BERZOCANA.- Día 26 de octubre: Los primeros cofrades caminan hacia la iglesia de traje y corbata y con su medallón distintivo.

 

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 Dia 26 de octubre. Berzocana inicia el día espléndida de sol. Tres niños juegan al balón en mangas de camisa. Las campanas repican alegres llamando a los vecinos a la festividad. Hoy se conmemora la aparición de los restos gloriosos de los Santos Fulgencio y Florentina.

Los primeros cofrades caminan hacia la iglesia de traje y corbata y con su medallón distintivo. Estallan los cohetes. Pronto sonarán de nuevo las campanas y se celebrará la procesión y misa conmemorativa. Algunos hemos tenido la suerte de llegar hoy. Al resto, a los de la diáspora laboral, les enviamos un abrazo; de alguna forma hoy están también entre nosotros.

2Tras el primer repique el silencio abraza de nuevo las calles. Tan solo el golpear de los pies de los niños sobre el balón llega a mis oídos. Miro a un lado y otro de la larga calle. Ni un alma. Tan solo Pablo pasea con los brazos a la espalda junto a la puerta de la iglesia. Que distinto todo del alborozo de los días de las fiestas patronales veraniegas cuando en la mañana del domingo, apenas apagado el molesto golpear de los bajos rítmicos golpeando sobre los bafles, el tañer de las campanas busca su eco sobre la pared del cancho de la Sábana.

Valentín, el mayordomo de la Cofradía de los Santos, en el atrio de la iglesia, enciende un cigarrillo con el que prender los cohetes. Suenan de nuevo las campanas y Valentín, con parsimonioso ceremonial, coloca el cohete en la anilla de la tabla protectora. Estalla el primero sobre un cielo límpido y los niños dejan el balón para ver subir cada cohete. Las campanas repican de nuevo. Poco a poco se anima la calle. En el atrio comienzan a concentrase los hombres, la mayorías de traje y corbata, otros con chaqueta de fiesta. Unos se sientan en los poyos que conforman el casi semicírculo que encara la entrada principal del templo. Desde algún corrillo se lanzan pullas simpáticas hacia Valentín. Junto a él los cofrades van formando corrillo.

De punta en blanco van llegando las mujeres que entran directamente. Los hombres, unos, los más, se quedan en la entrada; otros entran acompañando a las mujeres. Suena el primer esquilón y los alrededores de la iglesia se animan de colorido, saludos y decires. Del interior llega amortizada la música del órgano.

Ultimo esquilón. Los hombres comienza a levantarse, las campanas vuelven a sonar. Desde la oscuridad del interior del templo surge hacia el sol brillante de la mañana el amarillo pendón de la Cofradía que porta Valentín escoltado por otros dos cofrades con sus bastones de ceremonia. Se inicia ordenadamente la procesión; otro distintivo notable frente al barullo que domina la de agosto.

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Me aposto en la Cruz de Piedra para hacer algunas fotos. Se nota especialmente que los acompañantes son muchísimos menos que en el verano; por contra los cánticos son más acompasados y el caminar más acorde. También es mucho mayor el silencio. Aquellos menos conocedores de la tradición notan que falta el arca con las reliquias, en este día no procesiona aunque el recorrido es el largo.

En la misa, el oficiante, don José Manuel, señala que el día de la Aparición es la fiesta más importante del pueblo4, más, dice, que las individuales de San Fulgencio, 16 de enero; Santa Florentina, 14 de marzo; o las patronales, penúltimo domingo de agosto. Este feligrés no entiende como siendo esto así, precisamente en este día no sale el arca y sí lo hace el día de San Fulgencio y en agosto. La cofradía tendrá sus razones. Digo yo.

Tras la misa el personal se concentra en la plaza. El que esto escribe se acerca hasta el bar Balores (Juanito)  exactamente igual que hace cada domingo de las Fiestas. No hay comparación, uno pide su cerveza con total tranquilidad, hay mesa libre y Maribel y yo nos sentamos. Chori y mi hermano Miguel me dicen que esta fiesta de la Aparición es “más nuestra, más de la gente del pueblo de toda la vida”. Tienen razón y se nota. Pese a todo, las mesas de las terrazas de la plaza se han ocupado, el día llama a ello.

También y casi como es preceptivo, acudimos a comer cerca de ya de las cuatro. Al marchar dejamos ya a Pedro solo en su bar de Los Álamos. Echamos en falta a los habituales del verano en estas horas: mi sobrina Elena, su marido Miguel, Mera y toda la corropla. Más atrás aún aparecen las imágenes de mis primos Magdalena y su marido, Luis: Encarna y el otro Luis….

La tarde discurre plácida y en silencio. Las calles trasmiten la sensación de que el invierno se acerca. Y esa impresión da mirando tras los cristales.

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Cuando el sol declina comienza el movimiento. El personal se acerca al chocolate con churros que se sirve en el Hogar del Pensionista. Es un momento de confraternización ciudadana, de paisanaje, de aunar recuerdos de ayer con el futuro que presentan los más jóvenes, aunque, Desgraciadamente estos son cada vez menos.

Día 26 de octubre. Las sombras de la noche envuelven delidacamente a Berzocana. La historia continúa.

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R. Mera

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