenguas autóctonas, hablaremos otro día.
Y puede el lector seguir agregando ejemplos que seguro que conoce otros tantos como los aquí señalados.
El colmo de la cutréz y la cursilería llevadas al buen decir en la Lengua.
¡Para mear y no echar gota!