ENCLAUSTRADOS XXIX. Sábado Santo
Día 11. Sábado Santo.- Mi quinto sábado de enclaustramiento. Uno ya no sabe si la vida va lenta o lentísima. Me enfrento a un caso curioso: la semana se me va de las manos, pero el fin de semana se me hace lento y monótono. Muchos más largo que toda la semana anterior en su conjunto, justo lo contrario de lo que siempre ha sucedido Quizás sea porque los viejos nos volvemos costumbristas y rutinarios y el cambio en las programaciones de radio y televisión altera nuestra rutinaria monotonía. ¡Quién me iba a decir a mí que terminaría prefiriendo los días laborables a los fines de semana!.¡ O tempora o mores!, que decía el clásico, y que aquel avispado estudiante de latín, tratando de engañar al profesor, tradujo con un rotundo ¡Oh tiempos de los moros!, en lugar del real ¡O tiempos, oh costumbres!
Hoy, Sábado Santo, es un día especial de recogimiento en la tradición católica. De acorde con ello está el día plúmbeo y gris aunque agradable y primaveral en su temperatura. ¿Tendrán ya hojas los árboles del Paseo del Vino? .Aunque lo intento cuando transformo mi pasillo en ese Paseo no logro vislumbrarlo. Es más fácil revivir lo de hace cincuenta años que lo que ahora mismo está sucediendo en los campos y caminos de estos concejos; incluso allá por Berzocana, en las extremeñas Sierras de las Villuercas.
Ayer les hablaba del vecino que diariamente, mañana y tarde, lleva paseando el periódico del primer día de encierro sin haber comprado nunca ninguno al decir de la quiosquera. Hoy quiero relatarles la “idea” de otro que no renuncia al hecho de ir y venir al pueblo ni con virus ni con bombardeos de por medio. “No aguanto en casa”, me cuentan por correo que argumenta.
Ha metido en el maletero del coche un paquetes de arroz, otro de garbanzos, un par de bolsas de frutos secos, lentejas, una botella de aceite….
Hacia las diez sale hacia el pueblo con ellos a la vista. Si le paran, el motivo está justificado: viene de hacer la compra y a la vista queda
Por la tarde, hacia la cinco o las seis, cuando baja, los coloca bajo los asientos o en el mismo maletero tapados con una manta. En la mano lleva una lista de compra con esos mismos productos. Baja a comprar. Y así un día tras otro. Pícaro pero insolidario.
Sigue la niebla y llovizna. No quiere romper la primavera y quizás por ello las flores de mis ventanas no terminan tampoco de abrirse. Están mohínas y tristonas, como el tiempo y como nosotros. Y resulta que ahora, cuando empezábamos a ilusionarnos, todo apunta a un nuevo alargamiento del confinamiento. Seguiremos enclaustrados por lo menos hasta fin de mes. La idea de que viviremos el verano como lo hemos venido haciendo desde siempre comienza a tambalearse.
Vuelve la barra de pan a ser protagonista. Nueve y media, una mujer sale del portal con una barra de pan envuelta en papel bajo el brazo. Una media hora después vuelve y al poco tiempo vuelve a salir, supongo que con la misma, barra de pan bajo el brazo; no la vi volver.
Media la mañana y siguen la niebla y el orbayo. Los vehículos continúan pasando en un goteo intermitente, a veces de uno en uno, otras de tres en tres. Tirando de carros y bolsas pasan las mujeres a o de la compra. Poco a poco se va equilibrando la proporción con los hombres en este menester. Es el signo de los tiempos.
Vuelve a presentarse la tarde de grises y sofá. Pasearemos una horita y después nos dejaremos llevar por el fantástico mundo del cine y las series hasta la hora de aplaudir. Después vuelta al sofá y al cine hasta que el sueño haga pesados nuestros párpados y arrastrando los pies nos retiremos al mundo relajante de los sueños.
Paciencia y feliz jornada