Trillizos y cuatrillizos

Una casa de Posada de Rengos duplica la cabaña ovina en un par de días

Serían las ocho de la tarde cuando Eva Martínez Magadán, de Casa Antón, en Posada de Rengos, se acercó a la cuadra a ver cómo estaban los animales. Una de las ovejas estaba a punto de parir y no se fiaba mucho de lo que pasaría. Una hermana melliza de la que estaba de parto había tenido trillizos y podía pasar cualquier cosa.
No se equivocaba. El animal se puso a parir sin dificultad alguna visible. Uno, dos, tres.., era un parto animado como lo había sido el de la otra oveja. Cuando la familia ya se relajaba, la oveja baló fuerte de nuevo y otro cordero asomó su cabeza. El cuarto corderillo llegaba para hacer compañía a sus hermanos. En apenas tres días la ganadería, compuesta por ocho reses, prácticamente, se había duplicado.
De golpe y porrazo la cabaña se había más que duplicado y Eva veía cómo los siete corderos triscaban contentos por el prado, tras su madre, bajo la vigilante mirada del perro, tres días después de su nacimiento como se muestra en la foto de los cuatrillizos.
Pero aquí no termina la aventura, aún faltaba la nota cariñosa y tierna que, como casi siempre suele suceder, proviene de los más pequeños de la casa.
Cuenta Eva que su hija Emma, de 7 años, “alucinaba en colores” con tal rebaño de corderillos. Quiere verlos a todas horas y se empeña en poner nombres a cada uno de ellos. “Cada vez que sube a Posada quiere verlos y se emperra en que hay que ponerles un nombre”. La tarea resulta alto complicada. Para uno o dos, relata Eva, siempre se recurre a los clásico de siempre, “pero cuatro es ya más complicado”. Con lo que quizá no contaba ella es con la gran imaginación de los niños y con la influencia de los dibujos animados que los pequeños siguen a través de la televisión.
En vista de que sus padres no se decidían, la pequeña Emma optó por decidir ella y se presentó en casa con el problema resuelto y los nombres apuntados en un papel. Titef, Nevado, Luck y Pluto para los recién nacidos. El caso es que, apunta Eva, son siete en total y todos iguales. “Es difícil ponerles nombre, recordarlos e identificarlos, pero la pequeña se empeña en hacerlo y así es feliz”.

Publicado en La Voz de Asturias

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R. Mera

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